Vida propia


Ciertas relaciones entre padres e hijos son difíciles de abordar, por el fuerte vinculo emocional que les une, por el peso de tantos años de vida en común y por las contradicciones que en unos y otros surgen a la hora de dar el paso de la emancipación. La tendencia sobreprotectora de algunos padres propicia que los hijos manifiesten  dudas a la hora de tomar decisiones y que necesiten apoyo permanentemente, de acostumbrados que están a la orientación y la incondicional protección de sus padres. Hacer cosas en su lugar hablar y pensar por ellos, decidir por ellos, proveerles de todo lo que necesitan, no solo frena la emancipación de los jóvenes sino que, además, refuerza la necesidad que los padres tienen de sus hijos.

Padres e hijos son entidades independientes que hacen juntos una parte del camino, admitiéndose y abordando las situaciones, marcándose límites y objetivos  comunes y propios y amándose como partes de una unidad familiar.

Se es padre o madre porque existen los hijos y viceversa. Y el máximo exponente de la emancipación es que padres e hijos dispongan de un territorio propio, de viviendas independientes.

 

Independencia mutua

La independencia de padres e hijos debe comenzar mientras se comparte hogar. No es una circunstancia inevitable a abordar cuando los hijos se van de casa, debe comenzar cuando llegan al mundo.

El abandono del hogar es un hito importante y, a veces, doloroso, pero no deja de ser una etapa más de la vida. Preparar la independencia de los hijos ha de significar paralelamente hacerlo con la de los padres. Si, fomentar la autonomía de los hijos ha de propiciar la independencia de los propios padres hacia sus hijos. Que valoraran la vida independiente y se esforzaran por alcanzarla en l medida en que sus padres hagan lo mismo por su propia autonomía.

No hay que temer a la independencia, porque si se gestiona bien, no supone ausencia, desvinculación ni abandono. La independencia responsable y consciente proporciona la autentica libertad, esa que puede habilitar entre padres e hijos un espacio de dependencia deseada y equilibrada, bien distinta de la basada en los lazos de necesidad que mantenemos con quienes nos rodean.

Vive y deja vivir



Practicar el respeto entre hijos y padres supone reconocerse mutuamente ámbitos de libertad, de crecimiento personal y de vida propia. Hay que ir preparando  a los hijos para que acepten su independencia con todas las consecuencias. Las obligaciones respecto a los hijos deben ser cada vez menores. Los padres necesitan recuperar esos espacios de libertad que dejaron muchos años a un lado ante la prioridad de sacar adelante a sus hijos, de educarles y ayudarles.

Algunas mujeres se siguen aferrando a su papel de madre para sentirse seguras y útiles, y reprochan a los hijos de su desapego y «el pago que recibo tras tantos desvelos». Parece que quisieran seguir manteniendo ese vínculo, ese metafórico cordón umbilical que frena e, incluso, impide la emancipación no solo de los hijos sino también de los padres.

En ocasiones, no se trata tanto de conseguir momentos de libertad por parte de los padres, sino de conquistar la libertad interior para poder terminar reconociendo vital y efectivamente lo que enuncia el poema de Gibran: «tus hijos no son tus hijos», en el sentido de que ellos deben tener su propia vida y los padres la suya.

 

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