Obesidad infantil: 7 factores que la producen y cómo evitarla

Obesidad infantil

La obesidad infantil es reconocida como una enfermedad por la OMS y se asocia con la apnea del sueño, el asma, enfermedades cardiovasculares, dislipidemia, hipertensión, la diabetes mellitus tipo 2, entre otras. “Lo más preocupante es que las condiciones de salud que antes se asociaban casi exclusivamente a los ancianos, tales como la diabetes tipo 2, están siendo diagnosticadas en niños, debido principalmente a la creciente prevalencia de la obesidad infantil”, detalla Carolina Navarro Klenner, académica de la Escuela de Nutrición y Dietética de la U. Andrés Bello. 

Según la nutricionista, “la obesidad infantil es una patología que tiene como origen una cadena causal compleja, de etiología multifactorial, en la que interactúan factores individuales, genéticos, conductuales y ambientales, incluyendo estilos de vida, así como determinantes sociales y económicos”, dice.

Alrededor del 95% de los casos corresponden a obesidad primaria, y solo un 5% a obesidad secundaria (disfunción endocrina, daño cerebral o enfermedades hereditarias).

Existen múltiples factores determinantes de sobrepeso y obesidad en los niños, los que detalla la académica de la UNAB:

1) Factores genéticos: la obesidad humana está determinada por múltiples genes (poligénica) que interaccionan entre sí y con su medio ambiente. El mapa genético ha detectado más de 500 genes, marcadores y regiones cromosómicas asociadas o ligados al fenotipo de la obesidad.

2) Factores ambientales asociados a padres: aumento de peso excesivo durante el embarazo, madre mayor a 35 años, nivel socioeconómico bajo, malos hábitos alimentarios.

3) Factores ambientales asociados al niño o niña: Lactancia artificial, malos hábitos alimentarios, sedentarismo, alta ingesta de bebidas azucaradas, baja ingesta de lácteos.

4)  Lactancia materna: Se ha comprobado que el efecto protector de la lactancia materna contra la obesidad infantil está positivamente relacionada al tiempo de amamantamiento. Esto debido a que la leche materna posee menor contenido de proteínas, lo que disminuye la secreción de insulina y de IGF-1, lo que reduce el almacenamiento de grasa y desarrollo adipocitario.

5) Horas de tv y juegos computacionales: Diversos estudios muestran que existe una estrecha relación entre el número de horas de televisión y la prevalencia de obesidad. Esto se relaciona con el impacto que tiene la televisión con sus avisos publicitarios sobre la ingesta alimentaria y generación de hábitos, promoviendo una alimentación excesivamente rica en grasas y carbohidratos a lo que se suma el sedentarismo que implica.

6) Baja ingesta de calcio: Varias investigaciones señalan la importancia que tiene el calcio de la dieta en la regulación del peso corporal. El ingreso de calcio al adipocito está inversamente relacionado con la ingesta de calcio y se ha visto que un mayor ingreso intraadipocitario producto de una baja ingesta favorece el almacenamiento de triglicéridos. Mediante la incorporación de la cantidad de calcio dietario adecuada, se inhibiría en parte la lipogénesis y se activaría la lipolisis, promoviendo la baja de peso corporal.

7) Alta ingesta de bebidas gaseosas y jugos azúcarados: La ingesta de este tipo de productos de ha incrementado en la población infantil en los últimos años, llegando a aportar cerca del 10% de las calorías totales diarias, diversos estudios establecen una relación directa entre la ingesta diaria y el riesgo de desarrollar obesidad. Por otro lado, el consumo de bebidas azucaradas desplaza la ingesta de leche disminuyendo el consumo de calcio, proteínas y vitaminas.

¿Cómo prevenir? 

La nutricionista advierte que la prevención de la obesidad infantil debe iniciarse en el embarazo, favoreciendo un incremento de peso adecuado en la madre. Asimismo, “debe estar basada en estrategias en los factores que participan en la génesis de la obesidad como: promover lactancia materna hasta los dos años, fomentar actividad física en la población infantil, evitar el consumo de bebidas azucaradas, disminuir las horas de los niños dedicadas a pantallas, favorecer hábitos de alimentación saludable que incorpore las porciones adecuadas de lácteos, legumbres, cereales integrales, verduras, frutas, pescados y agua. Este trabajo implica establecer políticas públicas que involucren a la familia, comunidad, profesionales de la salud, profesionales de la educación etc.”, concluye la profesional.

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