Las infecciones graves en la infancia pueden estar relacionadas con autismo en varones

Desde hace años la ciencia estudia qué factores ambientales –como las infecciones víricas– durante el desarrollo prenatal temprano pueden ser un factor de riesgo para desórdenes como los trastornos del espectro autista (TEA) o la esquizofrenia. Sin embargo, se sabe poco sobre su impacto después del nacimiento.

Para ayudar a llenar este vacío, el equipo del malagueño Manuel F. López Aranda quiso comprender la influencia de estos contagios víricos graves después de nacer en la incidencia de trastornos neuropsiquiátricos en el futuro. La investigación comenzó con una serie de experimentos en ratones.

Primero, analizaron los efectos de la activación inmunitaria en las primeras etapas de la vida en ratones bebés que tenían una sola copia del gen que codifica el complejo de esclerosis tuberosa (Tsc2), asociado con los TEA en seres humanos.

El equipo de Manuel López Aranda ha determinado cuáles son los mecanismos involucrados en el desarrollo de los rasgos autistas y ha conseguido prevenir y revertirlos en ratones

Desde su laboratorio en el departamento de Neurobiología de la Universidad de California (EE UU), inyectaron a estos roedores y a sus compañeros de camada suero salino o ácido polinosínico–ácido policidílico, un compuesto sintético que provoca una respuesta inmunitaria que imita la infección viral.

Cuando los ratones se hicieron adultos, los científicos descubrieron que los machos (pero no las hembras) que carecían de una copia de Tsc2 –y a los que se les inyectó el compuesto sintético cuando eran recién nacidos– mostraban déficits de memoria social, sin mostrar preferencia por un ratón conocido frente a otro que nunca habían visto. Es decir, se manifestaba un comportamiento similar al de los TEA, según los autores.

“Nuestro trabajo es el primero que determina las bases moleculares y el mecanismo responsable de la interacción entre mutaciones que hacen vulnerable frente al autismo y factores ambientales como las infecciones”, explica a SINC López Aranda.

“Hemos demostrado que la activación del sistema inmunitario (al simular estas infecciones) en ratones con esclerosis tuberosa provoca rasgos autistas, básicamente problemas de memoria social y de comunicación”, añade. “Hemos determinado cuáles son los mecanismos involucrados en el desarrollo de dichos rasgos y de prevenir y restablecerlos en nuestros ratones”.

Manuel F. López-Aranda en su laboratorio de California. / Foto cedida por el investigador

Manuel F. López-Aranda en su laboratorio de California

Punto de partida para revertir el autismo

La buena noticia es que los resultados con ratones han sido confirmados con datos humanos. Los expertos analizaron el historial clínico de casi 3,6 millones de niños y descubrieron que la población masculina diagnosticada con TEA (18.232 individuos) mostraba una mayor prevalencia de infecciones que requerían hospitalización entre los 1,5 y 4 años, en comparación con la población control.

Este trabajo supone un paso de gigante y abre una puerta para actuar sobre los elementos descubiertos que son responsables de los rasgos autistas. Especialmente porque en ratones lo hemos hecho y hemos sido capaces de revertir todos Manuel López Aranda

“Este trabajo supone un paso de gigante y abre una puerta para actuar sobre los elementos descubiertos, responsables de los rasgos autistas. Especialmente porque en ratones lo hemos hecho y hemos sido capaces de restablecer todos”, insiste López Aranda. 

“Nuestro artículo supone un punto de partida inmejorable para comprobar si se puede revertir el autismo en niños.  Especialmente, porque nuestros estudios han determinado las moléculas y el tipo celular responsable de esos rasgos autistas”, continúa. “Además, uno de los compuestos que hemos usado para restablecer los rasgos autistas (la rapamicina) ya está aprobado para uso humano”.

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