El Retrato en la Pared: Cómo se construye la autoestima

Un hombre dibujó en la pared blanca de su habitación la imagen perfecta de un ser humano. Tan hábil fue su dibujo que en las facciones amables del retrato se podía leer la bondad y firmeza de su carácter y la nobleza de sus sentimientos. La chispa de la inteligencia brillaba, hermosa, en sus ojos.

Todo su cuerpo emanaba un sentido armonioso de belleza y perfección. Una vez acabada su imagen, el hombre se fue a dormir.

A partir de aquel día, lo primero que hacía al levantarse era comparar su imagen en el espejo con la perfecta figura que él mismo había creado en la pared. Y todos los días salía de su casa con los hombros doblados por la tristeza, la mirada caída y una abrumadora sensación de peso, como si la densidad de su cuerpo aumentara durante la noche, desde la primera noche de aquel día ya lejano, en el que realizó su obra magna en la pared.

Este breve cuento tiene la intención de mostrarnos qué significa la autoestima para una persona: es una evaluación constante que hacemos de nosotros mismos. Es una actitud de aprobación o censura de todo lo que emprendemos, ya sea diariamente o en el curso de una vida.

Si nos sentimos capaces, competentes, dignos, lo proyectaremos en nuestro comportamiento con los demás y ellos nos devolverán respuestas congruentes con el mensaje que enviamos; porque la autoestima es el sentimiento que poseemos de nuestro propio valor. En algunas personas, la autoestima tiene la quietud de un barco bien anclado que se mece al ritmo violento o dulce de las olas, pero sin perder su anclaje. Estas personas poseen un sentimiento firme y realista de su identidad; y tienen la capacidad para sobrevivir a la crítica o a la desaprobación manteniendo una conciencia firme de quiénes son. Podrán aceptar un error, pero no caen en la deses-peración de quedar globalmente descalificadas por ese error.
Para otras el más mínimo defecto, la más leve desaprobación las arroja a los abismos de su propio juicio crítico. Al igual que el hombre de nuestro cuento, cuando sus hechos no alcanzan la perfección de un ideal inventado por ellos mismos se abruman de autorreproches y se culpan despiadadamente. Son sus propios verdugos.


Existen entre los dos extremos, múltiples variantes en lo que se refiere al concepto-vivencia que tenemos de nosotros mismos y que se conoce como autoestima, y si reconocemos que tiene una influencia tan grande en la vida, bueno será preguntarnos de dónde proviene, cómo se forma y si podemos hacer algo para aumentar su fortaleza.

Al nacer todo ser humano debería contar con una plataforma de amor y aceptación; con la oportunidad de explorar el mundo, y de poder disfrutar de la privacía y de alcanzar los logros de una autonomía creciente. Desafortunadamente no es así; la vida es difícil para todos y el entorno en el que se mueven los padres les presenta múltiples obstáculos por vencer. Encargados de proporcionar estos beneficios al niño, tienen que luchar con los fantasmas de las malas experiencias de su niñez y con el reto de resolver sus vidas en el presente, tanto en lo afectivo como en lo económico. Con todo y esto, los padres, en la mayoría de los casos, se las arreglan para dar a sus hijos mejores condiciones que las que ellos tuvieron.


Pero, ¿qué pasa con el niño que posee una discapacidad que limita sus oportunidades porque la autonomía puede estar condicionada a la ayuda de los que lo rodean? No importa cuánto limite al niño la discapacidad, si sus padres están dispuestos a manifestarle cotidianamente su amor a través de los cuidados que le prodiguen. Con palabras y con hechos irá construyendo dentro de sí la sensación de ser hermoso y digno de ser amado; porque las personas no somos amadas por nuestra perfección o belleza, sino por la capacidad de amor que nuestros padres nos puedan enseñar. Con ella nos expresan también el sentimiento de su propia dignidad por la forma en que la manejan, por la tolerancia que tienen para sus errores.

Sí, la autoestima se forja en la familia, mediante la forma en que el niño es tratado, reprendido, estimulado. Se va construyendo con las aportaciones que los padres hacen a sus logros. Con la confianza que tengan en que pueda superar las dificultades que se le presentan. No haciendo por él todo aquello que pueda hacer por sí mismo. Corrigiéndolo sin ofenderlo. Evitando que los fracasos ineludibles se conviertan en un sentimiento general de fracaso. Acompañándolo en el proceso de aceptar su limitación con toda la frustración que ello implica y permitiendo que exprese su enojo y aprenda que eso no lo hace «malo» ni destruye el amor.

Y por encima de todas estas manifestaciones de genuino interés recordar que muchas veces, como el hombre del cuento, por estar añorando la perfección, ésta se convierte en un obstáculo para desarrollar las cualidades que verdaderamente poseemos y que son la auténtica riqueza de nuestra personalidad.

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