Cuando el bebé empieza a tomar algo más que leche

Cuando el bebé empieza a tomar algo más que leche

La edad mínima para introducir la alimentación complementaria, a las 17 semanas, tiene que ver con el momento en el que la función renal y gastrointestinal están suficientemente maduras para absorber y metabolizar alimentos distintos a la leche, pero también porque el bebé ha alcanzado cierto desarrollo neurológico.

El niño consigue ciertos hitos madurativos a partir de los cuatro meses, por ejemplo la desaparición del reflejo de extrusión, que facilita la introducción de otras formas de alimentación diferentes a la leche.

Aunque cada pediatra tiene su ‘librillo’, en la actualidad la recomendación genérica sería que “no se debe introducir la alimentación complementaria antes del sexto mes si el bebé recibe lactancia materna y presenta un buen crecimiento”, guía la especialista.

Alimentos para crecer

Para los bebés que reciben lactancia con biberón, artificial o mixta, y a pesar de mantener patrones distintos de crecimiento, sería el mismo consejo, salvo que deberían empezar con los cereales.

La introducción del gluten en la dieta a partir de los cuatro meses, a los siete cuando el bebé toma leche materna, ha demostrado que previene la aparición en el futuro de diabetesmellitus y de enfermedad celíaca.

En cualquiera de los dos casos, “no es aconsejable demorar el inicio de la alimentación complementaria más allá de las veintiséis semanas o seis meses y medio de vida”.

Los estudios a nivel europeo demuestran que solo sería conveniente posponer la introducción de algunos alimentos “que puedan provocar problemas de intolerancia o alergia, como el huevo y el pescado, además de la proteína de la leche de vaca, que se debe ofrecer al año de vida“.

Todos los alimentos nuevos se incorporarán “de uno en uno” a la dieta del bebé, dejando pasar tres o cuatro días entre ellos, para que podamos percibir “si al bebé les sienta bien o mal”.

Aunque el orden de introducción de los alimentos varía en las culturas y el nivel socioeconómico, “es interesante que se introduzcan pronto alimentos ricos en hierro (carnes) y ácidos grasos poliinsaturados (pescados)”, resalta la pediatra.

En el caso de Julia, la alimentación complementaria no generó contratiempos y trajo consigopapillas que contenían “desde todo tipo de verduras hasta fruta tropical”.

Comer a lo ‘edwin’

Cuando el bebé empieza a tomar algo más que leche

La moda ha traído la alimentación ‘edwin‘ o autointroducida, es decir, en trocitos: Comer siempre alimentos con texturas, sin pasar a estado de puré. Se colocan diferentes pedacitos de alimentos variados en el plato y el bebé decide qué cantidades y lo que come.

Según los expertos, este método de introducción de alimentación complementaria tiene ventajas.

“Se ha demostrado que los niños que lo utilizan tienen menos aversiones alimentarias, se acostumbran antes a las texturas de los diferentes alimentos y aprenden a comer solos anticipadamente porque ellos mismos cogen los alimentos y se los llevan a la boca”, dice la pediatra.

Este tipo de alimentación, si el bebé se desarrolla de forma normal, también rebaja la ansiedad en la familia. “Tanto el bebé como los papás no están condicionados por cantidades de comida establecidas de antemano”.

Los bebés siempre comerán acompañados de un cuidador, se tiene que observar un cuidado especial ante posibles atragantamientos y nunca se empezará antes del sexto mes de vida.

“Los trozos de alimentos se tendrán que deshacer o triturar al golpear la lengua con el paladar. Siempre tienen que ser alimentos blanditos, y por eso evitaremos alimentos como el pan. Las verduras tienen que estar bien cocidas y las frutas, como los plátanos, las peras y las manzanas, maduras”, describe.

Julia usa ambos métodos. “Hacemos mezcla. Puré de verdura al mediodía y luego fruta, sin preocuparnos por la cantidad. A la hora de la comida o la cena, si ella está despierta, la la sentamos a la mesa en su trona. Acercamos unos trocitos de comida a su plato para que pueda curiosear, para que se la pueda llevar a la boca y así probar las texturas. La verdad que estamos muy contentos; nos está yendo muy bien”, opina María Salmerón.

A los ocho meses ya pueden comenzar a masticar y a partir de los nueve o doce meses la mayoría de los lactantes tienen las capacidades manuales para alimentarse ellos mismos, beber de una taza y comer como el resto de la familia, solo con pequeñas adaptaciones.

También es importante saber que hay un período crítico para introducir alimentos sólidos grumosos. Si no se introducen hacia el décimo mes de vida aumenta el riesgo posterior de las dificultades en la alimentación.

Regreso… al pasado

Cuando finaliza la baja laboral por maternidad, trabajar fuera de casa y sacar hacia adelante a un bebé es complicado. Muchas veces nos planteamos si es necesario dejar a nuestro hijo en la guardería o al cuidado de alguien, ya sea familiar o no.

“Cada familia es un mundo y sus situaciones personales son peculiares. No hay una fórmula que valga para todos. Aún así, -dice la doctora- y si fuera posible, lo mejor es que el bebé tenga un único cuidador de referencia durante los primeros seis o doce meses de vida“.

La guardería debe ser una alternativa a partir de entonces “no por nada, ya que es un sistema de socialización fantástico, sino porque es una fuente de contagios y es conveniente retrasar la aparición de ciertas enfermedades”, opina.

Independientemente de la solución práctica que se adopte para su cuidado y si hay amor, el bebé será feliz y estará muy sano con sus padres, familiares y otras personas.

“Por eso -concluye- no hay que tener miedo a la introducción de la alimentación complementaria. Si se la dais en trocitos será como un truco de magia, visto y no visto en su boca“.

Fuente

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