Un ejemplo para todos: el abanderado rosarino que pudo más que los prejuicios

Un ejemplo para todos: el abanderado rosarino que pudo más que los prejuicios

Faltaba poco para que Emiliano empezara el primer grado y sus padres ya se habían recorrido casi todas las escuelas buscando que lo aceptaran como alumno. Las excusas de los directivos eran siempre las mismas cuando lo veían en su silla de ruedas y conocían de su enfermedad: «Para él no hay lugar».

Sin embargo en una de esas visitas, según publica este lunes el diario rosarino La Capital, divisó desde una esquina la torre de la iglesia San Casimiro. «Esa fue la escuela de papá, ¿Y si probamos ahí?», sorprendió con sólo 6 años a su mamá dándole fuerza. Ahora Emiliano López Cicero tiene 17, pasó a 5º del secundario con las mejores notas yes el nuevo abanderado.

Son las 5 de la tarde. Un vecino descansa en la vereda de Moreno al 5.000 y lo despierta un poco la curiosidad por saber quién toca timbre en la casa de la familia López Cicero. Sale Beti, la mamá de Emiliano. Y la charla se arma con Emi —como lo llaman cariñosamente—, su hermano mayor Francisco y su papá César. Sólo falta Guadalupe, su hermana de 9 años.

Beti toma la iniciativa y cuenta que su hijo nació con una atrofia muscular espinal tipo 2 (las consecuencias están en la falta progresiva de movimientos y problemas respiratorios, entre otros). Nadie había advertido de ese padecimiento hasta que a los 6 meses su mamá intentaba sacarle sin éxito una foto con la cabecita asomándose por el moisés. «Y como las madres somos un poco hincha cocos, pregunté y pregunté hasta que llegué a la doctora María Cristina Macat. Ella se dio cuenta enseguida de lo que le pasaba», recuerda y sólo tiene palabras de agradecimiento para la neuróloga.

Unos mates dulces, con budín de vainilla y chocolate llegan a la mesa de la mano de Francisco para acompañar la historia. El paso por el jardín de infantes del barrio está lleno de buenos recuerdos. No ocurrió lo mismo cuando tuvieron que anotarlo en la primaria. «Me he recorrido todas las escuelas y colegios de la zona sur. Hasta el ADN del gato me pidieron, pero nunca tuvieron lugar para él», dice aún dolida su mamá.

La historia cambió cuando llegó a la Escuela República de Lituania de la congregación de los Padres Marianos de la Inmaculada Concepción.Mabel Curti y Edith Daj, la directora y vice en ese momento, lo recibieron con un «Bienvenido Emiliano».

«Es dulce y muy inteligente, tengo los mejores recuerdos. Es mi pollo», expresa Edith, ahora directora, mientras sostiene un manojo de regalos que le terminan de obsequiar en el acto de fin de año. Junto a otras maestras ocupa un lugar de privilegio en la familia López Cicero:»Hicieron de todo para que no se sintiera distinto».

Emiliano terminó el 7º grado como escolta. Habla de sus maestras queridas, pero más de sus compañeros. Nombra a todos, con alguna mención especial para Damián, Daniela, Belén, entre otros.

Si tiene que elegir una materia es matemática. Y si tiene que hablar de fútbol, solo tiene un nombre: Rosario Central. «Ahora andamos mal, no hay un buen equipo», opina sobre el momento canalla. Mientras conversa muestra la medalla que acaba de ganar su equipo dePowerchair Football (Fútbol en sillas de rueda) a nivel nacional. Sueña con conocer Nueva York y Disney, «donde hay juegos para personas discapacitadas».

La maestra Edith fue la mano indispensable para que el nivel secundario lo tuviera de alumno. Las buenas notas y los logros fueron mérito propio de Emiliano: «Era todo nuevo, como empezar de cero. Pensaba cómo me iban a ver los profesores o calificar si no llegaba a terminar a tiempo. Pero después me di cuenta que con hablar ya está. Ellos me preguntaban qué puedo hacer y qué no. Hablando te entendés».

Comenzó el secundario y su presencia ayudó a despejar los fantasmas y miedos a lo distinto. «Lo diferente asusta, lo primero que te hace ver son las restricciones», reflexiona el director del Colegio Nº 3.133 Reverendo Padre José Margis, Miguel Angel Germán.

Y la escuela se adaptó a Emiliano: el salón de la secundaria ubicado en la planta alta pasó a la planta baja, también las clases de informática y la biblioteca. Hasta tiene un pupitre a la medida de sus necesidades. Escribe hasta donde puede y si se cansa, la participación es oral. A los compañeros no hay que decirles nada: se pelean por acercarle una hoja, hacerle espacio para que se traslade o acomodar su mochila. Son solidarios con mayúsculas.

«Cuando empezó la secundaria, Emiliano representaba un desafío, hoy es un logro», manifiesta el director sobre el reto que les tocó como docentes; y quien define a su abanderado como «inteligente, muy crítico, de mucho carácter y con una memoria prodigiosa».

El sostén. La familia es el sostén diario y esencial en esta historia de superaciones. César, el papá, es maestro y profesor de educación física. Enseña casi tres turnos diarios y los fines de semana maneja un taxi. La mamá trabaja en la casa, noche y día. Francisco (de 19) es técnico, estudia ingeniería industrial, hace reemplazos y es empleado en una fábrica. Es quien lo acompaña a la cancha, a los entrenamientos y a las fiestas.

En los planes de Emiliano está estudiar diseño industrial. Antes tiene que terminar el 5º año. «Sólo hay que tener ganas y una familia que te acompañe», revela como secretos para aprobar el secundario. También valora en esa meta contar «con profesores que motiven». Cita entonces a la docente de lengua, Graciela Barroso. «Me hizo gustar la materia. Ahora redacto y hasta leo más», discurre y menciona con placer a Pablo de Santis, Borges «que está muy bueno» y Cortázar «que es un poco complicado».

Desde que se enteraron que era el abanderado, sus compañeros le dicen «olfa». Mucho no le gusta la cargada, pero como sabe que es con cariño los perdona y hasta los ayuda en las materias que se llevan.

El día del acto de fin de curso estaba muy nervioso. «Son los nervios de estar ahí adelante, de hablar frente a todos». Para superar esa emoción, se puso de acuerdo con la abanderada saliente, Camila Cabral, para no ser tan formales en el momento del juramento. Y fue así. Usaron palabras cercanas, amorosas, mientras las familias estaban muy atentas y nadie ahorraba en lágrimas. Hasta Camila lo sorprendió y al pasarle la enseña le dijo: «Emiliano, te entrego la bandera de la patria a vos que sos un ejemplo para la juventud».

«Yo me siento como siempre, no me cambia ser abanderado. Pero se lo quiero dedicar a mi mamá y a mi papá. Sé que tengo que seguir estudiando y nunca bajar los brazos porque siempre hay algo para aprender», regala generosamente.

 

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