Pulcritud

La decencia y la pulcritud en la conducta son el único lujo que el hombre no necesita comprar con dinero. Juan B. Justo

En un mundo competitivo donde hay cada vez menos oportunidades laborales, debemos tener una buena presentación y lucir con buena disposición. Una persona pulcra es reconocida por los demás como alguien que se cuida, se quiere y procura estar sano. La pulcritud no solamente se refiere a la belleza, sino que con esta viene un sentimiento de estar a gusto con uno mismo.

Si usted fuera dueño de una empresa o de un lugar donde solicite empleados, ¿contrataría a una persona desarreglada, sucia, o con mal aspecto? Seria muy difícil, y así pasa. Cuando vamos a pedir trabajo, la persona que nos entrevista se fija en la actitud, en la puntualidad, en la seguridad de sus palabras y en su aspecto físico.

No se trata únicamente de la belleza, sino de su arreglo y limpieza. Una persona que no se arregla puede proyectar una imagen de depresión y falta de responsabilidad, incluso de una enfermedad mental. La falta de pulcritud también refleja una baja autoestima, pues cuando alguien se deprime pierde el interés por las cosas, incluso por si mismo.

Este valor también se aplica para otros aspectos, como el orden que tenemos en nuestras pertenencias y en la forma en que trabajamos. Una mente ordenada no puede dormir en un cuarto desordenado y sucio. Si realizamos trabajos y tareas pulcras, reflejamos el interés que le ponemos a estas actividades. Piense por un momento: ¿alguna vez ha perdido mucho tiempo buscando algo que debió dejar en determinado lugar pero por el desorden que tiene está oculto? Siempre es mejor mantener la casa ordenada, limpia y dejar cada objeto en su lugar para que nos sintamos bien.

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