«Lo que para unos es motivo de depresión, para otros es un impulso hacia el cambio»

«Lo que para unos es motivo de depresión, para otros es un impulso hacia el cambio»

La depresión no siempre es obvia. De hecho, algunas personas hacen todo lo posible para ocultar los síntomas de esta enfermedad a las personas que les rodean, ocultando el problema tan bien que ellos mismos apenas lo reconocen, y en muchas ocasiones es complicado identificar señales que nos ayuden a diferenciar entre tristeza momentánea o un sentimiento más prolongado: depresión. Existen diversos factores por los cuales se padece este trastorno, y un tercio se corresponde con la herencia genética mientras que los otros dos restantes vienen desarrollados por el ambiente.

Hablamos con la psicóloga de Top Doctors Olga Albaladejo sobre cómo saber si sufrimos depresión y si es el sexo femenino tiene más episodios de esta enfermedad que los hombres.

¿Ha notado que se han disparado las consultas por depresión desde que empezó el Covid?

Sí. Pandemia y confinamiento han destruido de forma repentina dos de las grandes ilusiones con las que convive el ser humano, que es invulnerable y que controla lo que le sucede. Como sociedad hace tiempo que relegamos la muerte a algo que sucede fuera de nuestro día a día, escondida en los hospitales.

Acostumbrados a mirar para otro lado, nos hemos visto desbordados por las noticias incesantes sobre el número de contagios y fallecidos; hemos temido por la posibilidad de sufrir nosotros el Covid o de que lo tuvieran nuestras personas queridas; y lo que es aún peor psicológicamente hablando, nos hemos sentido completamente vulnerables, mortales y sin ningún control sobre lo que sucedía.

Estar tanto tiempo en casa es lo que ha empeorado la situación…

Escondidos en nuestras casas y alejados de nuestro entorno social nos ha hecho posicionarnos física, mental y emocionalmente en modo supervivencia. Nos hemos acostumbrado a días iguales, mínima actividad física, escasa estimulación cerebral y muestras de cariño permisibles solo a través de las pantallas de ordenadores y tablets.

Pero todo tiene un precio. Para sobrevivir hemos entrado en un bucle en el que la depresión y la ansiedad son derivadas comunes. Cada vez hay más personas que acuden a consulta porque no saben salir de ese bucle, porque siguen teniendo miedo a salir a la calle, no tienen ilusión por nada, no saben dejar de sufrir por la muerte de un ser querido del que no se pudieron despedir, tienen crisis de ansiedad o angustia vital, síntomas de ‘burn out’ o perdieron su trabajo…

Ya antes de la pandemia se estimaba que en el 2050 la depresión sería el primer problema de salud. A nivel mundial afecta, al menos, al 10% de la población. En España, de hecho, solo en el 2017, aproximadamente tres millones de personas recibieron el diagnóstico de depresión. Considerando que en torno al 50% de las personas que la sufren no pide ayuda, podemos hacer nuestros propios cálculos.

¿Cómo definiría el estado depresivo a alguien que no lo ha vivido en su propia piel?

En realidad, el estado depresivo es más bien una forma de hablar coloquial en la que incluimos desde la tristeza a la depresión mayor. Sin embargo, nada tiene que ver un sentimiento de tristeza natural y adaptativo como resultado de haber perdido a alguien (o algo) a quien quería mucho, con una depresión mayor como enfermedad propiamente diagnosticada por un psicólogo o psiquiatra.

Los sentimientos o emociones surgen como consecuencia de acontecimientos concretos y nos permiten adaptarnos a la nueva realidad; nos mueven a la acción. Cuando su duración e intensidad son proporcionales a lo sucedido, hablamos de respuesta saludable.

En cambio si se prolonga en el tiempo ya se habla de depresión, ¿no?

Sí. Cuando se prolonga demasiado en el tiempo e interfiere con el desarrollo normal de nuestra actividad diaria, empezamos a hablar de un estado de ánimo deprimido. Ahora es cuando la persona empieza a mostrar síntomas que forman parte del espectro de la depresión: tiene insomnio, o duerme de más; le cuesta concentrarse y/o le da vueltas constantemente a las mismas ideas o sucesos; su ánimo oscila mucho a lo largo del día, o está permanentemente triste; no tiene energía, se aísla, etc. Seguro que sabes de lo que estoy hablando porque es también normal que todos hayamos vivido en un estado similar en diferentes momentos de nuestra vida.

Sin embargo, cuando este estado se mantiene en el tiempo y en la gravedad de los síntomas, entramos ya en una enfermedad propiamente dicha: la depresión. La depresión es un trastorno mental caracterizado por un bajo estado de ánimo y sentimientos de tristeza asociados a alteraciones del comportamiento.«Hay tantas depresiones como personas que la sufren». Olga Albaladejo , Psicóloga

¿Y puede ser hereditaria?

Aunque los avances en el campo de la genética pueden ayudarnos a desarrollar terapias dirigidas y personalizadas, lo cierto es que la depresión, como todas las enfermedades, es el resultado de la combinación de múltiples factores como los físicos, mentales, emocionales y ambientales/sociales que nos predisponen a sufrir según qué enfermedades.

La genética estaría entre los factores físicos, como también la presencia o no de ciertos neurotransmisores y hormonas, de otras enfermedades y de una determinada microbiota. Numerosos estudios hablan de la implicación de múltiples genes en la depresión, pero coinciden también en que la predisposición genética no comporta el que se desarrolle la enfermedad.

¿Es cierto que las mujeres tienen más probabilidad de sufrir depresión que los hombres?

Sí, prácticamente el doble. De hecho en el libro blanco de la ‘Depresión y el Suicidio’ publicado en 2020, se indicaba que el 14% de las mujeres españolas habrían sufrido un episodio de depresión mayor a lo largo de su vida frente a un 6% de los hombres.

No tenemos certeza respecto al porqué de estas diferencias, pero podríamos apuntar hacia tres factores principales: la influencia en el estado de ánimo de los ciclos hormonales; la educación y las diversas vivencias de hombres y mujeres en los diversos entornos socioculturales y una mayor predisposición de las mujeres a buscar ayuda cuando sienten que la necesitan (lo que llevaría a infradiagnosticar el número de hombres que sufre depresión).

¿Qué causas más comunes producen depresión?

Como comentaba antes, salvo que la depresión esté asociada a otras enfermedades orgánicas como el parkinson, la tuberculosis o el coronavirus, o lo sea ella misma, debemos contar con la conjunción de diversos factores predisponentes y desencadenantes.

Lo que para una persona puede ser motivo de depresión, para otra es un impulso para cambiar y disfrutar de su vida plenamente. Por eso, no deberíamos entender la depresión, ni ninguna otra enfermedad, como un hecho teórico y perfectamente clasificable según un sistema binario de causa-consecuencia. Hay tantas depresiones como personas que la sufren.

¿Y qué se necesita saber sobre esto?

Necesitamos conocer y profundizar en su historia familiar, en su salud, en sus hábitos de vida, en su personalidad y estilos de afrontamiento, tanto como en las posibles circunstancias estresantes que puedan haber desencadenado esa depresión.

Recordemos que no es lo mismo estar triste por haber perdido algo, o a alguien a quien se quería (familia, trabajo, mascota, salud…), que estar deprimido. Si se me permite una burda comparación, no es lo mismo tener un dolor en el codo por un sobreesfuerzo deportivo que tener una artrosis degenerativa; aunque la acumulación de sobreesfuerzos, pueda degenerar en una artrosis.«Diversas terapias psicológicas tienen una evidencia científica mayor que los medicamentos habituales» Olga Albaladejo , Psicóloga

¿Cómo sé si tengo depresión?

Acudiendo a un psicólogo para que realice el diagnóstico adecuado. Y eso es lo que está sucediendo con mayor frecuencia. Estamos dejando de autodiagnosticarnos para buscar la ayuda necesaria en el profesional adecuado. Por eso, afortunadamente, estamos rompiendo tabús y las consultas en psicología se están multiplicando.

También es importante que hagas el esfuerzo de no apostar por el medicamento de turno. Recordemos que los ansiolíticos y antidepresivos forman parte de los medicamentos más usados… y más inútiles. Salvo que efectivamente tengamos depresión y que esta sea por causas endógenas, la única forma de avanzar es aprendiendo a gestionar nuestra depresión, afrontando aquello que la desencadenó y creciendo con ella.

Diversas terapias psicológicas tienen una evidencia científica mayor que los medicamentos habituales. Sin embargo, es verdad, trabajarnos a nosotros mismos cuesta mucho más esfuerzo y compromiso que tomar una pastilla.

Pero antes de ceder a la comodidad, piénsalo bien. Pregúntate: «¿Tanto sufrimiento vale la pena? ¿Cómo quiero vivir el resto de mi vida ahora que el coronavirus me ha puesto de manifiesto que no es infinita?».

Las personas deprimidas, ¿qué esperan de su entorno?

Nada bueno. O en el mejor de los casos, nada. Precisamente una de los síntomas de la persona deprimida es la desesperanza. Se sienten tristes, vacíos, no encuentran placer en nada, ni la energía para acercarse a las personas y las cosas que antes les hacían bien. Se sienten inútiles, culpables o inapropiados y les cuesta concentrarse hasta para realizar tareas sencillas o tomar decisiones. Por eso también empiezan a tener pensamientos recurrentes sobre la inutilidad de la vida, o la muerte.

Es importante para las personas que están a su lado no tomarse estos síntomas como comportamientos malintencionados, entender que se trata de una enfermedad de la que el enfermo no es ni responsable, ni culpable y, por tanto, ayudarle a encontrar la ayuda profesional que necesita.

¿Qué hay que hacer para no deprimirse?

Ojalá hubiera una receta mágica para una pregunta tan compleja que ocuparía un artículo… o un libro entero. No deprimirse es una actitud ante la vida. Ante cada cosa que nos sucede tenemos un abanico infinito de posibilidades. Podemos decidir aceptarlas y aprender con ellas, o negarlas, rechazarlas, enfadarnos… o deprimirnos.

A menudo les pregunto a mis clientes: «¿Cómo se come un elefante?». Además de hacerles sonreír con esta broma de niños, mi intención es hacerles reflexionar sobre la importancia de abordar un problema por vez, de caminar paso a paso, de fragmentar lo que nos sucede en porciones que podamos gestionar. (No se me olvida, la respuesta al acertijo es «bocado a bocado»).

Es fundamental aprender a vivir con una actitud positiva, abordar lo que nos sucede de forma constructiva y asumir que todo es una oportunidad de crecimiento. Claro que no sería sano estallar a carcajadas ante la adversidad, o las situaciones dolorosas, pero como decía el Dalai Lama, no es lo mismo el dolor que el sufrimiento. El dolor es natural e irremediable, el sufrimiento es opcional.

Un psicólogo nos ayudará a aprender a vivir en positivo. Independientemente de nuestra edad o procedencia, siempre estamos a tiempo de trabajar por nuestro bienestar y empezar a ser felices.

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