«La vacuna para la esclerosis múltiple llevará la misma tecnología ARN que la de la covid»

Dionisio Fernández Uría (Gijón, 1957), neurólogo y coordinador de la unidad de esclerosis múltiple del Hospital Universitario de Cabueñes -la única que existe en la red pública asturiana-, nunca ha experimentado el síndrome del profesional quemado. «Me gustaba y disfrutaba con mi profesión». Pero cumplidos los 65, consideró que había llegado el momento de «bajar el ritmo», dedicar más tiempo a la familia y disfrutar de la vida.

-¿Lo de prorrogar no se lo planteó el Sespa o no se lo planteó usted?

-No me lo planteé yo. Te da pena porque es un momento en el que ves que estás al cien por cien de capacidad, de conocimientos y de experiencias para ir enseñando a los más jóvenes, pero de repente de un día para otro todo eso parece que no sirve. Nuestro sistema público es muy rígido, tienes que hacer lo mismo desde que empiezas hasta el último día, no te permite hacer otras cosas que te estimulan más.

-Si hubiera podido, ¿qué le hubiera gustado hacer?

-Dedicar menos tiempo a la clínica y profundizar más en la investigación. El problema es que esa labor la tenemos que hacer en nuestro tiempo libre.

-Me consta que sus pacientes le tenían en gran estima. ¿Pudo despedirse de ellos como le hubiera gustado?

-Pues mire, esta entrevista me va a servir de despedida porque, quizá porque soy muy sentimental, no fui capaz. Me veía echando la lágrima y sin poder trabajar, así que preferí no decir nada. Después de 35 años, estableces relaciones que van mucho más allá de lo profesional. Tenía pacientes que ya eran amigos.

-Pues nada, aproveche ahora…

-Ellos son los que te estimulan día a día. Ves un paciente que te preocupa y cuando llegas a casa te pasas la noche o el fin de semana estudiando cómo ayudarle. Así se crean unos lazos sentimentales especiales. Les tienes más cariño de lo que te imaginas y lo notas cuando los dejas.

-¿Con qué sensaciones dejó Cabueñes?

-Con una sensación agridulce. Me gustaba y disfrutaba con mi profesión. Al final, por eso decidí seguir pasando consulta unos días a la semana en la privada. A Cabueñes sigo yendo los martes y jueves a la sesión de primera hora. A los compañeros también se les echa de menos…

-Se le considera uno de los mayores expertos del país en esclerosis múltiple. ¿Hay ahora suficiente cantera?

-Sí, y cada vez más. Es una parte de la neurología que tiene muchísimo campo de investigación, hay muchísimos tratamientos nuevos que van a aparecer y eso hace que haya colegas que quieran seguir en el tema. Va a haber futuro y cantera seguro.

-Qué distinto de lo que fueron sus inicios en ese campo, ¿no?

-El cambio ha sido radical. Al principio era muy decepcionante. Podías ayudar con tratamientos para suplir las secuelas, pero no podías frenar la evolución de la enfermedad. Eso cambió a partir de 1995, cuando empezaron a salir tratamientos que demuestran que la enfermedad puede frenarse. Por desgracia, sigue habiendo casos de mala evolución pero en general el pronóstico ha mejorado clarísimamente.

-En Gijón eran unos 500 los casos diagnosticados…

-Sí, pero la frecuencia está aumentando tremendamente. De 65 casos por 100.000 habitantes que había en los años 90 se ha pasado a más del doble: no menos de 150 casos por 100.000 habitantes.

-¿Se puede hacer algo por prevenir la aparición de la enfermedad?

-Suplir el déficit de vitamina D. Otro campo que se abre ahora con posibilidades es el del virus de Epstein Barr.

-¿Qué virus es ese?

-El que con más frecuencia se encuentra en los pacientes con esclerosis múltiple. Un estudio muy reciente publicado en ‘Nature’ revela que hay treinta veces más riesgo de padecer la enfermedad en los que se infectan por este virus. El riesgo es mayor que el de desarrollar un cáncer de pulmón por el tabaco. Pero ese virus no es la causa de la enfermedad.

-¿La causa sigue sin conocerse?

-Claro. El problema es que en la esclerosis múltiple probablemente intervienen varios factores. Por un lado, hay una predisposición genética, que afecta a tu sistema inmunológico de defensa, y sobre ella actúa un agente externo. Uno o varios. Y ahí es donde entra el virus. Probablemente es uno de los factores fundamentales, pero tiene que haber más. ¿Por qué? Porque no todos los que tienen esclerosis múltiple se infectaron con este virus.

-¿Es habitual entrar en contacto con ese virus?

-Aquí, de la edad media adulta para arriba, casi el 90% ha tenido ya algún contacto con el virus y, sin embargo, no desarrolla la esclerosis.

-Me hablaba de las posibilidades que se abren con el estudio de ese virus. Continúe.

-Servirá para saber más sobre las causas de la enfermedad y, con una vacuna para este virus, quizás con los años también ayude a disminuir la frecuencia de la esclerosis múltiple. Ya hay varios laboratorios trabajando en la vacuna, que tendrá la misma tecnología de la de la covid, la del ARN.

-Hablando de la covid, ¿qué impacto tuvo la pandemia en la unidad de esclerosis múltiple y en los pacientes?

-Al principio fue un momento de gran incertidumbre para todos. No sabíamos qué iba a pasar, qué riesgo tenían los pacientes… Luego se fue viendo que no tenían ni más riesgo de tener el covid ni de sufrirlo de forma más grave. Incluso alguno de los tratamientos que estábamos utilizando les protegían. De las pocas cosas positivas que nos deja la pandemia es que las consultas que no requieran la presencia del paciente se pueden resolver por teléfono.

-Profesionalmente, ya no vivirá la ampliación de Cabueñes…

-La verdad es que nunca tuve la esperanza (risas). Las obras desde que se anuncian hasta que se hacen… Y todavía van a pasar unos cuantos años. Pero es muy necesaria. En Cabueñes hay una necesidad de espacio de consultas tremendo. El hospital se ha quedado pequeño.

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