Cuando el dolor nos impide comunicarnos

Bienvenidos a esta nueva sección que hemos nombrado “Hablar y escuchar”. En ella, tenemos como propósito compartir con ustedes información acerca de cómo podemos mejorar nuestras habilidades para comunicarnos con los demás, especialmente, cuando nos encontramos ante un destino especial.

Hoy, comenzamos con uno de los principales impedimentos que obstaculizan el desarrollo de nuestras habilidades de comunicación: es el dolor. Esta es una fuerza que llega a tener tal magnitud, que rápidamente se convierte en un candado que cierra nuestra capacidad emocional y con ello, se quedan trabadas nuestras posibilidades para entrar en contacto con los demás de manera eficaz. El dolor solamente sigue creciendo porque no hemos desarrollado estrategias que nos ayuden a disiparlo.

 

Les pongo un ejemplo. En 1997, me vi envuelto en una situación que me dejó como saldo la imposibilidad para hablar, leer y escribir. Tenía 22 años, colaboraba en una de las estaciones de radio más importantes de México y me comía al mundo a rebanadas. Por aquellos días, conocí a una persona de la que creí enamorarme y comenzamos una relación de noviazgo. Nunca imaginé que se convertiría en una pesadilla porque se trataba de un secuestro. Me habían confundido con otra persona que también trabajaba en la emisora y de la nada, me vi envuelto en un hecho absolutamente traumatizante. Estuve 100 días en cautiverio y si no hubiera sido por la intervención de un negociador, mi familia y otras personas que me aman, quizá no lo estaría contando ahora.

 

El hecho es que al volver a casa, había perdido la mitad de mi peso y me encontraba en los huesos. Estaba lleno de piojos y no podía hablar, ni leer, ni escribir. El dolor que experimentaba era tan grande que había perdido la posibilidad de comunicarme con el mundo. Ni siquiera podía llorar y ante lo que estaba viviendo, la única posibilidad que encontré para quedarme en la vida fue dedicarme a dormir. Poco a poco, gracias al enorme amor de mi familia comencé a recuperarme. Todos en casa cuidaban de mí. Fue mi hermana menor quien me colocó de nuevo frente a la computadora para comenzar de nuevo. Han pasado 15 años desde entonces y hoy gozo del extraordinario regalo de dedicarme de tiempo completo a escribir para personas, empresas y organizaciones con quienes comparto con alegría algo de lo mucho que la vida me ha dado en estos años.

 

Piensen ustedes, ¿hasta qué punto el dolor ha sido una fuerza capaz de impedir que puedan comunicarse efectivamente con sus parejas y sus hijos? A veces, no logramos escuchar y hablar con los nuestros debido a que la magnitud del dolor es muy grande; por ejemplo, cuando tenemos un niño con discapacidad, o en el camino de su vida, ha adquirido alguna limitación mayor. Como si fuera un guardián, el dolor cierra nuestros oídos y dejamos de escuchar porque ya no estamos disponibles para los demás. De igual manera, bloquea nuestras estructuras de pensamiento y con ello, la capacidad para hablar de manera asertiva, sencilla y amorosa. Por si no fuera poco, esto nos llega a doler tanto que dejamos de mirar la realidad como se nos presenta y preferimos inventar otra completamente diferente y menos dolorosa. ¿Les ha pasado? ¿Les resulta familiar?

 

Los invito a que juntos, generemos un espacio para reflexionar acerca de la importancia de superar el dolor para comunicarnos mejor. Los espero aquí, en la próxima entrega para continuar con el tema.

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