Al trabajar a distancia, las mujeres deciden quién se entera de su embarazo

Durante los últimos nueve meses he estado embarazada. Pero —en general— no he estado embarazada en el trabajo.El Times  Una selección semanal de historias en español que no encontrarás en ningún otro sitio, con eñes y acentos. Get it sent to your inbox.

Al inicio, cuando tenía náuseas, vomitaba en mi propio baño. Las galletas saladas se volvieron mis compañeras constantes, pero las mantuve alejadas del alcance de la cámara de Zoom. Un par de meses después, cambié de pantalones de mezclilla a pantalones elásticos sin que mis compañeros emitieran ningún comentario al respecto.

Y conforme mi bebé crecía del tamaño de un limón al de una toronja y luego a un melón, el recuadro por el que me ven mis colegas en las videollamadas mantuvo fuera de vista mi panza grande como una pelota de basquetbol.

Fuera de la oficina virtual, el personal de seguridad de un aeropuerto me regañó por osarme a levantar una maleta, las cajeras se portaban más amables de lo normal y los desconocidos me decían cuán grande, pequeña, ancha o arriba estaba mi barriga.

Pero cuando me conectaba al trabajo por las mañanas, de repente cesaban todas las menciones de mi cuerpo que crecía y de mi vida que habría de cambiar. Más bien, el trabajo era en lo que me enfocaba, de lo que hablaba y me preguntaban.

Mi intención no era ocultar mi embarazo de la mayoría de mis colegas. Simplemente no era un tema que surgía con frecuencia. Y me imagino que así les pasa a los futuros padres, a diferencia de la experiencia de las madres.

Para los padres en ciernes cuyos cuerpos no le anuncian al mundo un embarazo, resulta posible compartir con colegas cercanos las nuevas de un bebé que viene en camino y no hablar de ello en las juntas con los clientes.

Ellos quizá les digan a sus jefes sobre sus intenciones de tomarse una licencia parental meses antes de contárselo a colegas que no se verán afectados por su ausencia; cuando van por unos tragos pueden mencionar despreocupadamente que su bebé nacerá en una semana o darle una presentación a un grupo grande sin anunciarles a todos que han decidido agrandar su familia. Ya en mi segundo trimestre, mi esposo le dijo a su equipo que se tomaría su licencia de paternidad en una reunión semanal.

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Sí tú eres la persona embarazada, llega un momento en que ya no tienes esas alternativas.

Pero ese no es el caso de las trabajadoras a distancia, una categoría que se amplió hasta incluir a más del 42 por ciento de los estadounidenses empleados durante los primeros días de la pandemia, según la Oficina de Estadísticas Laborales.

Muchas mujeres embarazadas no pueden trabajar a distancia, y las que sí suelen sentirse afortunadas. No ir a una oficina significa que podrás evitar muchas de esas conversaciones incómodas (“¿Vas a amamantar?”) y que te soben la panza sin pedirte permiso.

También es una oportunidad para evitar esos favores bien intencionados que tú no pediste —como que te reduzcan la carga de trabajo sin consultártelo— cosas que a veces hacen que las mujeres se sientan menos capaces. En las fuentes académicas le llaman a este comportamiento “sexismo benevolente”.

No hay muchos incentivos para anunciar con torpeza un embarazo en medio de una videollamada: es habitual (aunque ilegal) pasar por alto a las mujeres embarazadas para aumentos de sueldo y ascensos, o alejarlas completamente de sus puestos de trabajo.

Asimismo, las investigaciones sugieren que las mujeres embarazadas suelen ser consideradas menos competentes, que necesitan más consideraciones y que están menos comprometidas con el trabajo en comparación con las mujeres que no tienen hijos, afirmó Eden King, profesora de psicología en la Universidad Rice que estudia cómo el embarazo afecta a las mujeres en el lugar de trabajo.

Los estereotipos como los arriba señalados también afectan a las mujeres ya con hijos —63 por ciento de las mujeres está trabajando cuando su hijo más pequeño es menor de 3 años, de acuerdo con el Departamento del Trabajo de Estados Unidos— pero el embarazo es una identidad más visible, opuso King. “Puede ser una característica física y el ser madres no lo es”, explicó. “Así que algunas de esas experiencias y expectativas quizá se vean agravadas”.

En las entrevistas realizadas para este artículo a diez trabajadoras a distancia embarazadas o recientemente embarazadas, varias mujeres afirmaron que no estar visiblemente en cinta en la pantalla de Zoom del trabajo les ayudó a sentirse más seguras y menos temerosas de lo que la maternidad podría significar para su carrera. Christine Glandorf, que trabaja en el sector de tecnología educativa y va a tener a su primer hijo este mes, dijo que, al igual que muchas profesionales que están a punto de ser madres o padres, le preocupaba que las expectativas que tenía la gente de ella en el empleo pudieran cambiar. El trabajo a distancia resuelve parte de esa ecuación.

“Es bueno que, literalmente, no esté a la vista de ninguna forma. Yo elijo si quiero que sea parte de la conversación”, indicó.

Meg Rashkin, que trabaja en una agencia de contenidos digitales, dará a luz a su segundo hijo a finales de marzo. No ha mencionado su embarazo a sus clientes, lo que le ha permitido evitar las interacciones incómodas que experimentó la primera vez, como cuando una persona con quien tenía una relación profesional le preguntó si había estado intentando quedar embarazada. “Puedo ir a una reunión con un cliente y hablar solo de negocios, y no tengo que decir nada sobre mi embarazo a personas que no conozco tan bien”, dijo.

En un estudio publicado en la revista Personnel Psychology en 2020, King y sus colegas pidieron a más de 100 mujeres embarazadas de diversos sectores que hicieran un seguimiento para ver si sus supervisores, sin haberles ellas pedido ayuda, hacían cosas como asignarles menos trabajo para que no se abrumaran y protegerlas de noticias desagradables.

Las mujeres que recibían más ayuda sin pedirla se sentían menos capacitadas en el trabajo, y era más probable que quisieran renunciar al empleo nueve meses después del parto.

“Entre más pasabas por esos comportamientos aparentemente positivos, pero que en realidad son benevolencia sexista, menos creías en ti misma”, resumió King.

Laura Little, profesora adjunta en la Facultad de Negocios Terry en la Universidad de Georgia, comenzó a estudiar el embarazo en el lugar de trabajo cuando hacía su doctorado en comportamiento organizacional, luego de percatarse de un cambio en el trato que recibió durante sus dos embarazos. Menos compañeros y profesores la incluían en proyectos nuevos, y algunos suponían que se tomaría menos en serio su carrera luego de convertirse en madre, afirmó.

Cuando le dijo a un profesor que estaba esperando a su segundo hijo, él le respondió que nunca obtendría un cargo académico titular. Un estudio que realizó con colegas, publicado en Journal of Applied Psychology en 2019, examinó este aparente cambio en el trato a las embarazadas.

Las mujeres embarazadas a las que se encuestó durante varios periodos para el estudio dijeron que recibieron menos estímulos para su carrera, como consejos sobre cómo desenvolverse en su organización, después de revelar su embarazo. Los futuros padres declararon haber recibido un poco más de estímulo después de dar a conocer que iban a tener un hijo.

Little conjeturó que, debido a las normas de género persistentes, aunque anticuadas, los empleadores quizá tengan una actitud hacia los futuros padres de “‘Eres el sostén de la familia, y ahora eres más serio, te vas a volver más serio porque vas a tener un bebé’”, mientras que las mujeres son más propensas a ser vistas como menos comprometidas con sus carreras una vez que anuncian lo mismo.

A pesar de que las generaciones más jóvenes son más propensas a decir que creen que las mujeres y los hombres deben recibir el mismo trato en el trabajo y en el hogar, las madres en relaciones con el sexo opuesto siguen encargándose de la mayoría de las tareas domésticas y del cuidado de los niños. Lo mismo ocurre con la licencia por baja parental. Aunque casi la mitad de los hombres apoyan la idea de un permiso de paternidad remunerado, menos del cinco por ciento se toma más de dos semanas.

En 2004, California puso en marcha un programa de permiso familiar remunerado que proporciona una parte del salario de los nuevos padres durante un máximo de ocho semanas. Aunque el programa ofrece la misma prestación tanto a los nuevos padres como a las nuevas madres, un estudio de 2016 descubrió que el incentivo alargaba el permiso que tomaban las mujeres en casi cinco semanas y el que tomaban los hombres en dos o tres días.

Esa era la disparidad cuando los nuevos padres tenían realmente la opción de tomar un permiso de paternidad pagado. La mayoría no la tiene. La baja remunerada sigue siendo poco frecuente tanto para los hombres como para las mujeres. Según la Oficina de Estadísticas Laborales, en 2021, el 23 por ciento de todos los trabajadores del sector privado en EE. UU. tenían acceso a algún un permiso de paternidad, frente al 11 por ciento de diez años atrás. Aunque el Departamento del Trabajo dejó de diferenciar entre permisos de maternidad y paternidad en sus datos hace más de 25 años, otras encuestas sugieren que los permisos remunerados son mucho más infrecuentes para los padres que para las madres.

Estas desigualdades son una de las razones por las que la diferencia salarial entre hombres y mujeres, incluso entre cónyuges, aumenta después de que las mujeres tienen hijos.

Si bien la oficina virtual es relativamente nueva, las mujeres llevan mucho tiempo pensando en cómo moldear la percepción de sus colegas sobre sus embarazos. En un estudio realizado en 2015 por Little, los investigadores entrevistaron a 35 mujeres sobre la experiencia de vivir un embarazo en el lugar de trabajo.

La mayoría de las mujeres, alrededor del 80 por ciento, admitieron que habían empleado estrategias como esconder la barriga, trabajar más para demostrar que estaban dedicadas a la empresa o evitar hablar de su embarazo. En la mayoría de los casos, su objetivo era que las vieran “igual” que antes de estar embarazadas.

Lo que ha cambiado con la oficina virtual es que es más fácil disimular el embarazo durante más tiempo, y las mujeres tienen más control sobre el momento en que informan a sus patrones que están esperando un bebé.

Ashlie Thomas decidió no mencionar que tenía unas 20 semanas de embarazo cuando la entrevistaban para un puesto a distancia de servicio al cliente en una compañía de software. “Si decidían no contratarme, no quería que fuera por mi embarazo”, comentó.

Después de que le dieron el empleo, Thomas esperó hasta que tenía unos siete meses de embarazo para notificar a su jefe que pediría una licencia por gravidez y pensaba avisarle a su equipo una semana antes de su fecha posible de parto. Anunciarlo tan tarde, dijo, la haría sentir que “he demostrado que puedo hacer este trabajo, que soy capaz, y ahora me siento cómoda de compartir esto contigo”. Pero nunca llegó a la reunión en la que pensaba dar la noticia. Esa mañana dio a luz a un hijo.

No todas las mujeres que han mantenido su embarazo al margen de las videoconferencias dicen haberlo hecho por miedo a la discriminación. Algunas de las mujeres con las que hablé para este artículo consideraron que la noticia era demasiado privada para compartirla con todos o que no querían exacerbar su propia ansiedad por la posible pérdida del embarazo.

Otras pensaban que sacar a relucir su embarazo sería una distracción para su trabajo o simplemente estaban contentas de llevar ropa cómoda y andar con un frasco de antiácidos sin que sus compañeros de trabajo las vieran.

Algunas mujeres también decidieron revelar su embarazo a sus compañeros de trabajo desde el principio, a pesar de trabajar a distancia. Jacqueline Kim Perez, que trabaja en una empresa de cadenas de bloques o blockchain, anunció su embarazo en una reunión de la empresa durante el primer trimestre porque esperaba que sus compañeros la apoyaran. (Lo hicieron).

Otra mujer, que trabaja como reclutadora —y que pidió que no se la nombrara porque no les había dicho a la mayoría de sus colegas que está embarazada—, reveló la noticia a su jefe antes de lo que le hubiera gustado, porque necesitaba cierta flexibilidad para lidiar con un embarazo de alto riesgo. A pesar de que la tranquilizó, tenía miedo de cómo reaccionaría él. La contratación de personal es un sector que se rige por las métricas, dice, y sus cifras se resienten por el cansancio y el tiempo que emplea en acudir a las citas médicas, lo que cree que podría afectar negativamente a su carrera, diga lo que diga su jefe.

Darle menos visibilidad a un vientre en expansión no es suficiente para compensar las carencias de estar en una organización que no te apoya, sobre todo si el embarazo entra en conflicto con el trabajo, como cuando las citas con el médico se empalman con las horas de trabajo, o la fatiga, la náusea y otros síntomas usuales del embarazo interfieren con las responsabilidades laborales. Además, retrasar el anuncio a toda la empresa no quiere decir que las mujeres sufrirán menos prejuicio una vez que sean madres.

De cualquier manera, la mayoría de las mujeres a las que entrevisté concordaron en que era agradable tener la opción de actuar más como los futuros padres cuando hablan de sus bebés en el trabajo. Cuando por fin empecé a dar la noticia a algunos compañeros durante el tercer trimestre, disfruté hacer comentarios de mi gran cambio de vida durante la jornada laboral, especialmente cuando este me daba una patada en las costillas. Al mismo tiempo, me alegraba poder elegir cómo y cuándo sacar el tema a colación.

A medida que las empresas convocan a la gente a volver a la oficina, menos personas tendrán esa opción. Pero hay una parte de la experiencia del embarazo en el trabajo a distancia que puede reproducirse fuera de línea, dijo King.

“Algunas mujeres sí necesitan ayuda, y algunas mujeres sí quieren consideraciones especiales”, declaró. Pero, “hay que preguntarles a las mujeres qué quieren y qué necesitan y no suponer que lo sabemos”.

Original.

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