A propósito de la autoestima

Hay quien llega a afirmar que el desarrollo emocional es más importante que el cognitivo. Y sin duda, los libros sobre inteligencia emocional, autoayuda, autoestima y confianza en uno mismo están llenando las estanterías de las secciones de psicología en las librerías. Sin embargo, no son éstos los mensajes que nos llegan, ni tampoco son los que siempre les llegan a nuestros hijos. A veces somos demasiado perfeccionistas o exigimos demasiado: Ya sea por la presión social a la que estamos sometidos, o porque pensamos que es lo mejor, el caso es que no siempre fomentamos la autoestima de las personas sobre las cuales tenemos alguna responsabilidad en su formación

¿Qué es realmente la autoestima y por qué es tan importante? ¿Por qué favorece el desarrollo armónico de las personas? Y en lo que aquí nos interesa, ¿por qué es tan vulnerable en las personas con síndrome de Down?

La autoestima es lo que uno se dice a sí mismo, es el modo en el que nos vemos a nosotros mismos. Es la dimensión afectiva de nuestra imagen corporal.

Ahora bien, el modo de vernos a nosotros mismos puede ser positivo o negativo, y depende tanto de la información que nosotros tenemos de nosotros mismos como de la información que los demás nos transmiten sobre nosotros mismos. Todo ello depende de las experiencias que hayamos tenido y, sobre todo, de que éstas hayan sido satisfactorias o no.

En la medida en que una persona tiene una autoestima alta, se siente valiosa y confía en sí misma. Pero también conoce sus limitaciones, sabe pedir ayuda y tiene afán de superarse, porque confía en sus posibilidades. Como consecuencia de todo esto, será feliz y transmitirá felicidad. Será emocionalmente sana.

Hace poco afirmaba una mamá: «Mi hija, cuanto más tonta sea, mejor, porque así será más feliz». Nos parece preocupante. La autoestima no tiene por qué ser mayor en las personas más inteligentes, pero seguro que es menor en las personas de las que no se espera nada, en las que no se confía y a las que nada se les pide.

A veces pensamos que si no pedimos tanto a nuestros hijos, si les facilitamos la vida, les haremos más felices. Pero las personas necesitamos sentirnos útiles. De hecho, uno de los factores favorecedores de la autoestima es la capacidad de ser autónomo. Cuanto más autónomos somos, más nos valoramos y más apreciamos nuestras capacidades, y más oportunidades tenemos para disfrutarlas. Y obviamente, también admitimos y reconocemos nuestras limitaciones, pero eso no es malo si sabemos equilibrar unas y otras.

Las personas con síndrome de Down nacen con una serie de características que las hacen más propensas a crearse una imagen negativa de ellas mismas. Existen muchas cosas que no pueden hacer como el resto de los niños, jóvenes o adultos, se encuentran con más dificultades y además tienden a rechazar el esfuerzo al menos en etapas iniciales. Este último rasgo de su personalidad debe tenerse muy presente, tanto por parte de los profesores como de los padres para saber educar la motivación.

De ninguna manera debemos expresar o comentar delante de ellos nuestra frustración o disgusto o queja sobre ellos, pensando en que no lo van a entender. Muy al contrario, nuestros hijos con síndrome de Down son enormemente sensibles y receptivos a los mensajes negativos que podemos emitir, de viva voz o con nuestros gestos o nuestro semblante. Nada de eso es positivo, por el contrario, destruye su autoestima que nos parece tan necesaria para que terminen sintiéndose a gusto consigo mismos.

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