¿Qué es la depresión? Síntomas y cómo curarla

Depresión

Una novia que tuvo le dijo que lo que a él le pasaba era que «estaba enamorado de la tristeza». Y en aquel momento, le sirvió. «Yo me veía como uno de esos poetas sensibles que han venido a este mundo a sufrir». Pero la realidad se tornó menos poética: «Empezaron los problemas de rendimiento en el colegio, me notaba perezoso, como que me faltaba arranque. En la universidad empeoró, me sentía inservible, un bruto que no era capaz de pensar ni entender nada. El discurso se volvió más agresivo, nunca he tenido compasión conmigo mismo». Juan Carlos Rincón no es poeta, es abogado -aunque trabaja como periodista-. Y no ha venido a este mundo para sufrir, tiene depresión. «La primera vez que me vi representado fue en un cómic de internet en el que el protagonista contaba que no sentía nada». Atiende a la entrevista en una videollamada desde Colombia. Aquí es por la tarde y allí no llega a media mañana. «Las primeras horas del día suelen ser las peores», confiesa. Aunque hoy se le nota un poco aliviado, como si en esa nube negra que tiene sobre la cabeza se hubiese abierto algún claro. «Es como esa persona que sufre migrañas y, de repente, hay un rato que no le duele la cabeza. No está bien pero el alivio momentáneo le provoca cierta euforia». En ese rato encontramos a Juan Carlos. Acaba de publicar ‘La depresión existe. Guía para no causar daño cuando hables con una persona deprimida’ (ed. Vergara), un libro «escrito desde el dolor». Los títulos de los capítulos son esas frases que se dicen sin querer, pero que solo hacen más profunda la culpa y la tristeza. Aquí tres de estas expresiones desafortunadas.No estés triste»

«Esa frase es tan irritante… Suena como un acto de compasión, pero también como una orden, te sientes atacado. Además, es una simplificación muy peligrosa», advierte Rincón. Y propone una alternativa: ‘No puedo entender lo que sientes pero estoy aquí para acompañarte, no estás solo, mereces alivio’. «Esa sería una frase que me gustaría escuchar».

La tristeza que le asfixia es desesperanza y «se nota en los ojos y en el movimiento ralentizado del cuerpo», señala Antonio Cano, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés. «Es uno de los dos síntomas más característicos de la depresión. El otro es haber dejado de hacer cosas cotidianas, las labores de la casa, abandonar el cuidado personal, la relación con los amigos… Por eso es tan importante ducharse, limpiar la cocina, pasear, comer aunque sea sin hambre…».

Pero, ¿cómo hacer todo eso «cuando te cuesta vivir»?, pregunta Juan Carlos. Ana González Pinto es presidenta de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental y por su consulta han pasado «personas que no se podían levantar de la cama, ni cuidar de sus hijos, ni comer, que no eran capaces de ir a trabajar».

Así se siente una persona deprimida

Rincón no ha faltado un solo día -es editor de la sección de opinión del periódico ‘El Espectador’- pero cada mañana tiene que enfrentar la misma ‘rutina’: «Me despierto y siento un temor abstracto. Durante años me costó incluso mirarme al espejo, pasaba semanas sin hacerlo y salía a la calle mal afeitado, la ropa mal combinada. Te abandonas porque te cuesta todo, responder a un email, celebrar tu cumpleaños. El mío ha sido hace poco y me ha generado mucha ansiedad recibir los mensajes de felicitación».

Él pasó años sin poder ponerle nombre a lo que le pasaba, de una consulta a otra. «Las enfermedades mentales son complejas, no es como si te rompes una pierna. Cuando la falta de apetito, el insomnio, la ansiedad, el estrés, la tristeza… se alargan más allá de dos semanas hay que pensar que algo falla», orienta la psiquiatra. Una advertencia. «No hay que confundir la depresión con el duelo de una pérdida. Eso es normal y, desgraciadamente, hay que sufrirlo. Hay que darle tiempo», añade el psicólogo. «¿Por qué estás así si lo tienes todo en la vida?»

En el caso de Juan Carlos ese ‘todo’ es «un buen trabajo, un hogar, personas que me quieren, buena comida, dos gatas preciosas…». Así que esa pregunta le suena a «martirio» porque le hace sentir «un maldito desagradecido». «La depresión no puede entenderse en términos de lo que se tiene o lo que no. Eso es ningunear la enfermedad».

Considera la psiquiatra que es un mal «global» y que tiene «mal diagnóstico». «Hay una parte de desajuste químico. Nos falta tecnología para poder hacer una resonancia a una persona y afirmar: ‘Le está fallando este núcleo’. Pero si analizamos cien resonancias magnéticas de pacientes con depresión y las superponemos con otras tantas realizadas a personas sin depresión se verán alteraciones sutiles en el funcionamiento de algunos neurotransmisores. Y, a nivel sanguíneo, se detecta un incremento de parámetros inflamatorios», explica la especialista.

Esta es la parte «biológica», pero la depresión (y la ansiedad, las somatizaciones) también se manifiesta a nivel de malestar físico -problemas de sueño, de apetito en el sentido de comer más o todo lo contrario porque se cierra el estómago, trastornos gastrointestinales, tensión muscular y dolores articulares, molestias menstruales y durante la relación sexual…- y de afecciones de la vida social: «Perdí muchas relaciones. Entendían mi actitud como un capricho, me consideraban arrogante, ‘este tipo se cree mejor’… Así que me encerré en el ordenador». «Eso son las pastillas, no deberías tomar esas cosas»

«La depresión y sus síntomas son una tormenta en medio del océano y el rol de los medicamentos es reforzar el bote en el que estás». Con esta metáfora aborda el autor del libro el controvertido asunto de los antidepresivos.

– ¿Hay miedo a medicarse?

– Es un estigma del pasado que hay que quitar. Los fármacos producen una serie de modificaciones y equilibrios que contrarrestan ese desajuste químico. Lo que no quiere decir que siempre haya que recetarlos. Si una persona siente un cierto malestar pero no llega a ser una enfermedad, si nota tristeza pero no le impide hacer una vida normal… Probablemente le sirva ir a un psicólogo o hacer ejercicio o apuntarse a yoga. Son buenas herramientas. Otras veces basta la psicoterapia, pero, en ocasiones, la persona está tan grave que no se puede ni concentrar en hacer terapia y hay que aliviar ese sufrimiento con fármacos -señala Ana González Pinto-.

Terapia, siempre, coinciden los especialistas consultados. Antonio Cano participó en un ensayo clínico en atención primaria con más de mil pacientes que sufrían depresión, trastornos de ansiedad o somatizaciones. «Durante tres meses la mitad del grupo fue atendido solo con visitas al médico de cabecera y la otra mitad asistió a siete sesiones grupales con un psicólogo clínico para trabajar el entrenamiento en el manejo de las emociones. Las personas que habían ido a terapia mostraron una recuperación ‘confiable’ tres o cuatro veces mayor que quienes no fueron tratados por el psicólogo». Para esta medición se basaron en el cuestionario para depresión PHQ9, un test de nueve preguntas que permite una evaluación del paciente. «Tras la terapia, esas personas descendieron 6 puntos en el cuestionario».

Original.

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