¿Pareja dispareja?… ¿Quién dijo?


La Asociación Venezolana para el Síndrome de Down realiza un gran evento formativo cada noviembre y
complementario a lo académico, habilitan toda una galería de mesones que ofrecen a organizaciones sin fines de lucro para exponer sus programas, servicios y/o productos.

Es así que año tras año Paso a Paso ocupa un espacio en ese «Bazar solidario». Allí vendemos nuestras compilaciones de artículos y sobre todo, allí nos reencontramos con viejos amigos y conocemos a muchos nuevos.

Este año sucedió algo curioso. En uno de los recesos, momentos en que los Stands se colman de visitantes que curiosean o compran, se nos acerca un joven para examinar nuestros libros. Algo en su fisonomía me llevó a sospechar que pudiese tener síndrome de Down. Sin embargo, no pude precisarlo y me pareció algo curioso que estuviese revisando libros sobre Trastorno de Atención y Autismo.

Al rato una querida amiga, directora de un colegio especializado en la inserción laboral de adultos con
discapacidad intelectual, se me acerca y me dice, muy animada… «Angela, sabes que hay acá un joven con
síndrome de Down que asiste al congreso como profesional y viene acompañado por su esposa, sin necesidades especiales. Creo que amerita una entrevista para tu boletín.»

Claro que me interesa, le respondí. De inmediato tomé mi libreta reporteril (siempre al alcance de la mano), un bolígrafo y salimos en búsqueda del joven, quien resultó ser aquel mismo señor que se había aproximado un rato atrás. ¿Recuerdan?

Allí mismo, en medio del bullicioso tráfico humano del congreso, libreta y bolígrafo en mano, me puse a tomar los apuntes que hilvano a continuación…

Manuel Buitrago, 29 años. Trisomía 21. Residente de la ciudad de Barinas. Oriundo de San Cristóbal. Tiene una hermana mayor y dos hermanos «por parte de papá».

Su esposa se llama Carmen Eugenia (le dicen Eugenia), es arquitecto, tiene 31.

Manuel asistió durante años a colegios regulares en Barinas. Hizo siempre deportes, destacándose en el Basket. Terminó su bachillerato y actualmente cursa la Especialidad de Dificultades de Aprendizaje en un instituto universitario de esa misma ciudad. Mientras culmina su carrera se desempeña como Auxiliar de Terapia Ocupacional.

Buscó y me presentó a su mamá, la señora Nelly Pérez.

Luego de cruzar algunas impresiones con ella comprendo en gran parte el éxito de su hijo. Es una señora dinámica, profesional de la educación y profesora universitaria.

Orgullosa me relata que «Manuelito se graduó de bachiller a los 21.» Luego empezó la universidad pero lo dejó para entrar a tiempo completo a McDonald’s, donde estuvo durante dos años, pasando por todas las áreas laborales dentro del restaurant. Seguidamente se desempeñó como Office Boy y luego como vendedor de respuestos en Chrysler.

Para esa época conoce y se enamora de Eugenia y le plantea a su mamá la posibilidad de mudarse con ella. «Mamá, Eugenia me pidió irme a vivir a su casa.» La Sra. Nelly no tuvo objeción, aunque sí le pareció curioso que Manuel se mudara con solo unas cuantas prendas de ropa, advirtiéndole además que no le tocaran nada en su cuarto… Hombre precavido, pensó esta humilde reportera!

Nelly comenta que al mes Manuel estaba de vuelta, por causa de un disgusto de esos tan comunes en parejas…

Nelly continúa relatando que al cabo de unos días se dio cuenta que Manuel andaba apesadumbrado. Le preguntó por qué la tristeza y Manuel le confiesa que Eugenia lo había llamado para que volviera y que lo estaba considerando.

Su mamá cuenta que fue allí que ella le dijo «Ud. se me va, pero se me va completo,» explicándole que todos tenemos defectos y como pareja tenemos que aceptarnos y respetarnos. «Eso fue hace dos años!»

Al año de estar viviendo juntos, Nelly volvió a aconsejar a su hijo. «Ud. debe casarse, m´hijo, ¿no cree?»

Manuel tomó en cuenta su recomendación y decidió proponerle matrimonio a Eugenia, quien feliz aceptó. El papá de Manuel insistió en organizarles una fiesta de matrimonio «tal cual hicimos con su hermana.» Invitaciones. Salón de fiesta. Recuerdos de matrimonio. Hasta apartamento renovado. Y ya llevan un año de casados.

En eso se acerca la propia Eugenia y con ella también conversamos. Le preguntamos sobre la reacción de su familia ante la relación y el matrimonio. «Pues fíjate que lo quieren mucho.»

¿Y que hay de tus compañeros de trabajo?, le pregunto.

Me confiesa que han habido algunas situaciones penosas pero las ha sabido resolver. «Uno de mis compañeros llegó a decirme si lo había pensado bien, que me estaba casando con alguien que no me representaba. Le dije que mi vida es mía y él no tenía nada que opinar al respecto. No niego que a veces ha sido difícil…Sin embargo, vivimos solos y felices. Como cualquier pareja a veces tenemos nuestros encontronazos, pero ¿quien no los tiene?»

En eso avisaron por altoparlante el reinicio de las conferencias y tocó terminar la entrevista.

Amigos, este es un cuento de la vida realísima. ¿Pareja dispareja?

Francamente no me pareció.

Se veían cómodos el uno con el otro, compenetrados, sonrientes. Y la Sra. Nelly, ni hablar!

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