¿Para qué un taller de computación para personas con discapacidad intelectual?


Para poder encarar esta pregunta, creemos que es necesario tomar posición definida sobre algunos temas que ponemos en debate:

El mito de la computadora.
En el trabajo con personas con discapacidad mental queremos desmitificar la idea de que la computadora reemplaza capacidades, cosas que debieran estar ahí pero que por un accidente no están. La computadora, en este marco, no es una prótesis. No puede ni debe usarse de tal manera en el tratamiento de las personas con discapacidad mental.

Esta idea lleva a imaginar a la computadora como una suerte de varita mágica que permite expresiones tales como: «todo es posible con la computadora.» No debatir o no clarificar sobre cuáles son las posibilidades y límites del uso de la computadora implica una suerte de defraudación a las expectativas y esperanzas de los participantes y de sus familias.

La salida laboral.
Esto tiene una relación estrecha con el punto anterior. Muchas de las familias suponen que la incorporación de la computadora en las estrategias pedagógicas implica que las personas participantes podrán utilizar lo que aprendan en una profesión o para ocupar un puesto de trabajo remunerado. En un gran número de casos, ésto no será posible.

Si nosotros nos oponemos a considerar a la computadora como una varita mágica; si consideramos que no debe usarse como una prótesis en el trabajo con personas con discapacidad mental o con severos problemas de aprendizaje; si pensamos que, en realidad, sólo algunas de las personas con quienes trabajamos aprenderán computación como una profesión o medio de vida, ¿para qué sirve un taller de computación para personas con discapacidad mental?…

En principio, trataremos de definir el contenido de la palabra taller en nuestro contexto, ya que ha sido utilizada para describir cualquier situación o contexto, por lo cual está como «gastada.»

Creemos que la organización en forma de taller implica privilegiar el proceso antes que el producto; dar espacio al movimiento, a la actividad, a la investigación y el descubrimiento; utilizar la flexibilidad de forma, la participación y la utilización de los aportes individuales; significa que las propuestas se adaptarán a los participantes, a sus posibilidades intelectuales, de relación social, a sus intereses y necesidades.

En segundo lugar, trataremos de responder a la pregunta del ¿para qué?

– Porque creemos que la computadora es una herramienta (en el sentido de continuación y ampliación de las capacidades humanas), al alcance de todas las personas;

– Porque sabemos que su utilización en un programa adecuado puede favorecer el desarrollo de los potenciales intelectuales y expresivos, estimulando el interés, la imaginación y la creatividad;

– Porque entendemos que las personas con las cuales trabajamos no deben estar marginadas del desarrollo tecnológico y que debemos contribuir a la ampliación de su mundo de intereses y de relaciones, favoreciendo así su integración social;

– Porque estamos seguros que elaborando un plan de trabajo real y personal, dejando a las personas explorar, experimentar, hablar de sus necesidades e intereses, proponiendo actividades que respeten sus posibilidades, no estaremos agregando frustración, sino placer, alegría y crecimiento;

– Porque aquellos que pudieran acceder a salidas laborales necesitan una metodología y una práctica especial que les ayude a desarrollar todas sus posibilidades.

Deberemos definir un campo teórico que funcione como un marco referencial y justifique la selección de las actividades que se efectuarán:

Creemos en una ideología de trabajo basada en las teorías del constructivismo y del desarrollo psicogenético. Todas las estrategias que se implementen, la modalidad de abordaje que se imprima a los programas, todas las propuestas que se hagan, deberán partir de esta definición.

Cabe señalar que una ideología del constructivismo, del cual hay varios representantes, a muy grandes rasgos, tiene como base común el convencimiento de que el alumno construye su aprendizaje y que la misión del docente es ayudar, guiar y crear las mejores condiciones para que el aprendizaje pueda darse.

Desde ese lugar, el docente ya no es un transmisor de contenidos, sino un organizador de situaciones de aprendizaje (experiencias durante las cuales pueda observar lo que el alumno va aprendiendo) y un facilitador del mismo, partiendo de las estructuras de aprendizaje que el alumno va construyendo, ayudando a incorporar los nuevos contenidos.

Es así que dentro de este marco teórico, las actividades deben:

– tener en cuenta los niveles de conceptualización, los intereses y las necesidades de cada uno de los participantes;

– facilitar la adquisición o el acrecentamiento de los elementos de lecto-escritura y cálculo;

– desarrollar la capacidad de abstracción;

– estimular la construcción de relaciones;

– proponer caminos alternativos y diversos para resolver situaciones problemáticas;

– ayudar a construir estructuras de aprendizaje flexibles y dinámicas para evitar las conductas estereotipadas o perseverantes;

– inducir al uso del tiempo libre de manera creativa y útil.
Evidentemente el referirnos a la necesidad de respetar los intereses y necesidades del alumno y su nivel de conceptualización requiere del docente o facilitador conocer cuánto sabe él del mundo, cómo son sus formas de comunicación, su capacidad de generalizar sus experiencias, cómo se relaciona con los objetos (incluidas las personas).


El hecho de trabajar con la computadora compromete e involucra muchas operaciones intelectuales. Por Ej. Dirigir y coordinar el movimiento horizontal de un mouse (ratón) al resultado de un movimiento vertical en la pantalla del monitor, no es una tarea fácil. Muchas personas que comienzan a trabajar con un mouse dan testimonio de ello. Por este motivo debemos facilitar su utilización, por ejemplo, con atriles, colocando el mouse en planos inclinados paralelos al monitor; empleando un mouse del tipo que no se desplaza (tipo «easy-ball» de Microsoft o de Genius); o adecuando adaptaciones que permiten provocar cambios en la pantalla mediante un solo click en una superficie. El uso de estos elementos y de los programas adecuados partirá de estas primeras aproximaciones a la realidad del niño.

Otro concepto intelectual complejo es hallar la relación entre la acción que se está ejecutando y su resultado en desarrollo en otro lugar. Es éste el caso de hacer una acción en un teclado, por ejemplo, y relacionarlo con los resultados que se observan en la pantalla. Generalmente los chicos aceptan ésto como natural pero el nivel de la complejidad de acciones que puedan realizar y relacionar nos irá dando la pista de su capacidad de aprendizaje y las experiencias que pueden ofrecérsele.

Otra situación que responde al nivel conceptual y que se presta a diversas opiniones es la utilidad de programas autocorrectivos en personas con discapacidad mental. Basado en nuestra experiencia personal, este tipo de programa no es el mas indicado para el alumno que carece de la habilidad de abstracción.

¿Por qué? Considere el caso de una niña de 12 años que con la computadora era capaz de sumar y restar, mientras no lo lograba empleando material concreto. Recuerdo que la maestra comentaba: «Si con la computadora puede, entonces soy yo.»

Analizando y observando bien el fenómeno, lo que sucedía era que la niña había aprendido la configuración del programa… es decir, por ejemplo, que si aparecía un pajarito, una cruz, otro parajarito y dos rayitas (P + P =) ella tenía que apretar el número 2 para conseguir el premio, lo cual era de su interés verdadero, y no el mecanismo de la suma. No opinamos que este tipo de respuesta sea conveniente y por lo tanto debemos permanecer alertas y no dejarnos engañar por los programas autocorrectivos.

Resumiendo lo expuesto anteriormente y en vista a los argumentos presentados, recomendamos definir un campo que trace caminos para la acción práctica, teniendo en cuenta los siguientes aspectos:

– realizar un diagnóstico individual y personal para elaborar los proyectos de trabajo;

– no utilizar programas autocorrectivos, para estimular la tendencia a la perseveración;

– la relación alumno-docente es la base del proceso de aprendizaje;

– permitir la exploración y la experimentación, incluyendo la elaboración de elementos personales como dibujos, libros, juegos, etc.;

– durante la clase, alternar trabajos con la computadora y otros sin la computadora, con uso de material concreto y experiencias con el cuerpo;

– uso de programas variados que propongan sorpresas y ejerciten distintas capacidades.

Organización de un Taller de Computación para personas con discapacidad mental
En el caso de un taller de computación para personas con discapacidad mental, ¿cuáles son los elementos en juego que deben armonizarse?

Como se indicó en la primera parte de este artículo, entendemos que organización no es sólo la disposición física de los muebles y útiles, o los horarios de concurrencia de los alumnos. Esto resulta importante e interesa hacerlo bien, pero es dependiente de los objetivos que fijemos.

Ahora podemos empezar a definir los elementos que es necesario armonizar para que el taller sea realmente útil y pueda insertarse con provecho en las estrategias educativas. Estos elementos son, en orden prioritario, los siguientes: Los usuarios; Los objetivos; El personal; Los equipos y los programas necesarios; Los insumos.

Una vez definidos los usuarios como personas con discapacidad mental (lesionados, síndromes varios, otros) o con dificultades de aprendizaje, es necesario discutir y actuar sobre los objetivos del taller. Creemos que es aquí, en este lugar, donde se encuentra la dificultad para organizar con claridad el taller.

Es una situación cotidiana para los docentes que lo primero que surge como necesario ante cualquier actividad es fijar sus objetivos, ya que ésto nos permite planificar las líneas generales y poder evaluar su utilidad.

Esto que parece tan claro se torna confuso en cuanto se trata del taller de computación.

Los factores concurrentes a esta situación son varios, pero están todos basados en las subjetividades intervinientes, tanto del sector y de la institución como de los padres y de la sociedad en general, entre los cuales podríamos señalar:

a. El desconocimiento casi generalizado sobre la computadora entre los docentes y en el ámbito escolar;

b. Por consiguiente, los mitos y creencias con respecto a los límites, o mejor dicho a lo ilimitado de las posibilidades de la computadora;

c. Al ser la computadora un elemento prácticamente nuevo en las escuelas y en experimentación, los puntos anteriores permiten incluir cualquier tipo de fantasía o errores de información en cuanto a su uso y su potencial;

d. La incitación al consumo desde las empresas que fabrican computadoras y programas.

Otro factor importantísimo de confusión es el hecho (que encontramos en muchas escuelas), de que la computadora no llega como parte de una planificación institucional. Generalmente hay padres que consiguen donaciones o cooperadoras que consideran necesaria la presencia de las máquinas en la escuela. ¿Qué directivo puede resistirse a la seducción de tener en su escuela algo tan avanzado y de prestigio como es un taller de computación?

Entonces aparece la computadora, casi mágicamente, subrepticiamente, de puntillas, en el ámbito escolar… Y empiezan a pasar cosas…

– ¿Quién se encarga del taller? Bueno, dice tímidamente alguna de las docentes, yo sé algo… Bien, responde el aliviado directivo, ya tenemos al responsable del taller…

– ¿Dónde lo instalamos? Si tenemos la suerte de disponer de un lugar con luz, ventilación suficiente, sistema eléctrico actualizado, bien… sino, como hemos visto, se usa algún rinconcito en desuso, etc. etc.

En fin, todo se moviliza porque ya tenemos la máquina y se busca darle uso, y se comienza a improvisar. En este contexto, improvisar significa, por ejemplo, que no se calculan los otros gastos e insumos que son necesarios (programas, papel, cintas o cartuchos, disquetes, accesorios, mantenimiento, etc. y más etc.) y que sin ellos la computadora es casi inservible.


Empiezan a surgir algunos interrogantes que es necesario dilucidar o por lo menos plantear. ¿El taller de computación tiene objetivos propios dentro de la estrategia de promoción del alumno? En el caso de la debilidad mental, estos objetivos, ¿son diferentes a los estrictamente escolares, o complementarios?, ¿en qué sentido? Planteado de otra manera, ¿se va a enseñar computación o se va a usar la máquina como una herramienta en el proceso de aprendizaje?

Hay muchos otros interrogantes que aparecen a medida que se va intentando determinar objetivos.

Por ejemplo, en cuanto a los usuarios, ¿irán al taller todos los chicos de la escuela?, ¿debe concurrir todo el grupo escolar?; ¿todos los concurrentes disponen de la misma cantidad de tiempo?, ¿que concurra aquel que pueda aprender o que le será útil? Y ésto, ¿qué quiere decir?, ¿cómo se determina la utilidad?, ¿cuáles son los parámetros?

Esto nos lleva directamente al personal. ¿Cuál personal, con qué calificación? ¿Cuánto personal? ¿Qué necesita saber el docente a cargo del taller, cuál es su rol, cuál es su relación con el resto del equipo interdisciplinario?

¿Y el equipo necesario? En alguna escuela hemos encontrado que se debe usar la misma computadora con la que se realizan las tareas administrativas de la misma. Entonces se controla mucho su uso, se limita la posibilidad de experimentación por el miedo a que se rompa o a que se borren cosas, etc.
¿Cuántos equipos, qué configuración es la mejor? ¿Cuáles accesorios?…, ¿cuáles y cuántos son los programas necesarios, cómo seleccionarlos de toda la oferta?

Las respuestas a estas preguntas implican también el gasto que se está dispuesto o que se puede realizar, el esfuerzo económico necesario para que el taller de computación funcione adecuadamente y sea realmente útil.

Intentaremos definir los objetivos y conceptos que nos ayuden a elaborar respuestas, que no aspiran a ser únicas ni cerradas, sino que esperamos que sean debatidas, cuestionadas, enriquecidas para nuestra práctica profesional, ya que alrededor de los objetivos se integrarán y se acomodarán los demás elementos que habíamos señalado antes:

1. La computadora es una herramienta al servicio del desarrollo integral del alumno. Esto implica que a la mayoría de los alumnos discapacitados mentales no se les enseña computación sino que se utiliza la computadora para proporcionar alternativas de aprendizaje; se incorporan técnicas, se facilitan elementos distintos y se refuerzan anteriores adquisiciones.

El taller de computación debe estar comprometido, no con la enseñanza de lo que se entiende por computación, sino con el desarrollo general del participante, con el desarrollo de sus potencialidades intelectuales, de relación social y personal, de relación con las cosas y con el mundo.

Por lo expuesto hasta aquí, sostenemos la necesidad de que se trabaje en equipo en las instituciones, en conjunto con la maestra de grupo escolar, el gabinete psicopedagógico y el área de fonoaudiología.

2. Debe realizarse un diagnóstico individual que nos permita seguir y evaluar la evolución personal y un diagnóstico grupal que nos permita elaborar planes de trabajo adecuados, que sirvan de marco al trabajo individual. Esto implica que los grupos no deben ser numerosos y que debe haber suficientes equipos para que todos puedan realizar sus experiencias.

3. Debe permitirse la exploración y la experimentación, enfrentando situaciones problemáticas y proponer caminos diversos para resolverlas. Esto implica que en el taller debe trabajarse con y sin la computadora, con material concreto, haciendo un ida y vuelta permanente entre la realidad concreta y la realidad virtual. Asimismo, cada alumno de3be disponer y elaborar elementos personales tales como disquetes, dibujos, juegos, su carpeta, etc.

4. Ayudar a construir estructuras de conocimiento flexibles y dinámicas para evitar las conductas estereotipadas y perseverantes.

Esto implica la necesidad de disponer de una variedad extensa de programas, que ejerciten distintas capacidades, que propongan sorpresas, que no sean autocorrectivos y que la relación con la máquina se inscriba en un clima general de contención y afecto, ya que la base del proceso de aprendizaje es la relación docente-alumno.

5. Todos los alumnos de la institución deben tener la oportunidad de concurrir al taller de computación.

En este sentido propondremos algunas limitaciones que creemos necesarias para que realmente la tarea sea efectiva:

a. Los alumnos deberían tener un nivel mínimo de posibilidad de simbolización y capacidad de relación con los objetos.
b. Creemos contraproducente para los alumnos con características autistas o sicóticos el trabajo con la computadora.

6. Teniendo en cuenta los niveles de conceptualización, los intereses y las necesidades de cada uno de los participantes, se puede insistir en ayudarles a adquirir o acrecentar los elementos de lectoescritura y cálculo.


Autores: Gerardo Jelin y Liliana Volando
Sobre los autores. Gerardo reside en Buenos Aires, Argentina. Se ha especializado en computación educativa. Hace varios años que trabaja en el área de educación especial. Liliana es psicopedagoga. Gerardo y Liliana fueron co-fundadores del taller especial de computación motivo de este artículo.
Fuentes: Artículo publicado originalmente en el periódico argentino El Cisne.

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