México: Trastorno Bipolar, problema subestimado


Lo padecen 2 millones de personas y sólo la mitad reciben tratamiento

Aunque los tratamientos psiquiátricos y psicológicos de nuestros días permiten controlar a la mayoría de las enfermedades mentales, la población mexicana con trastorno bipolar, que es un padecimiento en donde el afectado sufre notables alteraciones en su estado de ánimo, que va de profunda tristeza a euforia incontrolable, continúa siendo víctima de marginación debido a falta de información, sistemas de atención y diagnóstico poco eficaces, políticas de apoyo casi inexistentes y prejuicios sociales todavía muy arraigados.

Así es el panorama general que describe Xóchitl Álvarez, directora de la Asociación Mexicana de Trastorno Bipolar A. C. (Ámate), quien explica que “la manera más fácil de solucionar el problema consiste en ocultar a quien sufre la enfermedad mental, pero ello no es, obviamente, lo más adecuado. Nos falta crear mayor conciencia sobre la naturaleza de este padecimiento para perder el miedo o vergüenza que genera y establecer redes de apoyo social más fuertes que permitan a los pacientes contar con la ayuda de sus seres queridos, en vez de vivir el rechazo ocasionado por desconocimiento”.

En entrevista para saludymedicinas.com.mx, la especialista juzga que el avance en la atención del trastorno bipolar en México se ha dado a pasos lentos y que sigue siendo un problema de salud pública casi ignorado por los planes gubernamentales, pues aunque “ha habido cierto avance en el sentido de que hay un poco más de información, además de que antes el diagnóstico podía tardar hasta ocho años y ahora se ha reducido a un promedio de cinco, vale decir que las estimaciones indican que la presencia de este problema en nuestra población es de entre 1.5 y 2%, que equivale a cerca de dos millones de personas, y que sólo la mitad de ellas reciben atención, en gran medida por la falta de recursos y programas destinados a salud mental”.

Origen multifactorial

Las investigaciones médicas y psiquiátricas han dejado claro que este trastorno afectivo o emocional, antes conocido como enfermedad maníaco-depresiva, se origina por alteraciones en la producción de neurotransmisores (sustancias empleadas en la comunicación de las células del sistema nervioso), y debido a ello se manifiesta con disturbios emocionales, como tristeza profunda y euforia que se presentan en forma alterna.

Al respecto, Xóchitl Álvarez describe que cuando el paciente pasa por una etapa depresiva “se siente triste e indiferente a las consecuencias que puede sufrir por suspender sus actividades, de modo que abandona su trabajo y deja de bañarse, además de que se siente irritable, ensimismado, y le molestan el ruido y la gente a su alrededor, por lo que comienza a aislarse”.

Paralelamente sufre alteraciones físicas como insomnio (falta de sueño) o hipersomnia (dormir demasiado), cansancio crónico, mala concentración, dolor y debilidad muscular (fibromialgia), padecimientos gastrointestinales y cambios en el apetito (comer mucho más o menos que antes) a tal grado que puede subir o bajar de peso en forma dramática (de 10 a 15 kilos en un mes). Por desgracia, refiere, estos síntomas causan confusión y los pacientes acuden primero a médicos que atienden su salud física y dejan de lado el aspecto emocional, y es por ello que en la mayoría de los casos deben pasar varios años para que se haga el diagnóstico acertado.

La especialista indica que los estados depresivos no generan grandes problemas a los seres cercanos, aunque puede haber alejamiento y desconcierto por el carácter irritable del enfermo; empero, “las dificultades serias vienen con la manía, que ocurre después. En esta etapa la persona se siente con más vitalidad y retoma su trabajo y forma de ser, pero al pasar el tiempo su agilidad mental y emocional se incrementa tanto que deja de dormir, a veces varios días, y se la pasa creando y ejecutando planes en estado de euforia o frenesí. Los familiares se alarman porque ven que no come, está hiperactivo, sale a caminar a medianoche y deja la puerta abierta, o los convence de hospedarse en un hotel porque dice que los están persiguiendo”.

A decir de Xóchitl Álvarez, hay pacientes que creen tener algún poder sobrehumano o piensan que son Jesús o la Virgen María, y que están en el mundo para cumplir una misión específica, como erradicar el hambre o la pobreza. Otros consideran que pueden hacer grandes negocios de la noche a la mañana, por lo que arriesgan o pierden el patrimonio familiar, y unos más se exponen a situaciones de riesgo, ya que no son capaces de medir el peligro e intentan defender a cualquier persona en la calle cuando juzgan que se comete una injusticia, retan a la policía o conducen imprudentemente. En grados extremos, cuando su ambiente emocional y social se encuentra muy deteriorado, tienen la energía suficiente para intentar el suicidio.

Aunque los procesos de depresión y manía pueden durar de 15 días a 6 meses, dependiendo de la gravedad del trastorno, explica que también pueden presentarse “episodios mixtos, mismos que se caracterizan por estados de tristeza por la mañana y euforia en la tarde del mismo día. Esto sucede cuando una persona lleva tiempo con el padecimiento y no ha sido tratada adecuadamente, o porque recurre al consumo de alcohol o drogas, que empeoran la enfermedad”.

Por otra parte, refiere que hay distintos condicionantes para desarrollar trastorno bipolar, por lo que se le considera una enfermedad multifactorial, siendo las principales:

* Predisposición genética. La enfermedad es más común en ciertas familias y en individuos en cuyos antecesores biológicos se registra un historial de trastornos emocionales, como depresión.
* Desequilibrio en la generación de neurotransmisores. No es un problema heredado, sino que aparece espontáneamente y desde el nacimiento; se caracteriza porque el paciente tiene problemas para producir sustancias como serotonina, noradrenalina, norepinefrina, dopamina y acetilcolina, que regulan los estados de ánimo del ser humano.
* Lesión neuronal. Sufrir un golpe o accidente a cualquier edad puede generar una alteración en los tejidos del cerebro y, de manera secundaria, ocasionar trastorno bipolar.
* Fisiológico. Consumo de drogas y alcohol perjudica las funciones neuronales y acentúa el riesgo en quienes tienen antecedentes familiares.
* Psicosocial. Un medio violento, estresante y opresivo en el hogar también es detonante en quienes tienen predisposición genética, de modo que el padecimiento puede manifestarse de manera más temprana, por ejemplo, desde la adolescencia.

Problemas para detectarlo

La directora de Ámate afirma que hasta hace poco el diagnóstico de trastorno bipolar se daba en personas mayores de 30 años, principalmente, pero en la actualidad se logra a edades más tempranas (19 a 25 años), lo cual es muy importante para prevenir situaciones de crisis y deterioro mental, social y productivo en la persona afectada.

Sin embargo, sostiene que su detección continúa siendo de las más difíciles no sólo porque sus manifestaciones se confunden con problemas de salud física, como se ha explicado, sino porque se parecen a las de otras enfermedades mentales. Aclara que “sobre todo en pacientes jóvenes es complicado distinguir esta enfermedad de otras condiciones, como déficit de atención (problema que genera excesiva actividad motora y dificultad para mantener la concentración), cambios de conducta comunes de la adolescencia o esquizofrenia (padecimiento que se caracteriza por ocasionar distorsión del pensamiento), pues se comparten varios síntomas”.

Por ello, explica, se requiere de cuidadosa observación del paciente para lograr su diagnóstico y explica que, por ejemplo, el trastorno por déficit de atención e hiperactividad afecta la capacidad de concentración, de modo que la persona con dicho problema actúa precipitadamente porque no es capaz de mantenerse quieta o de realizar una misma labor durante mucho tiempo, en tanto que el dinamismo exagerado que se llega a presentar en un individuo con trastorno bipolar partirá de su estado de ánimo y ocurrirá durante una etapa de euforia.

En cuanto a las alteraciones de conducta generadas en la adolescencia, especifica que éstas dejan entrever una forma de ser desafiante en que se tratan de romper los límites impuestos por los padres, además de que dicha actitud se mantiene de manera continua en el joven, en tanto que en el trastorno bipolar no siempre se busca retar a la autoridad, sin olvidar que se trata de una enfermedad cíclica, en la cual se alternan estados de euforia y tristeza.

También aclara que algunos episodios agudos de manía que llega a sufrir el paciente con trastorno bipolar generan delirios y sensación de ser perseguido o agredido, y que esto se confunde con alucinaciones (percepciones falsas de hechos amenazantes que parecen reales) propias de la esquizofrenia, lo que complica particularmente la detección.

Estos casos suelen ser atendidos por el psiquiatra, quien administra medicamentos para enfrentar el problema, pero una vez que se ha superado la fase crítica del evento se descubre que persisten alteraciones en el ámbito emocional, lo que no sucede en alguien con esquizofrenia. Xóchitl Álvarez aclara que, además, no se descarta la posibilidad de que haya pacientes en los que se presenten dos padecimientos de manera simultánea, por ejemplo, trastorno bipolar e hiperactividad, lo que también dificulta el diagnóstico.

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