Margarita…

 

En el proceso de inscripciones de nuevos alumnos en el Centro de Educación Especial que dirijo, se acercó hace poco una joven pareja solicitando información acerca de la atención que podríamos brindar a la hermana de la chica.

Pregunté cuál era el problema manifestado por la niña de la que me hablaban y la joven me comentó que tenía hidrocefalia y problemas motores.

Comencé a dar toda la información que requerían sobre los recaudos que deben presentar, el monto a cancelar, el seguro escolar, etc., etc. pero hubo un detalle que obvié preguntar: la edad; casi al final de la entrevista recordé este importante dato y cual no sería mi sorpresa que me dijeron que la chica tenía 31 años.

– ¡Caramba! – me excusé -, la edad máxima de nuestro Centro es de 16 años, lo más conveniente es que la joven acuda a un taller vocacional…..

La pareja desconcertada comenzò a darme una serie de explicaciones, pues ya se habían enamorado de nuestro Centro y de la atención que brindábamos, entonces me dijeron:

– Mire, ella tiene esa edad pero su comportamiento es el de una niña de 10 años, lo que ocurre es que tiene 9 años sin asistir a ningún centro educativo, entonces se deprime, pasa horas sentada en la misma silla, no quiere salir, nosotros necesitamos que tenga otra actividad, pues está muy triste…

Para no quedar mal debido a que el error fue mío, (debí preguntar antes que todo la edad de la joven), les dije que me trajeran la chica, con su mamá, para hacer una pequeña evaluación y determinar si podía estar o no en nuestro Centro. Esta evaluación la haríamos junto a la psicóloga.

Cuando traen a Margarita, me sorprendí nuevamente, ese rostro, esa sonrisa, esa mirada tan limpia….. yo la conozco, entonces recordé mi pasantía en Anapace, sería el año 1984. Cada una de nosotras, estudiantes del segundo semestre de psicopedagogía, debía trabajar con un niño, evaluarlo y presentar un informe. Una de mis compañeras escogió a Maragarita, pero todas nosotras nos encariñamos enseguida con ella, por su gran dulzura, simpatía, carisma, además de que siempre estaba sonreída…. si, esta chica era la misma Margarita de hace 20 años.

Mientras la psicóloga hacía la entrevista a la madre, mantuve una entrevista con Margarita:

– Yo creo que te conozco Margarita, ¿tu estudiaste en Anapace?

– Si. ¿Y cómo sabes que soy yo?

– (Dudé al responder)…. porque hace muchos años conocí una niña en Anapace, llamada Margarita y que se parece mucho a ti.

– Si. Esa era yo, yo estuve en Anapace.

– ¿Y ahora no vas a la escuela?

– No. Yo me vine de Mérida… y ¿tú trabajas aquí todo el día?

– No, yo estoy aquí hasta las 12:30.

– ¿Y almuerzas aquí o almuerzas en tu casa?

– Almuerzo aquí.

– ¿Y tienes hijos?

– Si, tengo tres hijos, un varón grande de 15 años, una niña de 12 y otra de 7.

– ¿Y pasaron de grado?

– Claro, pasaron con muy buenas notas…. pero cuéntame algo, ¿dónde vives tú?

– En las Mercedes

– ¿Y cómo llegaste hasta aquí, en taxi?

– Noooooo. Mi mamá tiene un carrito.

– Bueno Margarita, voy a hacer algo en mi oficina y ya regreso…..

– (Me tomó por el brazo), no te vayas, es que me siento tan solita, yo quiero conversar con alguien……..

Esta última frase me conmovió realmente: «me siento tan solita», su frase retumba en mi mente cada vez que rememoro la cara de Margarita.

La psicóloga me participa entonces que realmente el nivel de Margarita es superior al de los niños del Centro, sin embargo está muy por debajo de lo que se exige de ella en un Taller y considera que pudiera beneficiarse de nuestra escuela nivelando algunas nociones que ha perdido debido a la depresión por estar en casa y una vez ganado eso, poderla remitir a un Taller o a otro Centro que trabaje con adultos.

En definitiva: aceptamos a Margarita, siento que merece una oportunidad. Sin embargo al llegar a casa comenzó mi reflexiòn: ¿qué ha ocurrido con Margarita en estos 20 años?: una historia de ir y venir de una institución a otra, de las cuales egresaba por límite de edad, y ¿luego? Estar en casa, perder lo ganado y la depresión….

¿Qué estamos haciendo nosotros los docentes por mejorar esta situación?, ¿en qué ha cambiado la educación especial durante los últimos veinte años?, ¿qué esperamos de nuestros niños y niñas de hoy cuando sean jóvenes y adultos el día de mañana?, ¿estamos trabajando en función de qué?

Tuve mucho miedo de la gran responsabilidad que hemos tenido en nuestros hombros y del daño que probablemente hemos hecho, pienso también que la familia ha tenido muy poca participación, por ejemplo ¿por qué Margarita no tiene con quién conversar?, tiene hermanas, sabe hacer tortas y galletas.. son herramientas que Margarita pudiera haber aprovechado para tener una adultez más independiente y más feliz.

Una vez más siento que la Educación Especial requiere una inyección de adrenalina, para que trabaje a mil por hora, para que logre involucrar al grupo familiar, a la comunidad, a la sociedad….. Sé que Margarita no es un azar del destino, ella llegó a mi Centro para que nosotros reaccionáramos, para que pudiésemos ver el futuro y poder cambiarlo y mejorarlo…..

Gracias, Dios por ponerla en nuestro camino y te pido que nos ayudes a todos a tomar las decisiones más acertadas y a iluminar la manera en que todos los alumnos y alumnas que pasen por nuestras manos tengan una orientación acertada que contribuya a hacerlos mejores seres humanos…..

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