Logran una versión de un antibiótico común que evita el riesgo de sordera

Logran una versión de un antibiótico común que evita el riesgo de sordera

Una nueva versión de un antibiótico común puede eliminar el riesgo de pérdida de audición. Lo han desarrollado investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford (Estados Unidos). Se trata de una versión modificada de un aminoglucósido que funciona sin el riesgo de causar sordera o daño renal, efectos secundarios comunes. Los científicos, que lo han probado en ratones, esperan probar versiones del antibiótico modificado en seres humanos tan pronto como sea posible.

El tratamiento con aminoglucósidos, la clase más comúnmente utilizada de antibióticos en todo el mundo, es a menudo una necesidad para salvar la vida, pero –como detalla Infosalus– se estima que entre el 20 y el 60% de todos los pacientes que reciben estos antibióticos padecen sordera parcial o completa. Durante 20 años, y a pesar de los nuevos antibióticos alternativos, los aminoglucósidos se han mantenido como el principal tratamiento en todo el mundo para muchas enfermedades bacterianas, como neumonía, peritonitis y sepsis. También se utilizan a menudo cuando otros antibióticos han fracasado para tratar infecciones de origen desconocido.

«La toxicidad de estos fármacos es algo que aceptamos como un mal necesario», lamenta Daria Mochly-Rosen, directora de SPARK, un programa de la Universidad de Stanford que ayuda a los científicos en llevar sus descubrimientos del laboratorio a los pacientes. Su popularidad se debe, en parte, a su bajo costo, la falta de necesidad de refrigeración y la eficacia en el tratamiento de infecciones bacterianas en un momento en que la caída de la potencia de los antibióticos es un importante problema de salud pública. Se utilizan con frecuencia en las unidades de cuidados intensivos neonatales para combatir infecciones o incluso la amenaza de infecciones que representan un riesgo potencialmente mortal para los bebés.

«Si eventualmente podemos evitar que la gente quede sorda por tomar estos antibióticos, en mi cabeza, habremos tenido éxito», señala el coautor del Anthony Ricci, profesor de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello, cuyo trabajo se publica en The Journal of Clinical Investigation. «Nuestro objetivo es reemplazar los aminoglucósidos existentes por los que no son tóxicos», añade.

Durante décadas, los investigadores han buscado la manera de prevenir que los aminoglucósidos maten las células auditivas del oído interno. «Pero muchos enfoques han fracasado –explica Ricci–. El principal problema ha sido que si se tenía éxito en evitar que el medicamento matara las células ciliadas, entonces también se detenía su efecto antimicrobiano. El fármaco no funcionaba más».

Cuatro años de investigación para producir 5 gramos
El equipo de científicos implicado en este proyecto tardó cuatro años de investigación para producir 5 gramos del antibiótico recientemente patentado N1MS, derivado de la sisomicina, un tipo de aminoglucósido. N1MS cura la infección del tracto urinario en ratones igual de bien que sisomcicina pero no causó sordera, como demuestran los resultados del estudio. Su estudio presenta un nuevo enfoque prometedor para la generación de una nueva clase de antibióticos no tóxicos.

Ricci y Alan Cheng, los dos autores principales, unieron fuerzas en 2007 para explorar la idea de crear nuevas y mejoradas versiones de estos antibióticos en base a una idea sencilla pero revolucionaria nacida de la investigación en ciencias básicas de Ricci en la biofísica de cómo funciona la audición en el oído interno. Como los aminoglucósidos causan sordera al matar estas células pilosas que no se regeneran, Ricci planteó fabricar simplemente moléculas de fármacos que no puedan entrar en los canales de las células.

El objetivo, según Ricci, fue mantener las propiedades antibacterianas del fármaco intactas mientras se prevenía que entrara en los canales iónicos de las células del oído interno. Él y sus compañeros de investigación emplearon datos de los biólogos estructurales de Stanford para comprender mejor cómo los antibióticos luchan contra la infección.

Los investigadores hicieron nueve diferentes compuestos derivados de sisomicina, todos ellos significativamente menos tóxicos que la sisomicina en las células ciliadas cuando se probó en el laboratorio. Tres de los nueve eran comparables a la sisomicina en inhibir el crecimiento y matar las bacterias de E. coli.  Sin embargo, de los tres derivados, N1MS fue el más eficaz contra las bacterias y los investigadores lo utilizaron con éxito para tratar la infección de vejiga causada por E. Coli en un modelo de ratón, dejando intacta la audición. Los expertos también encontraron que, a diferencia del compuesto de origen, N1MS no era tóxico para los riñones.

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