Una imagen tan poco habitual como conmovedora. Wenzel, un niño autista que presenciaba la Audiencia General del Papa Francisco en el Aula Pablo VI, celebrada hoy, ha sorprendido a los más de 7.000 asistentes al subir al estrado y compartir unos entrañables momentos con Su Santidad y con dos de los guardias suizos que normalmente le escoltan.
El pequeño, que visitaba la ciudad pontificia con la asociación Ants Onus, que agrupa a padres de niños con autismo de Verona, ciudad donde reside con sus padres, no se lo pensó cundo su progenitores le retaron a ir a saludar al Papa.
«Wenzel estaba un poco aburrido y, sin esperanza de que fuera a hacerlo, le dijimos que si quería saludar al papa, que fuera. ¡Y no se lo pensó dos veces: se fue!», relató el padre del pequeño, que hizo lo que quiso con la complicidad del Papa Franscico, que le pidió a su madre que no se lo llevara cuando se acercó. «Si quiere jugar acá, déjalo», ha asegurado esbozando una sonrisa y ha aprovechado para interesarse por el caso de Wenzel, que padece un grado de autismo que no le permite hablar.
Indisciplinadamente libre
«Este niño no puede hablar: es mudo, pero puede comunicarse, puede expresarse. Y tiene una cosa que me hace pensar: es libre, indisciplinadamente libre. Pero es libre», ha bromeado ante las risas de los asistentes y visiblemente emocionado por la irrupción del pequeño. Un hecho que puede tildarse de inusual.
Y es que el Trastorno del Espectro Autista (TEA) es un trastorno del desarrollo neurológico que se manifiesta a través de deficiencias persistentes en la comunicación y en la interacción social, así como de patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento, intereses o actividades. Por ello, la naturalidad con la que Wenzel ha subido a saludar al Papa Francisco ha sorprendido incluso a sus padres, que no esperaban esa reacción.