La extraordinaria vida de tres hermanos ciegos

Libro

Tres hermanos ciegos viven en una granja del corazón rural de Gales a principios de siglo. Una trama tan extraordinaria que, en una novela, hubiera firmado el escritor más imaginativo, pero que Angharad Price (Bethel, Reino Unido, 1972) vivió como propia: los tres ciegos eran los hermanos de su abuelo. Price, metiéndose en la piel de su tía abuela Rebecca, hermana mayor de los protagonistas, ha querido recuperar esta historia en su novela ‘La vida de Rebecca Jones’, publicada ahora en España por la editorial Rata y que además, retrata un tipo de vida, la del campo británico a principios de siglo XX, que está llamada a desaparecer.

Pese a su ceguera, los tres hermanos «tuvieron una oportunidad en la vida», recuerda Price. Sus padres los enviaron a Londres, pero eso significó que Rebecca y su otro hermano, Robert, dejaran la escuela porque no había dinero para todos. «Ellos se tuvieron que poner a trabajar en la granja con 11 y 12 años y aquello marcó su destino para siempre», afirma.

Pero tampoco los hermanos que permanecieron en la granja se conformaron con un triste lugar en el mundo. Gracias a la comunidad religiosa pudieron acceder a libros. «En los lugares donde la religión era muy fuerte, incluso las clases más pobres tenían acceso a los libros de literatura y teología, lo que les daba un rico vocabulario y eso hace que Rebecca pudiera hablar y escribir de forma muy poética, muy literaria», recuerda la autora.

Además de la historia familiar, ‘La vida de Rebecca Jones’ sirve para descubrir el valle de Maesglasau, un lugar que «está igual ahora que hace cien años e incluso 300». «Es un valle verde, tranquilo, sólo se oye el fluir del arroyo y el balar de las ovejas, quizá puede que algún tractor. Aún se puede escuchar el eco de las vidas que ocuparon ese valle en el pasdo», cuenta la escritora, profesora en la Universidad de Bangor, en Gales, y autora de otro libro en galés, ‘Tania’r Tacsi’.

‘La vida de Rebecca Jones’ fue un gran éxito en Reino Unido pese a que la primera versión estaba escrita en galés, un idioma que apenas habla un millón de personas en las islas británicas. «No elegí el idioma, es mi lengua materna. Vivo en el norte de Galés, allí el 90% de la población lo habla a diario. De niña pensaba que todo el mundo lo hablaba. Puedo escribir en inglés pero sería como ponerme a tocar el piano con guantes. No sonaría como debe, yo no me sentiría igual. Sé que hay una dimensión política a tener en cuenta cuando escribes en un idioma minoritario, pero gracias a la traducción todos podemos comunicarnos y disfrutar de la riqueza de las distintas culturas. A pesar de que es una lengua con menos de un millón de hablantes y que tiene un vecino poderoso, el galés sigue ahí, es una lengua viva, con una literatura rica y llena de vida. Esta literatura sigue dando frutos hoy en día», culmina.

 

Original.

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