Todos los que lo conocen aseguran que cuando Javier llega a la oficina, el clima laboral cambia. Su grave voz se escucha por todos lados… prende la radio y a veces se pone a bailar. “Cuando él viene se genera un impacto positivo, te puedes olvidar del estrés o de tus preocupaciones”, comentan sus amigos más allegados.
Javier Moisés Chávez posee un rostro de niño a pesar de sus 30 años. Nació con autismo leve y su habilidad diferente no ha sido obstáculo para conseguir trabajo en diferentes centros laborales.
Desde hace diez años, se desempeña como auxiliar de oficina en Manpower, una empresa consultora de recursos humanos, que se animó a contratarlo gracias al apoyo del colegio Ann Sullivan, donde Javier estudia. Al principio ejecutaba actividades sencillas como llevar documentos o fotocopiar papeles. Sin embargo, con el tiempo decidieron trasladarlo al área de archivo, donde ordena los archivos del personal.
Una actividad que realiza con una precisión similar a la de sus compañeros.
Pero Javier quiere ser mejor y hacer más cosas para mejorar la productividad de la empresa. Comenta que estudia computación los miércoles para aprender a digitar datos en el sistema de archivo.
“Estamos muy contentos con su trabajo. Es un chico proactivo, siempre quiere aprender más”, señala Cynthia Sánchez, gerente de Recursos Humanos de la firma.
No es la primera vez que sus jefes reconocen su empeño. Hace diez años, cuando trabajaba en un supermercado, fue considerado en dos oportunidades como trabajador del mes. En ese entonces se encargaba del embalaje de productos y atención al cliente.
Con su sueldo ayuda en los gastos de su hogar y en la medicina de su madre, Zoila Chávez. Ella asegura que Javier es muy disciplinado y se levanta a las 5 a.m. todos los días. Prepara el desayuno y sale a tomar el bus desde su vivienda hasta su trabajo en Lince.
Hace poco, la empresa donde labora fue reconocida por el colegio Ann Sullivan por ayudar a personas con habilidades diferentes. Javier es un ejemplo de gran perseverancia.
