Escolares ciegos y de baja visión celebran integración con música

ciegos

Siente el bullicio de la gente en la jornada de inauguración. El bastón, en su mano chiquita, se apoya en la goma y el sonido, casi imperceptible, le indica que está en el lugar indicado.

Solo falta subir los cuatro escalones que separan la vereda del cobijo del antepatio de la escuela y ya está.

La maestra espera arriba, por las dudas, pero no hace falta, no es necesario.

Yésica —que todos los días llega desde Carlos Reyles, a 45 kilómetros de la ciudad de Durazno—, se desenvuelve naturalmente. Hoy, con 13 años, lleva consigo una ceguera que la acompaña desde que nació; pero un programa llevado adelante por la escuela N° 8, a donde concurre a clases para no videntes y baja visión, le brinda mayor ductilidad.

La escuela N° 8 inauguró la «Alfombra Inclusiva», un programa para que los niños y niñas no videntes y de baja visión que concurren a clases se sientan más cómodos al ingreso y egreso del local.

Se trata, literalmente, de una alfombra que busca ayudar a los niños con problemas de visión y darles un elemento de referencia al llegar y al retirarse.

De impecable túnica blanca y moña azul, se la ve sonriente como de costumbre, más ahora que tiene a su disposición ese sencillo pero necesario elemento que le brinda seguridad.

Los asistentes aplauden y hasta derraman alguna lágrima al observar la diminuta figura de la niña con semblante de mujer fuerte y decidida.

«A partir de ahora saben que al llegar allí, al tomar contacto con el elemento en el piso, están en la escuela», señala la maestra Silvia García.

Muchas personas de baja visión, como Martín Sánchez (30 años), se preguntan por qué no existen este tipo de elementos en lugares públicos como oficinas, bancos o ministerios. Señales de este tipo permiten un mejor desenvolvimiento de las personas con dificultades de visión o motrices, remarcan.

Música.
La escuela N° 8 está de fiesta por la inauguración (que comparten todos los niños por igual) pero también porque dentro de unos días termina el año lectivo.

A tal punto es la alegría en el lugar que en el patio central se forman coreografías en la que participan todos los alumnos.

Formando un dúo muy aplaudido, Yésica y Miguel (también no vidente) se animan a tocar instrumentos musicales, apoyados por un coro de compañeros.

El aula para alumnos de baja visión y ciegos de la escuela desempeña tareas seis horas diarias, de lunes a viernes, con dos niños no videntes y 14 con baja visión.

Son tres escuelas (N° 1, N° 8 y N° 9) las que abordan la problemática vinculada con la vista en la edad escolar en la ciudad de Durazno. La cantidad de niños que asisten con baja visión a las aulas es del entorno de los 30.

Yésica (13) y Miguel (12) viajan todos los días solos en ómnibus de la empresa Nossar. Así como Yésica vive en la localidad de Carlos Reyles, Miguel vive en Paso de los Toros, a 66 kilómetros al norte de la capital duraznense.

Los choferes y los guardas ya los conocen y mantienen un contacto fluido con ellos, desde que suben a la unidad de la mano de sus padres hasta que las maestras los van a buscar a la terminal de ómnibus.

Semáforos.
Durazno es considerada una ciudad «moderna» en lo relacionado con la inclusión de las personas discapacitadas. Desde hace una década, las aceras en plazas y esquinas del microcentro y su zona de influencia cuentan con rampas de acceso para personas con dificultades motrices.

Además, la intendencia ha incorporado semáforos sonoros para favorecer el pasaje de peatones con baja visión y ciegos.

Igual, queda mucho por hacer, relata Néstor Fernández, funcionario no vidente que trabaja en el Museo «Casa de Rivera». Fernández es uno de los promotores de las actividades de interacción entre la comunidad en general y las personas ciegas.

«Hay que seguir trabajando en aspectos vinculados al estado de las veredas», apunta. Asimismo, es necesario que la sociedad considere también los objetos «salientes» en las veredas como los portones, señala, porque «son peligrosos para las personas que no ven».

Son 15.000 los niños que no pueden ver
El Censo de Población de 2011 registró a casi 15.000 uruguayos entre 0 y 14 años

(14.769 específicamente) que tienen dificultades permanentes para ver, y que aun si usan lentes. Es decir, casi 15.000 bebés, niños y adolescentes en el país no logran ver bien aunque utilicen anteojos. El trabajo «La situación de niños, niñas y adolescentes con discapacidad en Uruguay», realizado por Unicef con base en datos del censo, determinó además que entre 3 y 4 de cada 10 niños en edades de 6 a 11 años nunca asistieron a una escuela o lo hicieron alguna vez pero luego la abandonaron. El 38% de los uruguayos con discapacidad no terminó la escuela.

 

Original. 

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