En torno a la esclerosis múltiple

Esclerosis múltiple

Hace pocos días tuve la suerte de conversar con un enfermo de esclerosis múltiple. Conducía perfectamente su automóvil; caminaba con cierta seguridad apoyado en su bastón y llevaba una vida casi normal, pero ya no trabajaba por cuenta ajena. Él me dijo:
«A mis cuarenta y cinco años advertí ya esta enfermedad y me quedé hundido. Pensé que pronto estaría condenado a una invalidez total. Luego me di cuenta de las posibilidades de no acabar así».

Los enfermos de esta dolencia, cuya causa no se conoce bien todavía, se encuentran hoy muy esperanzados; se unen y asocian poco a poco en muchas ciudades, y la perspectiva de una buena calidad de vida pasa cada día a ser mayor. Los distintos grupos buscan soluciones.

Se han dado cuenta de que el sesenta por ciento de las personas que sufren esclerosis múltiple son perfectamente válidas para el mundo laboral. Son varias las oficinas en España destinadas a la búsqueda de trabajo para personas afectadas por esta dolencia. La ocupación más frecuente desempeñada por estos enfermos es el tele – marketing y el secretariado. Me decían que en Barcelona, dentro de la organización, se han creado aulas de formación continua para ellos. Allí profesores especializados imparten clase; entrenan con tablas de gimnasia adecuadas; incluso se disfruta de una ludoteca para solaz de todos.

El señor Rueda – uno de ellos grandes animadores de este movimiento – afirma que se fundamentan en este principio práctico: «Ser escaparate para las empresas, no un gueto donde la gente acuda para que le solucionen la vida».
Hoy comprobamos que se puede luchar contra la enfermedad con medicinas, con coraje y fuerza de voluntad, con optimismo. ¡Y creando puestos de trabajo para distintas clases de enfermos!

Si miramos estadísticas, constatamos que la esclerosis múltiple la padece una persona por cada dos mil habitantes. Se están abriendo nuevos caminos para curar o paliar ésta y otras muchas enfermedades. Hace unas décadas este tipo de dolencias, y otros muchos de proceso muy lento, no tenían otra alternativa que la resignación y continua enclaustración en el hogar o en un asilo.

La iniciativa privada y la educación en la solidaridad están abriendo perspectivas halagüeñas en muchos campos. Es un signo muy positivo de nuestro siglo, al que a veces miramos a través de un cristal demasiado negro. Al mundo de los enfermos y de los marginados se le abren las puertas de la esperanza. Pienso que nuestros tiempos desarrollan un aspecto del Evangelio que en otras épocas ha estado más olvidado. Y ojalá no desdeñemos aquellos aspectos positivos que en tiempos remotos hicieron brillar nuestra fe. «Es preciso hacer esto, pero sin omitir aquello».

José María Lorenzo Amelibia
Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com

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