El fármaco que da esperanza a las personas con síndrome de Down: «Sería el primer medicamento capaz de tratarlo»

El síndrome de Down afecta a 35.000 personas en España y no tiene cura ni tratamiento farmacológico alguno, por eso, desde que se ha conocido el estudio español que asegura que la lamivudina, un fármaco para el VIH, puede mejorar algunos de sus síntomas, los teléfonos de la federación DOWN España no han parado de sonar. «Siempre que aparecen noticias de este tipo se generan muchas expectativas», reconoce a NIUS su director gerente, Agustín Matía. «Hemos tenido muchas consultas de familias y también de asociaciones interesándose por este avance científico».

Todos con la misma pregunta. ¿Podrá ayudar realmente a mejorar los síntomas de las personas con síndrome de Down? «Hay motivos para la esperanza, pero hay que tener cautela», indica Matía. «Se trata de una línea de investigación prometedora, pero aún está en una fase muy inicial, los resultados de mejora cognitiva solo se han comprobado en ratones, aún hay que probarlos en humanos«, destaca. «No sería la primera vez en la que han aparecido fármacos que funcionaban muy bien en animales de laboratorio y que luego no han podido aplicarse con efectividad en personas», señala.

Pero la noticia está causando mucho revuelo mediático porque podría revolucionar el síndrome de Down. «De confirmarse sus buenos resultados en humanos estaríamos ante el primer medicamento contrastado capaz de producir una mejora cognitiva en las personas que tienen este síndrome. Supondría un avance importantísimo», asegura el director de DOWN España.

En qué consiste el estudio español

Detrás de este estudio esperanzador se encuentra un equipo de científicos del Centro de Regulación Genómica (CGR) de Barcelona, liderado por dos mujeres, Mara Darssan y María Martínez de Lagrán, la segunda ha explicado a este diario por qué decidieron utilizar la lamivudina como diana terapéutica para el síndrome de Down. «Aunque es un fármaco que se utiliza para el tratamiento del sida, un antirretroviral, hace unos año una investagación de Estados Unidos (realizada en ratones) demostró que disminuía la respuesta del interferón y que esto tenía importantes efectos antiinflamatorios. Se sabe que las personas con síndrome de Down también tienen alterado el sistema inmune y por lo tanto una respuesta exacerbada a la inflamación. Quisimos comprobar si este fármaco antiinflamatorio podría ser capaz de mejorar la capacidad cognitiva en nuestros ratones«, detalla.

Los investigadores usaron modelos de ratón Ts65Dn, un modelo con síndrome de Down. Durante cuatro meses, los ratones fueron tratados con lamivudina, y otro grupo de control solo recibió agua. Posteriormente, se llevaron a cabo varios experimentos de comportamiento diseñados para evaluar las actividades motoras, memoria de reconocimiento y ansiedad.

Según los resultados del estudio, los ratones que recibieron lamivudina mejoraron su cognición ampliamente. «Además lo hicieron de forma bastante temprana», asegura Martínez de Lagrán. «Al mes de tratamiento ya se veía con claridad. Decubrimos que los ratones eran capaces de discriminar entre los objetos nuevos y los ya conocidos, algo que no eran capaces de hacer antes. Su deficiencia cognitiva mejoraba mucho», explica. «Y no solo eso, también se reducía su hiperactividad, que es otra caraterísitica de las personas con síndrome de Down, que tienden a ser muy nerviosas».

¿Tratamiento de futuro?

Para favorecer una vida independiente, la mayoría de las personas con síndrome de Down se someten a intervenciones psicosociales como la terapia de estimulación cognitiva, una de las únicas opciones de tratamiento disponibles actualmente ya que, por el momento, no existen intervenciones farmacológicas. Ahora, los resultados de este estudio apuntan a una posible vía de tratamiento con fármacos.

«El trabajo es muy interesante porque ha abordado una posibilidad nueva de tratamiento para el síndrome de Down«, arguye Castro Rivadulla, neurocientífico del Centro de Investigaciones Científicas Avanzadas y catedrático de Fisiología de la Universidad de A Coruña. «No va a curar el síndrome de Down, pero sí que puede aliviar algunos de los síntomas. Que la gente no piense que se les va a dar una pastilla y van a dejar de tener todos los problemas asociados a este síndrome, eso no va a pasar, pero sí les puede ayudar mucho».

«Lo que hace es actuar sobre una parte del genoma que está súper representada en estas personas, los transposones. Los transposones son unos genes que lo que hacen es andar saltando de una parte a otra del genoma, algo que puede tener consecuencias negativas porque puede activar determinados genes que deben estar inactivos, provocar mutaciones, o que genes que están funcionando dejen de hacerlo…. Está demostrado que hay determinadas patologías o determinadas situaciones en las que cuando se somete a las células a estrés, estos transposones se multiplican y empiezan a saltar más de la cuenta. Es lo que pasa con el síndrome de Down, la propia patología genera ese estrés celular y este aumento de genes saltarines», explica Rivadulla.

Como los retrotransposones presentan algunas similitudes con el VIH ya que, al igual que este virus, necesitan pasar de ADN a ARN, y a la inversa, para hacer copias de sí mismos. El personal investigador del estudio se planteó la hipótesis de que el uso de moléculas capaces de inhibir la replicación del VIH –como la enzima transcriptasa inversa– también podría funcionar para bloquear los retrotransposones.

«El primer paso ya se ha dado. Ahora hay que dar el salto del ratón al paciente, que es como un salto al vacío con tres volteretas por el aire«, añade Rivadulla. «Queda mucho trabajo por hacer aún. Pero ha demostrado la posibilidad de revertir alteraciones cognitivas muy complejas, como la memoria de reconocimiento de objetos, cuando los animales son tratados con el inhibidor de la transcriptasa inversa. También ha mostrado una nueva posible diana terapéutica, no solo para el síndrome de Down, sino también para otras patologías neurodegenerativas que deben ser exploradas, como el Alzheimer, abriendo por lo tanto nuevas líneas de trabajo», indica el neurocientífico.

Las personas con síndrome de Down tienen un mayor riesgo de padecer alzhéimer. «Mucha gente no sabe que la relación entre el Alzheimer y el síndrome de Down es automática», apostilla Agustín Matía, de DOWN España. Realmente al síndrome de Down se le puede considerar casi como un Alzheimer genético. La relación viene a ser como de 1 a 10, es decir, por cada persona de población normal de 60 años con Alzheimer, habría diez con el síndrome de Down, y llegando a una edad muy avanzada (las pocas personas que lleguen), lo normal es que todas las personas con síndrome de Down de más de 70 años tengan Alzheimer. Está implícito porque el desarrollo del Alzheimer tiene mucho que ver con varios de los genes que están en el cromosoma 21. Y en el caso del síndrome de Down están desarrollados de inicio», explica Matía.

«Por lo tanto si la investigación tuviera un resultado final positivo su impacto podría ser muy relevante, porque serviría para tratar no solo a las personas con síndrome de Down también a las personas con Alzheimer incipiente», apunta.

La lamivudina podría acelerar la investigación

«Es muy importante destacar que estos resultados se han obtenido utilizando un fármaco, la lamivudina, que ya está aprobado para el tratamiento del VIH«, explica el neurocientífico Rivadulla, «porque esto puede acelerar la puesta en marcha de ensayos clínicos en pacientes puesto que los estudios de seguridad, contraindicaciones, etc., ya han sido realizados«.» Uno de los problemas de la investigación básica siempre es que cuando uno tiene algo que funciona en un ratón, el dar el salto a humanos requiere muchísimo esfuerzo, porque evidentemente hay que hacer muchas comprobaciones antes de darle un fármaco a un humano, no vaya a ser que lo que le demos sea peor que lo que queremos tratar. En este caso, sin embargo, todas esas barreras ya no hace falta pasarlas. Todos los estudios de seguridad, todos los estudios de toxicidad, todos los estudios de efectos secundarios ya están hechos y los fármacos están aprobados, aunque sea para otra patología. Entonces no debería haber ningún problema para pasarlo directamente a humanos, a los estudios en humanos«, reivindica el experto.

«En ese punto justo estamos», avanza una de las investigadoras del estudio, María Martínez de Lagrán. «Queremos lanzar en breve un ensayo en personas con síndrome de Down, para ver si nuestros buenos resultados en ratones se reproducen también en ellos y les pueden aportar beneficios reales, y luego también con personas con Alzheimer incipiente. De hecho estamos colaborando con la Fundación ACE para lanzar un primer ensayo clínico y ver si en estas personas con deterioro cognitivo leve podemos frenar un poco ese deterioro neurodegenerativo», avanza la investigadora.

«Ahora lo que se necesita es finaciación para las siguientes fases de la investigación, que siempre es lo más complicado», recalca la científica. «Es una carrera de obstáculos, pero lo cierto es que ha tenido mucha repercusión y hay mucha gente interesada en que prosiga, pero por mi experiencia no creo que antes de tres años veamos ningún resultado importante. Ojalá me equivoque», concluye.

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