Déficits sensoriales en el autismo

Por : José Ramón Alonso

La presencia de alteraciones de la sensibilidad no forma parte de los criterios de diagnóstico de los TEA, pero numerosos padres indican en las consultas problemas de hipersensibilidad o hiposensibilidad en sus hijos con autismo.

Ante un posible caso, lo primero es empezar siempre por un análisis de funcionamiento sensorial, estar seguros de que ese sentido funciona correctamente, que no existe un problema orgánico subyacente. En algunos casos, la familia puede pensar que el niño no oye bien, pues no responde cuando se le llama. Pero cuando suena la música de su serie favorita u oye algo en la cocina que puede significar una buena noticia, va corriendo desde el otro extremo de la casa. En algunos casos, el niño puede demostrar una hipersensibilidad y reaccionar bruscamente a un sonido inesperado como una tos, el timbre del teléfono o una música de la televisión. Se pensaba que la hipersensibilidad auditiva podía estar ligada a una función anómala de las células ciliadas del oído interno pero esa opción se ha desechado y se piensa más que puede tener que ver con una disfunción temprana de la cóclea, con anomalías en la vía auditiva o con un funcionamiento alterado de la corteza auditiva primaria.

 

Respecto al tacto, existe un grado muy amplio de comportamientos anómalos. Existen niños que no les gusta ser abrazados o tocados lo que no quiere decir que no quieran sentirse queridos. Otros muestran rechazo a algunas superficies, texturas, tipos de tejido o de calzado. En algunos casos, las diferencias son de nivel: algunas molestias de las que puede quejarse cualquier niño, como las etiquetas de la ropa, parecen afectar de una forma mucho más potente a los niños con TEA. Por el contrario, hay niños que buscan un contacto intenso, frecuentemente de objetos inanimados. Les puede gustar o calmar meterse en una bañera rodeados de cojines o pueden tener un escondite favorito que es un espacio angosto dentro de un mueble, entre un mueble y una pared o entre un mueble y el suelo donde se sienten protegidos y tranquilos. Temple Grandin, científica con autismo, diseñó una máquina que “abrazaba” a los animales para obtener un efecto tranquilizador similar al que ella experimentaba y buscaba.

A otros niños con TEA les gusta experimentar de una forma exagerada con la estimulación vestibular, la que controla el equilibrio, disfrutando de juegos como los columpios, girar desenfrenadamente o botar. Puede tener que ver con los característicos balanceos de algunos niños con autismo, un tipo de movimientos que les da placer o les calma.

En el caso de la vista, se han visto algunos comportamientos peculiares como observar un juguete desde muy cerca o tener una panorámica de una habitación por el rabillo del ojo, sin girar la cabeza. Sería una forma de usar la vista que a nosotros nos produciría molestias o dolores de cabeza pero que a esos niños parece agradar.

Respecto a la hiposensibilidad, hay publicaciones que muestran una sensibilidad reducida al dolor, o lo que es lo mismo un umbral alto para el dolor, lo que puede estar relacionado además con lesiones y autolesiones. Al no sufrir tanto el dolor, esos niños son más proclives a causarse heridas e incluso fracturas.

Las rutas sensoriales están ampliamente conectadas con las rutas motoras. También se han visto problemas motores en niños con autismo. Los hitos que deben alcanzarse en el progreso motor durante la infancia están retrasados en más de un 33% de los casos. Trastornos en la forma de andar tales como caminar de puntillas y problemas en el equilibrio y la coordinación también se han encontrado así como anomalías importantes en la postura en los niños con TEA.

Recorriendo la relación entre autismo y déficits sensoriales en sentido contrario, se ha visto que personas que tienen un déficit sensorial, tanto en la vista como en el oído, pueden mostrar, con más frecuencia que la población normal, algún síntoma de autismo. Carvill (2001) ha encontrado en personas con ceguera congénita, la presencia de comportamientos parecidos a los de los niños con TEA. Estos niños ciegos de nacimiento tienen comportamientos motores característicos, como las estereotipias de manos o dedos (en inglés se denominan blindisms, de blind, ciego). Junto a eso, hay informes sobre problemas en las habilidades sociales y de comunicación en los niños ciegos. Sin embargo, no es una asociación fácil. Hay dificultades para estudiar estos temas en función de la causa de la ceguera así como problemas metodológicos a la hora de establecer unos criterios diagnósticos comunes y una forma objetiva y trasladable de observación y registro de estos comportamientos anómalos.

 

La asociación es menos clara entre las personas pertenecientes al otro gran grupo con un déficit sensorial claro: los que tienen sordera. Hay menos evidencias de que exista una asociación entre ambas condiciones, pero un estudio que incluyó un gran número de niños con discapacidad auditiva vio que un 4% de ellos tenían también autismo. En resumen, las interacciones entre autismo y sistemas sensoriales son muy intensas y solo estamos en los comienzos de entender la gran variedad de situaciones que se producen en las personas con TEA.

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