Cuando el efecto 2000 redujo el riesgo de Síndrome de Down

Muchos recordarán lo temido que fue el efecto 2000. En el año 1999, diferentes expertos declararon que los ordenadores fallarían catastróficamente con la entrada del nuevo año. En los telediarios pintaron un espectáculo de apagones de luz y aviones cayendo del cielo. Y al final… no pasó nada.

El efecto 2000 era un peligro real, pero no sucedió casi nada gracias al esfuerzo de los programadores, que se dedicaron a actualizar poco a poco cada programa y sistema operativo importante. Una vez identificado el problema, fue fácil generar una solución y evitar el peligro de manera sustancial.

Pero aunque no sucedieran consecuencias relevantes, sí que hubo efectos secundarios. El más grave de todos sucedió en el hospital Northern de Sheffield, en Inglaterra. Depender demasiado de un programa informático supuso que no se detectaran varios embarazos con riesgo de Síndrome de Down. Y es que, para ese hospital, el efecto 2000 si supuso algo más grave.

El problema de indicar el año con dos números

El efecto 2000 tiene una causa muy sencilla, pero arrastra unas consecuencias complejas. En el siglo anterior, era costumbre indicar con dos cifras el año en el que estábamos, una práctica que se repetía tanto en formularios como en nuestro propio vocabulario. Así, todo el mundo entendía que al decir 88 nos referimos a 1988.

Esto hacía que los programas informáticos pudieran corregir fácilmente los años de dos dígitos, simplemente incluyendo un 19 delante. Los formularios en los que se indicaba que alguien había nacido en el 94 se corregían automáticamente para indicar 1994.

Pero la entrada del nuevo milenio hizo que el truco dejara de funcionar. El año que tocaba era el 00 en adelante, y los ordenadores, limitados a su programación, solo llegaban a la conclusión de que habían viajado hasta el año 1900. Podemos pensar en una solución de rellenar con 20 los años que empiezan desde el 00, pero no sería factible. Si hoy viéramos un carnet con una fecha de cumpleaños en el año 18, no tendríamos claro si pertenece a alguien muy mayor, nacido en 1918, o de alguien muy pequeño, nacido en 2018.

Esto provocaba que los ordenadores no supieran el año correcto, y los expertos tenían razón: el efecto 2000 pudo haber tenido consecuencias indeseables. Por ejemplo, todos los informes electrónicos caducarían de repente al pensar que han sido expedidos hace 100 años, los aviones con sistemas electrónicos sincronizados con los aeropuertos, podrían haber tenido un desfase ficticio de 100 años durante el cambio de milenio. Eran problemas dignos de tener en cuenta.

Al final la solución fue sencilla: obligar a indicar siempre el año completo en todos los programas y sistemas operativos. Con este arreglo, ya no hay una pérdida de información, y podemos evitar que aparezca ni siquiera un efecto 3000. Esa solución sigue presente en nuestro día a día. Por eso veremos que para rellenar formularios nos obligan a señalar la fecha concreta en un calendario, y notaremos que en la esquina de nuestras pantallas siempre si indica el año completo con cuatro dígitos, y no con dos.

El problema es que esta actualización es que debía realizarse para todos los programas. Si un programa era ignorado por los programadores y se seguía usando a partir del año 2000, el fallo podría ser fatal. Y es eso lo que sucedió en el hospital Northern.

Un riesgo negativo

El Síndrome de Down es un síndrome provocado por la trisomía del cromosoma 21. Normalmente tenemos dos copias de cada cromosoma en nuestro ADN, pero errores concretos en la duplicación del mismo puede provocar que existan óvulos y espermatozoides con alguna copia de más o de menos de un cromosoma. Si un embrión tiene un cromosoma 21 adicional, se produce el llamado Síndrome de Down.

Un fallo genético tan grande es fácil de detectar mediante pruebas genéticas, incluso durante 1999. De este modo, ha sido posible diagnosticar el síndrome en los primeros meses de gestación. Según las normas de cada país, la madre podría decidir si quería un aborto fácil y seguro de realizar en las fases tempranas, o al menos conocer la condición de su futuro hijo.

Para hacerlo, la prueba habitual era una amniocentesis, que consiste en extraer una muestra del líquido amniótico con células del feto y poder estudiar su genoma en busca del síndrome. Pero hay un problema, aunque es bastante segura, la técnica tiene un pequeño porcentaje de riesgo para la madre y el feto, por lo que solo se usa en situaciones donde hay un riesgo suficientemente alto de sufrir algún trastorno genético diagnosticable.

Este riesgo obedece a diferentes cuestiones. Según el síndrome, podría ser importante los antecedentes familiares, la edad, el sobrepeso o el consumo de drogas. Todos esos factores suman algún grano de arena a la balanza para indicar el riesgo.

El hospital Northern había dedicado una gran suma de dinero a tener un programa informático propio del cual estaban orgullosos, que era capaz de calcular el riesgo personalizado del Síndrome de Down para cada embarazada. Para hacerlo, se pasaba a la paciente un cuestionario con todo tipo de preguntas dedicadas a los diferentes factores de riesgo, y se introducían al ordenador para que transformara sus respuestas en números y en un riesgo calculado final. Si el valor era elevado, el médico lo comprobaba pidiendo una amniocentesis.

El programa fue un éxito y pasó a ser el orgullo de la clínica. El síndrome se detectaba en la mayoría de casos, reduciendo las amniocentesis al mínimo. El problema vino a partir del cambio de milenio y el efecto 2000.

El Sindrome Down se produce por una copia adiccional del cromosoma 21.
El Sindrome Down se produce por una copia adiccional del cromosoma 21.Alberto R. RoldánLa Razón

Uno de los factores clave para calcular el riesgo del síndrome de Down es la edad de la madre. Cuanto más mayor sea, más posibilidades hay de tener un hijo con este trastorno. En el caso del programa, la edad de la madre nunca se introducía directamente, sino que se calculaba usando la fecha actual y el año de nacimiento de la madre.

Aunque el año de nacimiento de la madre se introdujera con cuatro dígitos, el programa fallaba al indicar el año actual. El año 2000 pasó a ser interpretado como el año 1900, y se usó en la resta para calcular la edad de la madre. Aquí comienza una serie de errores consecutivos que serían fáciles de detectar para los informáticos, pero no para los médicos que usaban el programa como una caja negra.

La edad de las madres tomaba de repente valores negativos, y en vez de fallar, estos entraban en la ecuación de cálculo de riesgo. Tal y como estaba programado, si una embarazada mayor tenía más riesgo de tener un hijo con síndrome de Down, el programa interpretaba que una embarazada con edad negativa debía tener un riesgo casi nulo.

Pasaron más de cien embarazadas por la consulta, y en todos los casos el riesgo calculado era prácticamente cero. Las pruebas de amniocentesis simplemente dejaron de realizarse, y aunque varias enfermeras y médicos empezaron a sospechar que el programa iba mal, los administradores del hospital, confiados por el éxito previo, lo achacaron a una casualidad. Cinco meses después, descubrieron el error.

El efecto 2000 tuvo consecuencias nefastas para algunas de estas madres. De las embarazadas que pasaron por la consulta, ciento cincuenta de ellas deberían haber dado un riesgo real suficientemente alto como para necesitar la prueba adicional. Cuatro de ellas tuvieron por sorpresa un hijo con síndrome de Down, y otras dos lo descubrieron de casualidad en una prueba diagnóstica posterior, sometiéndose a un aborto tardío, mucho más peligroso para la madre.

En los tiempos actuales con una inteligencia artificial que no entendemos del todo, conocer la naturaleza de los programas y mantener un ojo crítico sobre ellos es fundamental. Arreglar el efecto 2000 fue fácil, pero siempre que detectemos el problema a tiempo.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Actualmente, la amniocentesis empieza a pasar poco a poco a un segundo plano. Se han creado test genéticos mucho más sensibles que permiten detectar defectos en el bebé a partir de un simple análisis de sangre de la madre. Sin embargo, estas pruebas todavía se están implementando en muchos países, así que no es raro que hoy en día siga habiendo amniocentesis como prueba confirmatoria en casos de riesgo.
  • La amniocentesis es más segura de lo que parece. El aborto espontaneo solo sucede en el 1% de las intervenciones. Es un valor pequeño, pero suficientemente importante como para no hacerla en todos los casos.

REFERENCIAS:

Original.

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