Autismo y el regreso a clases

Niño

La vuelta al cole ha venido con cinco minutos de regalo. Cada mañana, desde el pasado 11 de septiembre, el despertador suena cinco minutos más tarde. Lo justo para dormir algo más, lo justo para llegar cinco minutos tarde al colegio. Sí, más tarde. La aglomeración de padres, madres, profesores y niños a primera hora en la puerta del colegio estresa en exceso a nuestro hijo y nos obligó en apenas dos días a realizar el enésimo ajuste en nuestra rutina desde que iniciamos el salto desde la guardería al colegio. Algo que, por supuesto, comenzamos a hacer mucho tiempo antes que el resto de padres.

Como ya contamos, nosotros somos de los afortunados con plaza en un aula TEA en la Comunidad de Madrid. Una satisfacción que no está exenta de crear sus propios miedos y dudas. De hecho, tiene alguno extra.

A diferencia de los colegios de educación especial o las aulas ordinarias con apoyos, el niño estará bailando entre dos clases: el aula TEA propiamente dicha con sus otros cuatro compañeros y sus dos profesoras especializadas y el aula de referencia con sus otros 23 compañeros y su tutora. Además, ya no se trata de adaptarse a cada una de ellas, sino que es importante cómo gestionar la transición de una a otra y viceversa, la adaptación curricular en el aula de referencia, el trabajo específico en el aula TEA, sus interacciones con cada una de sus profesoras y con cada uno de sus compañeros.

¡Y, sí, somos afortunados! Desde el minuto uno, el centro se ha volcado con nosotros y la dedicación de cada uno de sus miembros (director del centro, director de infantil, equipo de orientación, profesores y demás) nos está dejando completa y absolutamente maravillados. De hecho, gracias a todos ellos pudimos visitar el colegio con nuestro hijo mucho antes de que los pasillos y las aulas fuesen un bullicio total. Así conocimos las clases, el patio y a los profesores con antelación al primer día de clase, así pudimos anticiparle a nuestro hijo que el mayor cambio de su corta vidaestaba a punto de suceder.

Hicimos pictogramas con fotografías de la clase, los pasillos y el patio, de la fachada del colegio, de cada uno de los profesores y de todas personas que pueden relacionarse con él en algún momento del día. Le dejamos jugar en el patio, le dejamos jugar con los juguetes de la clase, le presentamos a todas esas personas que tan bien se están portando con él hasta ahora. Una labor de anticipación fundamental en un niño con autismo que, en nuestro caso, ha dado un resultado mejor incluso del esperado.

Lo más sorprendente, sin embargo, ha sido su capacidad de adaptación porque ahí todo el mérito es suyo. Desde la sonrisa con la que va al cole todas las mañanas, hasta la disposición para trabajar que nos transmiten tiene en cada momento. Ese es el mayor logro de toda la labor previa de padres, profesores y terapeutas, aunque aún queda un larguísimo camino por recorrer. Desde la adaptación al comedor y sus problemas con las texturas de los alimentos hasta la posibilidad de que duerma una hora de siesta con el resto de sus compañeros.

Cosa bien distinta es nuestra adaptación, la forma en que han variado nuestros horarios, las nuevas obligaciones que, no sustituyen, sino que se suman a las previas y, sobre todo, la imposibilidad real de cuadrar cualquier clase de horario porque a todo lo que hace durante el día hay que sumarle las horas extraescolares de cualquier otro niño y las propias del ‘tratamiento’ de un niño con autismo: terapia en casa, musicoterapia, logopedas, piscina… Y ya si queda algo de tiempo, pues quizás algo de juego.

Por suerte, desde el minuto uno, nos ha enseñado que no debemos preocuparnos en exceso, que al final con un poquito de trabajo y otro de suerte todo acaba encajando. De momento él ya ha encajado en su nuevo cole.

 

 

 

Original. 

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