«Antes del confinamiento, el resto de personas eran los ciegos, no yo»

Confinamiento

La crisis nos ha dejado imágenes para el recuerdo: ciudades en silencio y llena de personas con mascarillas guardando la distancia de seguridad. Las ciudades se han despedido, de momento, del habitual trasiego de turistas por esta fechas, de las colas en comercios y restaurantes, de la masificación en algunos puntos del mapa, de las calles intransitables. «Me gusta el ambiente ruidoso, pero la sensación de tranquilidad al salir a la calle ahora y no escuchar ningún ruido es indescriptible«, destaca Antonio Callejas. El día a día como persona ciega desde hace 17 años a causa de un accidente laboral, ha cambiado «bastante» desde la declaración del estado de alarma. Entre otras cosas porque ya no se choca con tanta gente por la calle.

«Estos días no ha habido ningún problema. Antes del confinamiento, parecía que el resto de personas eran los ciegos y no yo. No te puedes imaginar la de teléfonos que podía tirar al cabo del día. Aunque yo vaya con el perro guía, la gente va mirando el móvil. Intentas esquivarlos, pero al final te los llevas por delante. Todo el mundo está muy pendiente del WhatsApp y no te ven. Muchas veces me da la sensación de que el ciego no soy yo«, cuenta irónico. Antonio acumula mil anécdotas parecidas. En el centro de ellas late siempre la ignorancia. «Estar en la parada del autobús, preguntar al conductor qué número es y decirme el tipo que si no lo estoy viendo, cuando voy con el perro guía», critica.

El granadino posa junto a su can, sus ojos en la calle.

Posa junto a su can, sus ojos en la calle. ANTONIO L. JUÁREZ / PHOTOGRAPHERSSPORTS

La Fundación ONCE del Perro Guía recuerda que «ni las personas ciegas ni sus perros tienen capacidad de conocer la distancia de seguridad recomendada por las autoridades para evitar posibles contagios». «Ellos no están enseñados para eso. La distancia de seguridad la debería guardar la persona conmigo. Depende del grado de visibilidad de la persona invidente y por el sonido muchas veces detectas si tienes una persona o un obstáculo cerca. Más o menos te sueles retirar», explica Callejas, que admite que ha llegado a tener algún percance paseando el can antes de la pandemia. «Es muy bonito y llama mucho la atención. Es un perro de trabajo, no de compañía que tengo por capricho. Lo tengo por necesidad. La gente lo toca, lo distrae. Siempre pongo el mismo ejemplo. ¿Tú acariciarías un perro policía sin permiso? Pues éste tampoco«, señala.

«Los usuarios de patinetes no respetan nada»

«Por desgracia, no hay ninguna ciudad accesible. Por mucho que digan los políticos la sensibilidad es escasa. Ahora el perro me evita muchos obstáculos y personas. Imagínate bajar el Zacatín con bastón. La gente te lo pisa, choca contigo, te lo tira. Me han llegado a pisar la mano recogiendo los excrementos del perro porque la persona está mirando escaparates o con el móvil. En la vorágine del día a día no se les ve muy pendientes», reprocha. Otro problema añadido para este colectivo son los patinetes eléctricos y los taxis híbridos. «Los usuarios de patinetes no respetan absolutamente nada y van lanzados», critica.

Callejas saca a su perro tres veces al día con la mascarilla puesta.

Callejas saca a su perro tres veces al día con la mascarilla puesta. ANTONIO L. JUÁREZ / PHOTOGRAPHERSSPORTS

Un total de 21 perros guía de la ONCE acompañan durante estos días de confinamiento a las personas ciegas de Granada, aportando plena autonomía y seguridad en sus desplazamientos al convertirse en los ojos de quien no puede ver. «Ha sido un antes y un después en mi vida. No te lo puedes imaginar. Cuando vas con un bastón la inseguridad que tienes, la lentitud a la hora de andar. A mí me da dado libertad, seguridad y rapidez. La sensación de inseguridad fue tremenda cuando tuve que coger el bastón tres meses antes de recibir a mi segundo perro guía», se sincera. Gracias a él, Antonio se maneja mucho mejor fuera de casa.

Su rutina diaria, como la de la mayoría de españoles, se ha visto trastocada por la crisis sanitaria. «Estoy algo cansado de la situación, pero como soy una persona bastante casera no lo llevo mal del todo. No estoy trabajando, ni llevo a mi niña al colegio. En casa más o menos bien. Somos bastantes caseros. Más o menos se sobrelleva. Saco al perro tres veces al día para que haga sus necesidades. En una de las salidas aprovecho para tirar la basura y comprar el pan. No me suelo exponer en demasía. El perro son mis ojos. No sólo me facilita ir a comprar, también recoger a mi hija del colegio, ir al trabajo y volver. Formamos un gran equipo«, asegura.

Ricky -«como Ricky Martin», me explica cuando deletrea su nombre- llegó a la vida de Antonio hace seis años después de pasar por un centro de adiestramiento de la ONCE en Madrid. «Salvando las distancias, el proceso de adopción de un perro guía es comparable al de un niño. Yo esperé tres años. Hablas con un psicólogo y un trabajador social. Vienen a ver tu casa», explica. Una vez llega, el perro guía debe visitar el veterinario una vez al mes. «Pasan unos controles sanitarios exhaustivos como es normal. Yo puedo entrar con mi perro a todos sitios», precisa. Su primer can lo trajeron de Estados Unidos. «Me fui un mes allí con todos los gastos pagados. Desde que nace el perro hasta que me lo dan a mí, a la ONCE le cuesta mantenerlo y educarlo unos 36.000 euros aproximadamente«, detalla el granadino, agradecido de haberse sacado la carrera de Magisterio gracias a las adaptaciones informáticas y a la ONCE.

Vivir el ahora

¿Esta crisis va a cambiarnos? «Esto va a durar poco tiempo cuando volvamos a la normalidad. Las personas tenemos la memoria muy corta y volveremos a las calles a tope, cada uno a su bola. Somos así, individualistas y egoístas. Pasaremos página y esto será otro capítulo más que hemos vivido por desgracia. Me gustaría que la gente empatizara más, que se pusiera en el lugar del otro», desea. «Si algo he aprendido del accidente es a vivir el ahora y no pensar en lo que puedo hacer de aquí a un par de meses. Que si tienes ganas de dar una abrazo, de decirle un te quiero, regalarle una sonrisa a alguien, que no esperes a mañana», se sincera.

La historia de Antonio es también la historia de un héroe. Perdió la vista a los 26 años tras un accidente con el camión. Lejos de no aceptarlo, se hizo vendedor de la ONCE y cultivó varias aficiones. Bicampeón de España de tiro con arco con carabina y futbolista del equipo ONCE Granada, el granadino no dejó de ser costalero -este año se ha hecho a la idea de que «estaba lloviendo»-. «He tenido la suerte de dar con una mujer maravillosa, el pilar de mi vida, mi esposa Encarni. Soy un afortunado«, se despide.

Otra imagen de Antonio por su barrio.

Otra imagen de Antonio por su barrio. ANTONIO L. JUÁREZ / PHOTOGRAPHERSSPORTS

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