5 daños irreversibles que la sobreprotección puede generar en tus hijos

Los hijos son el más grande tesoro que las madres pueden tener. Basta con ver el brillo que desprenden sus ojos cuando los miran sonreír o las maravillas que hacen para darles lo mejor. Sin duda, son ellos -los hijos- la prioridad más significativa en la vida de toda buena mamá.

Cuidar y proteger a esos seres a los que tanto se ama, es una labor brillante y exhaustiva a la que, millones de mujeres en el mundo, se entregan sin reproche al momento de convertirse en madres. Sin embargo, es importante aclarar que, el cumplimiento de dicha labor, debe realizarse bajo ciertos límites. Es decir, la madres pueden cuidar de sus hijos hasta el punto en que, hagan de ellos, seres exitosos, independientes y felices.

No obstante, cuando las mamás caen en el exceso de cuidados y atenciones, resulta del todo peligroso y dañino para esos seres a los que les dieron la vida. Sobre todo, por el hecho de que, al hacerlo, coartan -en mayor o menor medida- múltiples partes de su desarrollo. Sin tener la menor idea, terminan perjudicándolos, más allá de beneficiarlos como ellas quisieran.

En efecto, abusar de la protección que se les brinda a los hijos se ha convertido, hoy por hoy, en uno de los errores más graves que las madres cometen. Ahora más que nunca, los efectos negativos que trae consigo la sobreprotección, se observan en los millones de jóvenes y adultos que se muestran incapaces de tomar, por completo, las riendas de sus vidas.

Por lo tanto, si tú -mí estimada lectora- consideras que, la mayor parte del tiempo sobreproteges a tus hijos, te invito a leer los siguientes 5 daños que les puedes estar ocasionando. ¡Algunos de ellos son irreversibles!

  • 1. Inseguridad

    Aferrarte a resguardar a tus hijos de todos los peligros del mundo, puede ser tanto imposible como inútil, debido a que, ni tú vivirás eternamente, ni ellos estarán junto a ti a cada momento. Por lo tanto, es sustancial que permitas que corran sus propios riesgos y vivan sus propias experiencias, para así, adquirir seguridad y confianza en sí mismos. De lo contrario, estarás dejándolos sin herramientas para subsistir en una sociedad que demanda personas cada vez más competitivas y seguras.

  • 2. Dependencia

    Mientras sean pequeños, tus hijos necesitarán que, algunas de las decisiones de mayor relevancia en su existencia, las tomes tú. Cuestiones como: a que escuela primaria ir o que religión practicar, son solo algunos de los aspectos que decidirás bajo tu papel de madre.

    No obstante, llegará la etapa en la que, debas cederles -por completo- el control de sus decisiones. De no hacerlo, corres el riesgo de volverlos absolutamente dependientes de ti, lo cual afectará su capacidad de elegir el rumbo que deseen para sus vidas.

  • 3. Baja autoestima

    Es probable que, la sobreprotección a tus hijos, les genere burlas y agresiones por parte de sus compañeros de clases y amigos. Esto a su vez, puede ser el origen de una baja autoestima en ellos. Al considerarse poco seguros de sí mismos y dependientes del criterio de mamá, encontraran más razones para auto derrotarse, que para resaltar sus cualidades y talentos.

  • 4. Miedo al cambio y al progreso

    En efecto, brindar una protección excesiva a tus hijos, sembrará en ellos una infinidad de miedos que, más allá de resguardarlos, provocará que el cambio y el progreso se conviertan en sus peores enemigos. Sin percatarte, limitaras sus posibilidades de alcanzar el éxito y de llegar a ser mejores profesionistas, personas e hijos.

  • 5. Infelicidad

    El peor daño que les puedes hacer a tus hijos -al sobreprotegerlos- es volverlos personas insatisfechas e infelices. Al considerarse seres inseguros, dependientes, llenos de miedo y sin autoestima, sus días se tornarán grises y desesperanzados. Por más amor que tengan de tu parte, siempre sentirán el enorme vacío de no poder vivir sus vidas, tal como ellos quisieran.

    Finalmente, comienza ahora mismo por ser una madre más motivadora, que sobreprotectora. Acerca a tus hijos hacia su propia independencia, enséñalos a vencer sus temores y, por supuesto, ámalos lo suficiente para cuidarlos por un tiempo y luego dejarlos volar hacia su felicidad.

 

 

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