Los niños concebidos menos de un año omás de cinco años después del nacimiento de un hermano podrían tener un riesgo más alto de autismo, según un estudio reciente.
Pero tanto la autora principal del estudio como un experto ajeno al mismo concuerdan en que la investigación no puede demostrar que el tiempo que pasa entre el nacimiento de los hermanos tenga un papel causal en el autismo.
Lo más importante es que los padres comprendan que las probabilidades de autismo siguen siendo aun así extremadamente bajas, tanto si los embarazos van seguidos como si se producen después de mucho tiempo», dijo un experto ajeno al estudio, el Dr. Andrew Adesman, jefe de pediatría del desarrollo y conductual del Centro Médico Pediátrico Steven & Alexandra Cohen de Nueva York, en New Hyde Park.
En el estudio, los investigadores analizaron datos de más de 7 mil 300 niños nacidos en Finlandia entre 1987 y 2005. A aproximadamente un tercio de los pequeños les habían diagnosticado autismo.
En comparación con los niños concebidos entre dos y cinco años después del nacimiento de un hermano, el riesgo de autismo fue un 50 por ciento más alto para los que fueron concebidos menos de un año después, casi un 30 por ciento más alto para los que fueron concebidos entre 5 y 10 años después, y un 40 por ciento más alto para los que fueron concebidos más de 10 años después.
El estudio aparece en una edición reciente de la revista Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry.
Resultó intrigante ver que el riesgo de diagnóstico de un TEA [trastorno del espectro autista] fue mayor en los embarazos entre los que pasó poco y mucho tiempo», afirmó en un comunicado de prensa de la revista la líder del estudio, Keely Cheslack-Postava, Sin embargo, enfatizó que «es importante comprender que no podemos afirmar a partir de este estudio que el tiempo que pasa entre los embarazos por sí mismo sea una causa de TEA; lo más probable es que esto sea un representante de otros factores que están relacionados más directamente con la probabilidad de que un niño tenga TEA».
Adesman se mostró de acuerdo. «Aunque el hecho de que pase un intervalo muy corto o muy largo entre dos embarazos consecutivos pueda poner al segundo hijo en un riesgo más alto del trastorno del espectro autista, no está claro por qué esto es así», dijo.
«A medida que los investigadores examinan los factores obstétricos y ambientales en los niños con un trastorno del espectro autista, cada vez se identifican más factores de riesgo aparentes», señaló Adesman.
Aunque los estudios como este probablemente resulten en una mayor comprensión de los muchos factores que parecen estar asociados con el TEA, puedo imaginar a las mujeres volviéndose cada vez más ansiosas y agobiadas a la hora de minimizar el riesgo de que su hijo tenga un TEA», añadió.
Según Cheslack-Postava, el valor real del hallazgo está en su posible relevancia para la investigación sobre el autismo, no en ninguna directriz con respecto a cuándo deberían tener hijos las parejas.
«La importancia de este hallazgo está en las pistas que puede aportar en cuanto a la comprensión de cómo el ambiente prenatal se relaciona con los resultados tras el parto», explicó.