Pulmonía y neumonía: ¿son lo mismo?

Cuando hablamos de enfermedades respiratorias las primeras que nos suelen venir a la cabeza son la pulmonía y la neumonía. Es habitual creer que son dos patologías distintas pero, en realidad, son terminologías diferentes que, a efectos médicos, se refieren a la misma enfermedad. Por lo tanto, debe quedar claro: no hay diferencia entre ambas. Desde un punto de vista más coloquial, es más habitual el uso de la palabra pulmonía, pero el concepto más preciso y habitual en los diagnósticos médicos es la neumonía.

La Real Academia Española define “pulmonía” como “infección del pulmón o de una parte de él producida generalmente por el neumococo”. Cuando buscamos “neumonía” en el diccionario de la RAE, remite a la definición de pulmonía. En síntesis, se trata de una enfermedad del sistema respiratorio que “afecta e inflama los pulmones o parte de los pulmones, como son los alvéolos”, tal como define a NIUS el doctor Josep Gil, jefe del Equipo de Atención Primaria de Blanes (Girona) y médico de familia. Es una afección que suele ser tratada por los médicos de cabecera y que no requiere ingreso hospitalario. No obstante, en las personas de edad avanzada sí puede tener una incidencia algo más notoria.

El origen de la neumonía tiende a ser dispar, ya que puede ser causado por virus, hongos, bacterias e, incluso, parásitos. Estos dos últimos son muy poco frecuentes, siendo las bacterias el agente causante más habitual. La procedencia de todos estos posibles causantes también es muy diversa, dado que el virus es fácilmente transmisible por la tos que genera el hecho de tener la afección.

Síntomas de la neumonía

Si notas algunos de estos signos, que son los más habituales de la neumonía, debes consultar con tu médico para que realice un diagnóstico:

  • Fiebre. En esta circunstancia, suele ser elevada, por encima de los 38 grados.
  • Puede venir acompañada de una gripe o un resfriado. A menudo, la neumonía resulta ser la consecuencia de una gripe o un resfriado que no se ha curado bien.
  • Dolor torácico. El dolor no se genera directamente en los pulmones porque no tienen terminaciones nerviosas.
  • Ruido al inspirar y espirar aire, como le ocurre a los asmáticos (a menudo coloquialmente lo llamamos “pitidos”).
  • Escalofríos y malestar general.
  • Tos.
  • Sangre en la flema que se arroja en las expectoraciones (poco habitual).
  • Falta de aire.
  • Aumento de la frecuencia respiratoria (poco habitual).
  • Taquicardia (poco habitual).
  • Inapetencia o falta de hambre.

En consecuencia, si presentamos algunos de estos síntomas, es necesario consultar con el personal médico, en lugar de intentar ponerle remedio por nuestra cuenta, sin tener el diagnóstico de un profesional.

Tipos de neumonía

Existen distintos tipos de neumonía, en función del agente que la ha provocado y de las partes de los pulmones afectadas.

En relación al agente que lo causa, se puede producir una infección por bacterias (Streptococcus pneumoniae la más frecuente), virus y hongos. No obstante, también se puede contraer la enfermedad por causas no infecciosas como por ejemplo por substancias químicas.

Por lo que respecta a las partes afectadas de los pulmones, puede incidir sobre un lóbulo pulmonar completo, solo sobre una parte, sobre el tejido intersticial o puede afectar a los alvéolos.

Diagnóstico y tratamiento

Para saber si tenemos neumonía, el diagnóstico más habitual lo suelen dar los médicos de familia o de cabecera a través de la exploración física, tal como cuenta el doctor Josep Gil, jefe del Equipo de Atención Primaria de Blanes (Girona) y médico de familia. La exploración física remite básicamente a la auscultación y, “si se detectan crepitantes, se emite una sospecha clínica de neumonía, que se confirma o refuta con una placa de tórax”, afirma Gil. Los crepitantes suelen escucharse durante la inspiración del aire, y se trata de un sonido fino.

Otro probable diagnóstico es el clínico: los hospitales lo detectan mediante radiografía de tórax. En relación al tratamiento para curarse, en la mayoría de casos no es necesario el ingreso hospitalario. Lo más habitual es hacer reposo y tomar antibiótico, recetado por un profesional.

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