“Cada careta que se mete a la bolsa, le ponemos alcohol en aerosol para que vayan desinfectadas porque finalmente pasaron por las manos de quienes construimos esta careta. Las desinfectamos para que cuando alguien la abra, tenga la confianza de que van desinfectadas y es seguro usarlas”, explica.
Adriana Gurría detalla que Claudio nació con Síndrome de Down, pero su condición no ha sido impedimento para que se desenvuelva y que ahora comprenda que el coronavirus representa un riesgo para la salud de las personas.
“No tiene lenguaje, pero entiende bien, él le dice el bicho. Él sabe que cuando tenemos que salir, tiene que salir protegido. Se regresa por su careta si la olvida, y dice el bicho, el bicho. Sabe que por el bicho tiene que traer la careta, sabe que tiene que cuando llega se tiene que lavar las manos”, resalta.
Los costos de las caretas, que se elaboran en un departamento de la colonia Del Valle, van desde los 45 hasta 220 pesos y por cada tres que venden donan una a quienes más lo necesitan.
Hasta ahora calculan que han regalado alrededor de 200 piezas a médicos y enfermeras del Hospital General, a recogedores de basura, a limpia vidrios, a quienes están en los cruceros o están expuestos a contraer el coronavirus.
Lucha constante
Antes de que comenzará el confinamiento social a causa de la pandemia, Adriana Gurría viajó a Cuernavaca, Morelos a realizar unos trámites que tenía pendientes y aprovechó para disfrutar de un fin de semana con su hijo Claudio. Nunca imaginó que por el hecho de tener Síndrome de Down sería discriminado en el hotel donde pasarían la noche.
“Fuimos al hotel Casa Colonial Cuernavaca y cuál fue mi sorpresa: no permitieron que nos quedáramos argumentando que Claudio haría mucho ruido. Busqué otro hotel, pero por ser puente no lo encontré y le pedí a la persona de recepción que nos permitiera pasar la noche para buscar al día siguiente y nos dijo que lamentaba mucho la situación pero que su gerente no se lo permitía”, algo que denunció en redes sociales el pasado 14 de marzo.
Adriana Gurría comentó que tener síndrome de Down es una lucha constante contra la discriminación. Ella no quiso demandar al hotel, a cambio, como disculpa, solicitó implementar un programa para el personal sobre cómo tratar a las personas con discapacidad y que dentro de su plantilla laboral se incluya a un 5% de discapacitados.
“Lo que en realidad busco es inclusión”, compartió.
Por ello comentó que cuando la pandemia concluya buscarán impulsar un taller que ofrezca oportunidades laborales a los jóvenes con síndrome de Down, porque ellos tienen la capacidad de ser productivos.
“Un taller de actividades manuales, donde por su trabajo reciban su dinero, se sientan útiles, y sientan que trabajan y reciben algo. Cualquier tipo de discapacidad la puede comprender porque Claudio tiene un Down avanzado, pero él dentro de su discapacidad entiende”, expone.
Refiere que los jóvenes con discapacidad necesitan ser tratados como cualquier persona y ver hasta dónde pueden llegar, pero no hay que frenarlos pensando en que van o no poder a desempeñarse en cierta actividad.