«El suicidio por amor existe, pero se da en personas con graves problemas previos»

Amor

Mucho se ha hablado de Andreas Lubitz. De ser un completo desconocido, probablemente su recuerdo quede en la retina de mucha gente, sobre todo de quienes han sufrido la pérdida de sus seres queridos tras el accidente de Germanwings, que según la fiscalía, Lubitz estrelló de forma deliberada.

Pero menos se ha indagado en la vida amorosa del copiloto. O por lo menos, se han limitado a hacerlo aquellos que han querido transformar una tragedia en culebrón. En cualquier caso, la vida íntima de Lubitz, ese «chico normal» del que hablaban sus allegados y cuyos actos les dejaron boquiabiertos, tiene también algunos episodios menos agradables aunque dentro también de lo que pueden llamarse desengaños amorosos «normales».

Fue precisamente su exnovia la que señaló a la cadena francesa iTele que su pareja sufría « una grave depresión». Se trata de la profesora que reveló a sus alumnos que estaba embarazada según señaló el periódico alemán «Bild am Sonntag» y con la que, aparentemente, habría roto. Tenían planes de boda para 2016 y Lubitz había encargado a un concesionario dos modelos Audi, uno de ellos para su novia, según señaló el semanario Focus, con la que vivía en su piso de Düsseldorf.

¿Pudo haber sido su relación amorosa un problema más aparte de su frustrada aspiración a ser capitán? Las rupturas sentimentales repercuten en el ser humano de forma muy diferente y en el comportamiento que se asuma después de romper influye la salud física y psíquica de la persona, su red social y familiar llegando incluso, a la genética.

Identificación

«El grado de afectación de una ruptura sentimental depende de cada persona, concretamente, del grado de implicación o identificación que tengamos con la propia relación. Es decir, la porción que ocupa tu pareja en lo que tú eres a la hora de definirte. Cuando la relación es una parte importante de la identidad, finalizarla supondrá un reajuste importante en la persona. En este aspecto, interviene la dependencia, es decir, si gran parte de tu identidad te la da tu pareja, el día que no esté, te quitan una gran parte de mi mismo», explica Miguel Hierro, psicologo especializado en divorcios y rupturas de la Asociacion Efecto Familia.

También influye el tipo de separación. Es decir, si se trata de una ruptura inesperada «produce una sensacion de vacío y de desubicación emocional vital porque se trata de un proyecto de vida que desaparece», explica Ángeles Sanz Yaque, especialista en psicología clínica y profesora de psicología de la Universidad Autónoma de Madrid. «Pero si se trata de una ruptura esperada, porque la relación está mal, el daño se mitiga porque ya se sabía. Lo que ocurre es que en ambas hay una negación de la realidad como primer impacto. En el primero caso me pregunto: «¿Ahora qué?», y en el segundo se suele decir: “No me lo puedo creer, esto no me está pasando a mí”».

«Ya desde Freud se hablaba de la pérdida del «objeto», una ruptura despierta sentimientos negativos y produce mucha frustración, aunque depende del tipo de ruptura, no es lo mismo una relación que ya estaba mal que el hecho de que tu pareja se vaya con tu mejor amigo. También depende de la persona y de los recursos propios y del entorno para afrontar la situación: si cuenta con una personalidad fuerte, con alicientes en los que apoyarse par salir adelante», explica Jerónimo Saiz, catedrático de psiquiatría de la Universidad de Alcalá y jefe de servicio de psiquiatría del hospital Ramón y Cajal.

«Al producirse la separación hay una negación de la realidad»

Si bien los mecanismos para enfrentarnos y reajustarnos a la ruptura son los mismos en hombres y en mujeres, «las mujeres tienden a una mayor capacidad verbal, a dar mas vueltas, a hundirse». En el caso de los hombres,«les afecta más al autoestima (“como me dejas a mí”)», puntualiza Ángeles Sanz.

Que una ruptura lleve a una depresión dependerá del conjunto de circunstancias que rodean a cada persona. «Una pérdida es una reacción que puede asumirse siempre que haya salud mental y que las circusntancias que rodean la pérdida sean asumibles. El impacto psicológico existe y se calcula que una de cada seis que pierde a un cónyuge puede desarrollar, a partir de esta pérdida, una reacción de adaptación de tipo depresivo o ansioso que puede condicionar que haya problemas de sueño, trastornos depresivos en el estado de ánimo, decaimiento, desesperanza…pero esto se recupera en un periodo de tres meses a un año», explica Saiz.

«Una de las fuentes más habituales de depresión es la pérdida, ya sea por un accidente, por vejez o incluso, en el caso del divorcio. Pero en estos casos, contamos con mecanismos como es el duelo o a lo que se llamaría «aprender a vivir sin el otro». En este sentido, hay personas que cuentan con mayores o menores recursos para el duelo», señala Hierro. En este caso, es fundamental tener en cuenta cuán fortalecida está la persona afectada, lo que a su vez se relaciona con el grado de dependencia que tenía con la pareja. «Las personas con más habilidades sociales tienen más facilidades de ajustarse: si tengo una posición laboral afianzada, me identifco en el trabajo, me llena, eso me va a ofrecer protección frente a sentirme un poco mal…el entorno familiar y las amistades funcionan igual», explica Hierro.

Pero «la depresión como tal es un hecho en el que la ruptura puede ser desencadenante, gatillo que ponga en marcha la situación. Sí se sufre una reacción de adaptación de tipo depresivo, pero una depresión depende de otras circunstancias», puntualiza el psiquiatra.

El acto suicida

Pero la depresión es solo una de las respuestas de las personas ante la pérdida. Pero cuando alguien se suicida tras una ruptura amorosa, intervengan otros problemas o no, cabe preguntarse si realmente el desamor puede conducir a que quien lo sufre se quite la vida. «Existe pero no es normal. Cuando esto se produce hay factores en la propia personalidad del sujeto, en su equilibrio psicológico que favorece que esto se puede producir: trastornos de personalidad, personalidad inestable con pocos recursos para afrontar la frustración y la contrariedad, el ser muy dependiente, tener rasgos de dependencia marcados, falta de equilibrio… Pero también puede haber otros problemas o enfermedades de base como depresión o trastornos de ansiedad. En el suicidio por amor hay elementos previos y también acompañantes, todas las rupturas son iguales», explica Saiz.

«La persona sana no se suicida por el divorcio»

«El suicida es una persona enferma, la persona sana quiere vivir y piensa que va a encontrar la manera de salir adelante. Es muy difícil, por no decir imposible prever o descartar que alguien se suicide, pero sí conocemos factores que nos ayudan a valorar el riesgo de suicidio: red social o de amistad, salud física y psicológica. También influye el que habló o amenazó con hacerlo previamente, información en definitiva que obtenemos de la misma persona». Este experto considera que el divorcio desencadena la conducta suicida en personas con trastornos afectivos del estado de ánimo, de forma que la persona sana no se suicida por el divorcio, pero el divorcio sí desencadena suicidios.

La psicóloga Sanz coincide en que el suicida es unas persona que ya está debilitada emocionalmente y que tiene «agujeros negros» en cuanto a la madurez emocional, al desarrollo afectivo pero contrariamente a lo señalado por otros expertos asegura que «no hay suicidio por amor, sino que se sufre por amor. La pérdida mas horrorosa es la de un hijo y rara vez una madre se suicida», ejemplifica.

Desesperación y dolor emocional

Sobre las motivaciones a la hora de esta terible decisión ha publicado un estudio de la Universidad de Columbia Británica sugiere que muchas de las motivaciones que se creía que jugaban un rol importante en los casos de suicidio son, en realidad, poco comunes. Por ejemplo, los intentos de suicidio fueron en raras ocasiones el resultado de un impulso, un pedido de ayuda o el esfuerzo por resolver un problema económico. De todos los motivos esgrimidos para suicidarse, los dos que los autores identificaron como «universales» fueron la desesperación y el dolor emocional incontenible.

«En España, pese a tener una tasa muy baja hay 10 personas que mueren por suicido cada día, desde hace 30 años y esto es una reliadad ignorada. Dentro de ese universo de 3500 suicidios al año hay personas mayores que están solas y enfermas y no ven ninguna salida, hasta jóvenes con un problema de salud mental. También hay personas que tienen problemas con el alcohol o esquizofrenia o padecen depresión. De hecho, esta enfermedad mental está presente en más de la mitad de los suicidios»

Matar por «amor»

En el polo opuesto se encuentran aquellas personas a las que las ruptura les provoca una conducta agresiva hacia la pareja o hacia terceros. «Esto puede producirse, aunque, de nuevo, depende de las personas. Cuando nos sentimos atacados, una de las respuestas más naturales es «defendernos atacando». Si la ruptura es percibida como un ataque, una traición, con frecuencia respondemos de manera agresiva. Ahora bien, las conductas agresivas son muchas. Es decir, insultar o descalificar a la persona que nos abandona es una respuesta agresiva relacionada con la ruptura. Igualmente, si relacionamos la ruptura con la intromisión o presencia de terceras personas, podemos responder con actos agresivos (no necesariamente físicos, pueden ser verbales, amenazas…) hacia esa persona», explica Hierro.

En este sentido, hay que matizar lo que significa la «agresión». Desde luego, la agresión verbal no es igual que la física. «La persona sana tiene un nivel de agresividad, digamos, razonable y ha de disminuir. Por el contrario, el enfermo puede atacar a su pareja, golpearle o incluso hacerle daño a los niños».

«Matar es el último paso de la relación de pareja agresiva»

El agresor por «amor», agrede como forma de responder al dolor. Existe un perfil determinado y tiene que ver con la relación hombre-mujer. «El agresor es más habitual que sea hombre y actúa por una sensación de posesión: “yo puedo agredirte porque eres mía y porque si te portas mal te hago portar bien»».

La posibilidad de matar por «amor» también existe. «Es el último paso de la relación de pareja agresiva». El que mata, probablemente, «lo hace después de situaciones de maltrato mantenido, por lo que hay que delatar la primera bofetada porque son comportamientos de control agresivo. Se trata de personas con mal manejo de la frustración y de la posesión: “o estas conmigo o no estas con nadie”. Entonces como estrategia de control, te mato», añade Sanz.

 

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