El enigma del efecto febril en el autismo

La fiebre mejora las habilidades sociales y lingüísticas de las personas con autismo. Los afectados se muestran más abiertos durante un brote febril.

El origen de este efecto aún no se ha aclarado por completo. Es probable que no esté mediado solo por la temperatura corporal: el sistema inmunitario también parece contribuir a ello.

Estos hallazgos demuestran que el autismo resulta menos estático de lo que se creía hasta ahora. El origen del efecto de la fiebre podría arrojar más luz sobre su neurobiología.

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Nuestro hijo llegó a casa resfriado y con fiebre alta, pero parecía mucho más normal que nunca. No solo se pasó dos horas cantando villancicos, sino que se divirtió con nosotros. Es curioso cómo la enfermedad y la fiebre lo tornan mucho más accesible». Esta observación de una madre, que se remonta a 1977, describe un fenómeno que sigue desconcertando a los investigadores: durante un brote de fiebre, muchas personas con autismo se vuelven más comunicativas y abiertas. Los cambios más llamativos suceden cuando la temperatura corporal aumenta entre 1,5 y 2,5 grados.

El trastorno del espectro autista (TEA) abarca una variedad de síntomas que van desde manifestaciones leves, como el síndrome de Asperger, hasta limitaciones cognitivas graves. Todas las variantes comparten una alteración en la comunicación de las personas autistas y en sus relaciones sociales [véase «Procesamiento semántico en niños autistas», por José R. Valdizan; Mente y Cerebro, nº 17, 2006]. Así, suele costarles el acercamiento y la comunicación con otras personas. A menudo, tienen dificultades para interpretar la mímica y los gestos de los demás. Evitan el contacto visual y su lenguaje corporal se halla limitado. Con frecuencia, su interés se encuentra circunscrito y se ajusta a rutinas estrictas.

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Existen muchas teorías sobre el origen de este trastorno del desarrollo. Se supone que la herencia y el embarazo influyen en el nonato. Los investigadores han descubierto, en personas autistas, alteraciones estructurales y funcionales en diversas regiones cerebrales y en sus circuitos. Algunos científicos sospechan que las raíces del TEA se asientan en procesos celulares, entre ellos, reacciones inflamatorias o cambios en las mitocondrias, las centrales energéticas de las células. El origen del efecto febril podría facilitar nuevas pistas. No obstante, la búsqueda de indicios, que comenzó hace 40 años, resulta tan compleja como el propio trastorno.

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