¿Cómo enfrentar el duelo de los planes cancelados debido a la pandemia?

Para muchos, el año 2020 sería el comienzo de una nueva etapa, el momento de empezar un proyecto, de celebrar un hecho importante en la vida o de simplemente realizar un muy esperado viaje planificado por varios meses.

Sin embargo, la llegada de la pandemia del coronavirus hizo que la mayoría fueran cancelados, sin que exista aún una fecha para poder concretarlos. Matrimonios, cumpleaños, vacaciones, cambios de casa, estudios en el extranjero e incluso planificaciones familiares, debieron pasar a un segundo plano para cumplir con las medidas sanitarias y evitar contagios de coronavirus. Una situación que sin duda ha dejado sentimientos de frustración en muchos. Pero, ¿cómo se puede manejar esa tristeza y qué oportunidades se sacan?

María Paz Altuzarra, psicóloga de Clínica Universidad de los Andes en Chile, explica que este período en que los planes son dejados de lado y que se deben buscar nuevas alternativas para enfrentar la situación, la persona vive un duelo, ya que representa una pérdida, por lo que la forma de resolverlo es a través de un “proceso de duelo”, el cual algunos pueden llevarlo a cabo de forma “normal”, pero otros de forma más compleja.

La psicóloga explica que el duelo tiene tres etapas. La primera, es el momento de la negación, en la cual la persona no entiende qué está pasando. “Es tanto el shock emocional que para poder protegerme de este dolor de alguna manera lo niego y aplazo el dolor para después”, indica Altuzarra.

Sin embargo, explica que llega un momento en que la realidad se impone y es cuando se pasa a la segunda etapa: la rabia, la frustración, el enojo y la tristeza.

“¿Por qué me está pasando esto? ¿Cómo tengo tan mala suerte? ¿Cómo no voy a poder cumplir este plan que llevo esperando por años? Muchas veces detrás de esta rabia lo que hay es una pena gigantesca, pero la manera de expresarla y de sentirla en primera instancia es a partir de la rabia”, añade la especialista.

En esta etapa, Altuzarra cree que es importante que la persona se “dé permiso para vivir esa rabia o esa pena”.

“Es válido y normal sentirlo, es esperable porque es algo que yo quería hacer con todas mis ganas, le puse mucho esfuerzo”, indica.

La tercera es la etapa de la aceptación. “En esta, en un duelo normal, viene la reorganización, es decir, empezar a planificarse de nuevo. Buscar nuevas alternativas, sacar la creatividad, armarse de nuevo y adecuar el plan. Si uno se iba a casar, pero no se pudo realizar, lo hacen en el jardín de la casa, sin fiesta”, ejemplifica Altuzarra, agregando que esta es la parte donde se acepta la situación, ya se pasó por la pena, la rabia y la persona se adecua a lo que está viviendo.

La psicóloga explica que para poder llegar a esta última etapa es importante haber pasado por las dos anteriores, ya que “es importante validar las emociones que estoy teniendo”.

Es normal que lo sientas, está bien. Si alguien dice ‘hay gente que se está muriendo’, sería no validar lo que se está sintiendo. A lo mejor no estoy enfermo y hay gente que está peor, pero eso no significa que yo no pueda vivir el dolor que estoy sintiendo”, indica.

Por último, Altuzarra explica que un duelo que no se resuelve de forma normal, es cuando la persona se queda en la rabia y la pena. “Si la persona se pasa seis meses con rabia y pena, eso lo paraliza y no puedo ejecutar un nuevo plan, ahí ya estamos en un problema que sería importante resolver para poder seguir adelante”, recomienda.

¿Qué nos enseña este proceso para la vida?

Para Christian Schnake, psicólogo y director del Centro de Psicología Integral de la Persona (CPIP) de la Universidad Finis Terrae, este período de adaptación de planes es una oportunidad para replantearse la vida y los objetivos que cada persona tiene en esta.

“Una oportunidad para pensar por qué y para qué venimos haciendo las cosas”, indica, agregando que muchas veces los medios que alguien tenía para lograr algo se convirtieron en fines.

Como ejemplo, el psicólogo pone a un padre o madre que llevaba trabajando todo el año para lograr llevar a sus hijos a unas vacaciones en el extranjero por dos semanas, pero en todo ese proceso “dejaron de vivir como papás”.

“Corremos como locos, haciendo un montón de actividades y nos olvidamos para qué las estamos haciendo”, añade.

“Creo que a muchos les está pasando que como que estuvieron tan acostumbrados a correr, solamente a seguir la meta que tenían próxima -como las vacaciones, el estudio, la casa, el auto o el matrimonio- cuando se para la rueda y ya no pueden seguir el ritmo es como que todo perdiera sentido, porque se olvidaron para qué estaban haciendo las cosas”, reflexiona Schnake, añadiendo que “el gran problema es cuando se pierde de vista el objetivo, hacia dónde quiero caminar”.

A partir de esto, el psicólogo invita a reflexionar sobre el “para qué estoy viviendo, cómo me gustaría hacerlo y quién quiero ser”.

“Eso es lo fundamental, para eso yo vivo, para ser alguien que quiero ser y cómo he ido construyendo mi vida en función de ese ser”, agrega.

“Cuando hago una vida con sentido y cuando soy el tipo de hombre o mujer que quiero ser, todas nuestras acciones van a estar en función de ese hombre que quiero ser y si el cómo se me complica -cómo lo logro- en función de lo quequiero ser voy a encontrar otro cómo”, puntualiza.

“Cuando te das cuenta que no trabajabas para tener más dinero, que el viaje era solo un medio para compartir con los hijos, y que hoy los tengo en la casa, que estoy compartiendo mucho más que un viaje, esto se convierte en una oportunidad y no es un castigo”, finaliza.

 

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