El sistema de puntos, el de elogios y alabanzas, castigos eficaces o la retirada del niño de situaciones desagradables son diversas tácticas que, desde que tenemos uso de razón, nos enseñan a actuar en una u otra dirección. Asimismo, los padres son los que han de descubrir lo importante que es la atención que prestan a sus hijos a la hora de modificar su conducta.
Una vez más, la psicóloga Supernanny nos guía para hacer un buen uso de los premios y castigos para canalizar la ansiedad o la agresividad. Pero, ¿dónde está el secreto para conseguirlo? En las consecuencias. Y es que un simple beso después de recoger los juguetes puede ser una experiencia positiva para el niño, algo que refuerza que aumenta las posibilidades de que vuelva a recogerlos al día siguiente.
¿Qué son?
Los premios y castigos son el resultado de los sucesivos comportamientos y determinan que, en una situación parecida, se repitan o no. Antes de utilizarlos, es necesario que se tengan en cuenta tres aspectos:
- Es imprescindible aplicar todas las técnicas en conjunto para que funcionen.
- Un premio es algo que resulta gratificante para quien lo recibe.
- Un castigo solo puede considerarse como tal cuando quien lo sufre lo vive como algo negativo.
Supernanny: “Es importante observar qué considera el niño un premio y qué le parece desagradable; incluso se puede hacer una lista con lo que le gusta y le disgusta para determinar los premios y castigos más eficaces”.
Algo de lo que, por lo general, no nos damos cuenta es que si al niño se le presta atención cuando llora, pega o grita, se refuerza su conducta, aunque la intención sea la contraria. El pequeño acapara la atención de sus padres, y eso para él ya es premio suficiente.
La clave es no caer en el error de seleccionar únicamente las conductas negativas, ya que esto impide observar y valorar las positivas, con lo cual se corre el riesgo de que no las repita.
Tiempo fuera
Es una técnica que la especialista aconseja y que consiste en retirar al niño de la actividad que está realizando y llevarlo a un espacio donde no haya entretenimiento durante cierto tiempo. Es efectivo si se cumplen unos requisitos:
– Deben desaparecer los reforzadores que mantienen la conducta.
– Hay que avisar al niño de que, si insiste en esa conducta, se le llevará a un lugar donde no haya entretenimientodurante un tiempo determinado.
– El lugar elegido no debe proporcionar al niño ningún entretenimiento. “Si se le lleva al salón y puede ver dibujos animados, no vivirá el cambio como una consecuencia desagradable de su comportamiento”, asegura la psicóloga.
– La retirada de la actividad no debe dilatarse en el tiempo. Se puede seguir un criterio relacionado con la edad del niño, por ejemplo, un minuto por año.
– Los padres deben tener claro que el niño cumplirá la medida. “Si acaban enfrentándose con él o persiguiéndole por toda la casa para que permanezca en el lugar elegido, se convertirá en un juego gratificante para él”.
– Se requiere consistencia y firmeza en la aplicación. Hay que recordar que, si no se aplica siempre que se dé el comportamiento inadecuado, volverá a aparecer.
– Esta técnica se debe combinar con otras, como ponerle al niño una tarea reparadora y reforzar las conductas alternativas.
Qué hacer ante una rabieta
Entre las conductas que más preocupan a los padres, se encuentran las míticas rabietas. Se tira al suelo, se pone a llorar y a dar patadas, ya sea en casa, en la calle o en cualquier lugar público.
Eso sí, hay que recordar que debe ir acompañada por el refuerzo de las conductas positivas: se atiende al niño cuando deje de llorar, independientemente de lo que haya hecho durante la rabieta.
Son una conducta típica de los niños de 2 y 3 años y los pasos a seguir ante ella son:
- Ignorar la conducta y continuar con lo que se estaba haciendo.
- Expresarle en primera persona el efecto que provoca su actitud, como es “me estoy enfadando mucho”.
- Utilizar palabras clave o frases cortas como “basta” o “se acabó”.
- Decirle tranquilamente al niño que no va a conseguir lo que quiere: “lo siento, no voy a comprarte chucherías”.
- Añadir con firmeza cuál es el comportamiento que se espera de él: “cuando te tranquilices y dejes de llorar, te atiendo”.
- Retirarse de la situación y darle al niño un tiempo para que reflexione.