La rana que no saltaba – Un cuento que nos hace reflexionar

En el pantano del lado Sur, existía una hermosa colonia de ranitas que vivían en sociedad, compartían su día a día, colegio, supermercado, fiestas, etc. compartiendo todos felices dirigidos por la familia real, los reyes  y su hermosa hija rana. Pasaban los días felices, Germán Rana una rana trabajadora y esforzada esperaba que pronto nacieran sus hijos su esposa Laura Rana cuidó sus huevecitos esperando y esperando, nacieron todos, 10 ranitas felices, empezaron a crecer todas en forma normal hasta convertirse en ranitas infantes, pero había una, Miguel Rana, ella se quedaba quieta, aparte de todas con la mirada abajo, cuando todas jugaban a saltar y saltarse y revolotear por el pantano ella no lo hacía, a ella le gustaba nadar y creo que era la que mejor lo hacia, pero todos la miraban extraño, miraban sus patas se decían “yo no veo que sean distintas” “se ve normal” “para mi que solo de mimado no quiere saltar” “¡es un malcriado!”. Siguieron creciendo y poco a poco Miguel fue quedando fuera de todo, pues mientras las ranas jóvenes jugaban a ver cual saltaba más alto el nadaba  hacia una hoja flotante lejana y ahí se quedaba, sus padres Germán y Laura Rana, sufrían, muchos se les acercaron, y decían, “uno de ustedes hizo que saliera asi, miren sus otros hijos normales y este no es normal”, “yo creo que comió moscas azules cuando bebé porque al nacer era normal, pero después de eso cambió” “si come moscas verdes sin alas seguro se mejorará” “no han pensado en  mantenerlo encerrado, molesta a las otras ranas con su presencia”, ante tantos comentarios ellos sucumbieron ante el silencio y el dolor de Miguel Rana, pues el no decía nada, vivía en su soledad sin saltos y no le interesaba saltar.

En un cuento siempre hay seres perversos y este no es la excepción y aunque ya los amigos de los padres de Miguel, ya para algunos suenan perversos, existía en el pantano un enemigo cruel, una lechuza, a la que llamaban “El Rapaz”,  pues acostumbraba  esperar a la primera rana descuidad que saltara mas allá de los límites de la maleza para atraparla vorazmente y comerla, es por esto que siempre los juegos de saltos se hacían en la parte del pantano en que las plantas tenían gran altura, pues todos sabían que “El Rapaz no los podría atrapar ahí”.

Un día de descuido de los guardias reales “El Rapaz” logró capturar a la princesa y cuando estaba listo a devorarla pensó -“pero que tonto soy, puedo usarla de señuelo para que pronto se acerquen las ranas a rescatarla a las partes de maleza baja y cuando salten comerlas, sería un gran festín, porque comer una rana ahora, si puedo comer muchas”- y así lo hizo, envió un mensaje al rey “HE CAPTURADO A SU HIJA, ESTOY EN EL LADO SECO (ahí no había agua, solo pasto corto) DEL PANTANO, NO INTENTE RESCATARLA, ELLA SE CASARÁ CONMIGO Y YO SERÉ EL PRÓXIMO REY DEL PANTANO”, En realidad “El Rapaz” no estaba interesado en ser rey, solo le importaba llenar su estómago de dulces y sabrosas ranas, si ya se las imaginaba saltando por todos lados y el recolectándolas.

El rey ante tanta pena pidió a las ranas mas valientes ir por ella, pero una a una no volvían y la princesa seguía capturada, el rey entendió que no había forma de salvarla y que esto llevaría al fin de la colonia, pues todos deberían irse si llegaba a reinar “El Rapaz”. Miguel entendiendo lo que pasaba (aunque pocos pensaban que él entendía y menos que podía importarle) decidió ir por la princesa, cuando las demás ranas se enteraron sintieron algo de risa y alivio, pues pensaban bueno, que se pierda esta rana no es tanto como perder de las mas fuertes y bellas, y así Miguel, partió su camino a enfrentar a “El Rapaz”, camino y camino, a un paso lento y seguro con la mirada puesta en el aire, pero nada, pensó que tal vez dormía, pero no; “El Rapaz” estaba ahí, esperando que saltara, mas Miguel no saltó, “él no saltaba como todos”, así pudo llegar donde la princesa sin ser detectado y la liberó de sus ataduras y le dijo “princesa súbase en mi espalda, no salte, solo quédese ahí  y así lo hizo…pasaron las horas y “El Rapaz” miraba el horizonte y nada, pensó en ir a revisar si la princesa aún estaba en su prisión, enloqueció de ira y comenzó a volar por el pantano, olvidando que no lo protegía la noche, voló y voló, y un ave volando de día es un buen blanco para un cazador desquiciado, solo se escucharon como dos truenos antes de ver caer a “El Rapaz”, toda la colonia de ranas lo vio caer y al mismo tiempo aparecer  a Miguel Rana con la princesa, ella bajó fue recibida y Miguel se alejó a su hoja flotante a estar tranquilo.

Toda la colonia sintió vergüenza, sintió culpa, pero entendieron que Miguel era distinto, era como el decidió ser y el que no saltara no lo hacía menos rana, sino solo una rana que no saltaba, las razones de porque no saltaba, si las moscas azules, si fue la madre, si fue el padre, si fueron ambos, en realidad no importaban, solo importaba que su cualidad de no saltar había sido siempre especial y ahora necesaria para el bien de todos, con el tiempo muchos comenzaron a acercarse a Miguel en la hoja próxima y pasaban algunas tardes hablando cosas de ranas, incluso la princesa le visitaba y compartía tiempo con él. Sus padres entendieron la bendición de tener a Miguel, sacando de su corazón la culpa y esa frase que a veces atormenta a un padre ¿Por qué a nosotros?.

Miguel era e intentaba ser feliz, “si fueron las moscas azules…yo las volvería a comer” pensaba Miguel.

Autor: Leonardo Caracol

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