La Medida de la dificultad es la medida de la capacidad

En una oportunidad, hace ya 6 años, mi hijo y yo estábamos hospitalizados en el Hospital Clínico Universitario de Caracas, pues Diego se había contagiado en la cuarta operación con una bacteria muy agresiva (stafilococus albus).

En vista de ello, fuimos internados para llevar a cabo una larga y lenta antibióticoterapia en el pabellón de enfermedades infecciosas del mencionado hospital. Allí estábamos prácticamente presos, ya que ni siquiera podíamos salir los acompañantes de los pacientes de nuestras habitaciones, por el riesgo de contagiarnos unos a otros (había cólera, dengue, neumonías por dos o tres bacterias diferentes, meningitis, pseudomonas, hongos de todas clases, en fin, para salir corriendo).

Un día de tantos, cansada ya de esperar el conteo de bacterias en los diarios análisis citoquímicos del líquido cefaloraquídeo de Diego, le dije a mi esposo durante la hora de la visita, que si las bacterias no desaparecían ese día, me arrojaría del último piso del Clínico con Diego abrazado a mi pecho… (creo que lo dije en serio y se me pone la carne da gallina al recordar que tal vez pude haberlo hecho).

Mi esposo intentaba consolarme y calmarme en vano, pues yo seguía nublada y muy deprimida, es que el entorno de un hospital como el Clínico es un espectáculo tan abrumador, que lejos de ayudar al paciente termina por contagiarlo con tanta desesperanza…

Mi esposo se fue y yo quedé sumida en la desesperación… salí al pasillo y mi «vecina de habitación de enfrente» me vió muy mal. Se trataba de una mujer muy humilde con un pocotón de hijos en el rancho, sin dinero y sin trabajo, y presa allí con un niño con una PC, que se había contagiado con unos gusanos horrendos que le salían a borbotones por la nariz (horror!!!!)…

Ella me vió desde la puerta de su habitación y me dijo: «No se preocupe vecina, que esto no va a durar toda la vida. ¿Sabe qué? Yo creo que Ud. puede con todo esto y más… le voy a decir una frase que mi abuela decía… LA MEDIDA DE LA DIFICULTAD ES LA MEDIDA DE LA CAPACIDAD.»

Yo quedé paralizada con esas palabras y hoy en día todavía resuenan en mis oídos ante cualquier obstáculo que pueda presentárseme en la vida.

Como dicen por allí: «Dios habla por la boca del que menos se espera». Para mí ésto fue la gran lección de mi vida y tanto cambié de actitud que hoy soy la «fuerte» de la familia. Mis hermanas me aplauden mi valor y hasta mis amigos me admiran por la voluntad que pongo en cada cosa… Y todo gracias a Diego Andrés y a la amable vecina de enfrente…

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