La falsa teoría sobre el autismo que alimentó el movimiento «antivacunas»

Nena recibiendo vacuna.

Al delegado en Cataluña de la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (Sepeap) no le consta un repunte de movimientos antivacuna en su Comunidad. De hecho, no tiene la percepción de que cada vez sean más los progenitores que deciden no inocular a sus pequeños. Ni siquiera tiene conocimiento de un dato que ha cundido estos días (derivado del caso de un menor de 6 años de Olot que se encuentra en estado grave aquejado de difteria) relativo a que es Gerona uno de los terrenos donde más proliferan los padres que no quieren vacunar a sus hijos, habida cuenta de que es en esta población donde está registrada una de las pocas asociaciones de este cariz, la Liga para la Libertad de las Vacunaciones, que dirige el doctor naturista Xavier Uriarte.

Otra fuente pediátrica consultada por este periódico radica en Gerona, Granada (donde se produjo la detección de sarampión en el año 2000 entre pequeños no vacunados) y también en Madrid (aquí se halla la sede de la Asociación de Afectados por Vacunas) los territorios de España donde podríamos trazar cierto «mapa» presencial de estos «antisistema» de las inoculaciones. Pero no constan en ningún registro público, ni en las Consejerías de Sanidad. Sí se ha hablado de que un 5% de los niños en Cataluña no están vacunados de nada, un extremo no refrendado por el departamento competente en esta autonomía.

Lo cierto es que desde esas entidades que representan al movimiento antivacuna, junto a las personas que han querido prestar su voz estos días a quienes defienden que sus hijos no se atengan al calendario nacional de vacunaciones, se cacarean los mismos argumentos, «engaños – advierten las fuentes consultadas de la Sepeap- a los progenitores», pues «acaban desinformados». Recuerdan desde esta Sociedad Española que «la vacuna es un derecho del menor, y no de los pasdres», aunque sean ellos quienes ostentan la decisión solo con carácter personal y optativo, porque ya se sabe que el calendario nacional del sistema de Salud no es preceptivo. En el mismo camino abundó este miércoles 3 de junio el ministro del ramo, Alfonso Alonso, que tachó a todas luces de «irresponsable» el acto de no inocular a los vástagos.

Una de las graves raíces del problema, advierten los pediatras, fue un fallido artículo publicado en 1998 por el doctor Andrew Wakefield en la revista «The Lancet», que en un gesto inédito retiró el artículo diez años después y se retractó públicamente de que la tesis publicada, que rezumaba en que las vacunas provocaban autismo, era incierta.

Se decía en el estudio que la vacuna de la triple vírica (sarampión, rubeola y paperas) causaba autismo en los niños. El Consejo General Mécico (GMC) británico descubrió la falsedad del trabajo. Los métodos utilizados fueron erróneos, hubo negligencia médica y ocultación de datos relevantes, según esa entidad. Muchos lo denominaron el mayor escándalo médico de la década.

Dejó su huella, para mal, y todavía son muchos los progenitores que espolvorean «razonamientos poco científicos» para clamar contra las vacunas a los niños. Fue una década en que cundió la idea de que las vacunas eran nocivas, un fraude, y que la lactancia provocaba los mismos buenos efectos que la inoculación (cuando es un argumento sin probidad científica). El estudio tuvo una gran repercusión y, junto a otras campañas, alimentó esa corriente de opinión y atmósfera contraria a las vacunas.
Significativo en Reino Unido y EE.UU.

Los antistema de las vacunas protagonizaron un fenómeno significativo impulsado en Reino Unido (no en vano, en 2003 las vacunaciones de la triple vírica ya cayeron en este país por debajo del umbral recomendado por la Organización Mundial de la Salud) y también en Estados Unidos, aunque es prácticamente residual en nuestro país. Esta semana, no obstante, y tres décadas después de la erradicación en España de la difteria, una enfermedad «invisible» pero que puede ser mortal, ha devuelto el debate a la actualidad, prestándose a una importante reflexión por parte de los sectores médicos y cívicos. Los antivacuna han seguido profiriendo «lemas» que no son rigurosos, según los pediatras, como los siguientes, de los que informó en páginas de ABC Janot Guil:

-Las vacunas son innecesarias: las mejores condiciones higiénicas y sanitarias sin duda han ayudado, pero la disminución de la mortalidad infantil y la erradicación de patologías como la viruela se debe a las vacunas.

-Contienen mercurio: este material ya no se utiliza. Antes el mercurio se utilizaba como conservante de algunas vacunas. Se le atribuyeron diversos efectos adversos, aunque no se encontró relación causa-efecto. A pesar de ello, se retiró.

-La inmunización natural es mejor: las vacunas producen una respuesta similar a la infección, sin causar complicaciones. El precio de la inmunización «natural» podría ser el retraso mental (Haemophilus influenzae), malformaciones congénitas (rubeola), cáncer de hígado (hepatitis B), muerte o encefalitis (sarampión), esterilidad (paperas).

-Provocan efectos secundarios: las vacunas están entre los médicos más controlados porque se ponen a población sana.

Según la Sepeap, solo hay una certeza, incontestable, frente a tales razonamientos: «La prevención es el mejor tratamiento para cualquier dolencia». «Los efectos de las vacunas son prácticamente inexistentes y han conseguido gracias al alto nivel de protección que muchas enfermedades hayan desaparecido. La actitud irresponsable de los padres que no permitan que sus hijos sean vacunados puede ocasionar que puedan empezarse a ver patologías cuya prevalencia estaba erradicada, como es el caso de la difteria, que desde hace 28 años no había registrado caso en España». Además, denuncian las mismas fuentes pediátricas consultadas, «los colectivos que promueven la no vacunación se están aprovechando del alto nivel de cobertura que tiene la sociedad española al estar la mayor parte de los niños con sus vacunas correspondientes administradas y, por tanto, se están beneficiando de este hecho».

Completan sus reproches: «Un aumento del colectivo contrario a la vacunación supondría empezar a ver cada vez con más frecuencia casos como el de Olot en niños no vacunados por la actitud irresponsable de los padres». Cabe recordar que los progenitores han decidido vacunar a su otra hijapara evitar que contraiga la dolencia que tiene postrado a su hermano enfermo en el Hospital Vall d’Hebron de Barcelona.

Original.

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