Vencer la depresión: la voz de los que tocaron fondo y salieron a flote

Depresión

Dolor en el pecho, angustia, ganas de llorar y falta de aire fue lo que empezó a sentir Cristina Rodríguez, una mujer de 45 años, cuando su suegro murió. Dice: «Inmediatamente empecé a sentirme triste y tenía miedo todo el tiempo. Pensaba que yo también me iba a morir». Al principio, estos síntomas aparecían una vez por semana y con el tiempo le ocurría cada vez más seguido. Cristina ya no podía ocuparse de sus cuatro hijos y disfrutar con su marido. La depresión no le permitía desarrollar su vida con normalidad. La atemorizaba salir de su casa y prefería quedarse encerrada en su pieza.

En el continente americano, alrededor de 50 millones de personas viven con depresión, casi un 17% más que en 2005, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los factores que aumentan el riesgo de sufrir un episodio depresivo son: la pobreza, el desempleo, circunstancias adversas vitales como la muerte de un ser querido o la ruptura de una relación, la enfermedad física y problemas provocados por el alcohol y las drogas. Las crisis socioeconómicas, las catástrofes humanitarias y los conflictos mundiales en curso, también inciden en su determinación.

Testimonios similares

Cristina Rodríguez conoció la Red Sanar al ver en una entrevista a su fundador, Roberto Re, en televisión. Enseguida, decidió acercarse a él para pedir ayuda. Al escuchar testimonios similares a los suyos, Cristina se fue sintiendo más cómoda y empezó a participar de los talleres que ofrecía esta organización sin fines de lucro. «Aprendí a relajarme y respiraba cuando tenía miedo. Durante un tiempo, tomé medicación y con esfuerzo empecé a sentirme mejor», relata.

La Red cuenta con 95 centros en diferentes ciudades del país y más de dos mil voluntarios. Cristina es una de ellas. «Estudié, me formé y viajo mucho dando talleres. Con los años, aprendí a poner en prácticas las herramientas que me dieron en la Red. Lo importante para sanar es creer en uno y transpirar la camiseta», destaca Rodríguez.

Marisa Moyano también es voluntaria de Red Sanar y llegó a partir de la recomendación de una amiga cuando ya no sabía qué hacer con su depresión. «Empecé con ataques de pánico a los 27 años cuando vivía en Miami. En ese momento tenía un bebe de un mes y me había separado del padre. Allá, todo me generaba un conflicto y angustia. Al tiempo, como no mejoraba, decidí volver a la Argentina», cuenta.

Al principio creyó que iba a estar mejor, pero no fue así. «Lo primero que se quiebra en una depresión es la voluntad. No podía viajar sola, me aislé de mi vida social, dejé de estudiar y todas las noches llamaba al SAME porque pensaba que me iba a agarrar un infarto», relata.

Después de consultar a muchos médicos y no encontrar ningún problema físico, Marisa se acercó a la organización. Cuenta: «Red sanar me devolvió mi vida. Una vez que me medicaron y empecé a transitar los talleres me puse mejor. Sé que tengo una vulnerabilidad, pero trabajé mucho para salir adelante».

Alba, Juls y Carlos, quienes prefieren reservar sus apellidos, asisten todas las mañanas al hospital de día de Proyecto Suma, una entidad que trabaja junto a personas con sufrimiento mental para mejorar su calidad de vida. El común denominador de los tres es que están pasando por una depresión. Allí realizan terapia de grupo, pintura, musicoterapia, teatro y yoga. Además, comparten salidas.

Alba fue derivada por su psiquiatra después de pasar por una internación. «En la terapia de grupo me siento muy cómoda y que me entienden. La gente que no sabe por la que estás pasando y te dice que estás así por falta de voluntad», cuenta. Además, dice que antes se sentía sola porque las personas tienen muchos prejuicios. «Se enteran de que tenés depresión y rajan», enfatiza.

Tras un intento de suicidio, Carlos estuvo internado un mes y medio en una clínica. Luego, le recomendaron ir a un hospital de día y hace tres meses que va a Proyecto Suma por las mañanas. Todas las tardes hace cosas que le gustan: escucha música, lee o mira películas. En este momento, Carlos, que es arquitecto, está tramitando la jubilación y piensa cómo llenar su tiempo una vez que deje de ir a esta institución.

«Mis hijas fueron las que me acompañaron todo este tiempo. Como estoy separado, todo el peso cayó sobre ellas. Ahora, tenemos un vínculo más estrecho que antes. Trato de compensarlas por todo el esfuerzo que significó estar atrás mío», relata Carlos.

En primera persona

Cristina Rodríguez

«Cuando murió mi suegro empecé a sentirme triste y tenía miedo todo el tiempo. Pensaba que yo también me iba a morir»

Marisa Moyano

«Lo primero que se quiebra en una depresión es la voluntad. No podía viajar sola, me aislé de mi vida social, dejé de estudiar y todas las noches pensaba que me iba a dar un infarto»

 

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