Síndrome del bebé zarandeado: un peligro para su vida

Niño

Los bebés lloran; unos más que otros, pero todos lo hacen. Y tienen picos de lloros, ya sea por su propia evolución –según la Asociación Española de Pediatría (AEP) el pico más alto de llantos se produce entre los dos y los tres meses de vida–, o por problemas como resfriados o cólicos. Sea como sea, en muchas ocasiones (más de las que cabría esperar) este llanto ininterrumpido e indescifrable acaba con la paciencia del cuidador que, fuera de sí, puede terminar zarandeando al bebé para intentar que se calle.

Esta medida para acabar con el llanto de un bebé no solo no es efectiva, sino que puede dar lugar a lo que se conoce como síndrome del bebé zarandeado, que se manifiesta con un conjunto de lesiones cerebrales derivadas de sacudir enérgicamente al pequeño. Según datos de la propia AEP se trata desgraciadamente de un síndrome relativamente frecuente, ya que su incidencia a nivel mundial se estima alrededor de los 20 casos por cada 100.000 niños menores de dos años. Trasladado a España, esto implicaría que de los 369.302 niños nacidos en 2018 (según el INE), unos 70 podrían llegar a padecer este síndrome.

Síntomas del síndrome del bebé zarandeado

La cabeza de los bebés supone casi el 25% de su peso; es muy grande en comparación a su cuerpo. A este aspecto hay que añadir otros dos: debido al peso de su cabeza, los músculos de su cuello no tienen la fuerza suficiente para sujetarla bien; y su cerebro aún en desarrollo también es más frágil y vulnerable. ¿Qué implica esto? Que el movimiento descontrolado de la cabeza que provoca un zarandeo enérgico en un bebé puede tener consecuencias nefastas para el pequeño.

El síndrome del bebé zarandeado es relativamente frecuente, su incidencia a nivel mundial se estima en alrededor de los 20 casos por cada 100.000 niños menores de dos años

La más grave, la muerte. Se estima que el 10% de los bebés que sufren un zarandeo grave, muere. Otros quedan con secuelas de por vida debido a lesiones de la médula espinal a la altura del cuello, o a lesiones cerebrales de distinta gravedad debidas al choque del cerebro con las paredes del cráneo que se produce en un zarandeo, lo que puede derivar en hematomas cerebrales, inflamación o sangrado dentro del cerebro. Entre esas lesiones se encontrarían la parálisis cerebral, la ceguera, la epilepsia, e incluso el retraso mental.

Los zarandeos más leves tampoco son inocuos. Los expertos hablan de diversos síntomas como somnolencia, vómitos, irritabilidad, ausencia de sonrisas, falta de apetito, o pérdida del conocimiento. En el caso de que estos zarandeos leves se repitan varias veces, también podrían dar lugar a dificultades de aprendizaje y en la coordinación motora.

No se debe zarandear al niño en ninguna circunstancia

El síndrome del niño zarandeado es 100% prevenible, ya que el zarandeo es un acto que, aunque irracional, se realiza de forma consciente y, por tanto, se puede evitar. En ese sentido, los expertos recomiendan mantener la calma y no perder la paciencia. En el caso de que el cuidador vea que el llanto del bebé le está desbordando y que va a perder los nervios, es importante que avise a un familiar o amigo para que le dé el relevo. En el caso de no contar con esa posibilidad, se aconseja dejar al bebé boca arriba en su cuna y abandonar la habitación para respirar profundo durante unos minutos y recuperar la calma.

El síndrome del bebé sacudido no solo se produce por el zarandeo provocado por una pérdida de nervios del cuidador en un momento de llanto desconsolado, sino que también puede tener lugar en otras circunstancias, como atragantamientos, ataques de tos, o espamos del sollozo. En todos estos casos los expertos recomiendan coger al bebé en brazos, mantenerlo sentado inclinado hacia delante, siempre con la cabeza bien sujeta, y frotar su espalda o darle con la mano abierta suaves golpes sobre ella. En ningún caso, por supuesto, zarandearlos.

 

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