Relación de pareja: Matrimonio saludable, Familia saludable


Por un momento, sea honesto con respecto a su matrimonio. ¿Funciona? ¿Satisface su necesidad de intimidad y afecto? ¿Su comunicación es franca y honesta? ¿Se divierten juntos? ¿Comparten secretos y sueños? ¿Planifican momentos juntos a solas?…Se hace necesario reflexionar sobre estos puntos para asegurarnos de mantener nuestro matrimonio saludable…

Para muchos de nosotros, las preguntas anteriores pueden ser preguntas muy incómodas. Demasiados matrimonios han caído en un estilo de vida de mutua conveniencia y mudo resentimiento. Aceptamos la indiferencia y el descuido en nombre de la seguridad. Por el bien de los hijos, tratamos de que esto no caiga hecho pedazos.

Luchamos en medio de años de negación y callada desilusión, esperando que llegue la parte buena del matrimonio. Muchas veces, no llega nunca. De modo que invertimos nuestras esperanzas, sueños, tiempo y energía en nuestros hijos para evitar sentir el vacío de nuestros matrimonios. Es más fácil ocuparnos de sus problemas que de los nuestros.

Tener hijos en un matrimonio enfermo es como construir una casa sobre arenas movedizas. Cuando empiezan a aparecer las grietas, los costos psicológicos resultan claros.

Los hijos siempre perciben los problemas de la pareja. A menudo reaccionan desarrollando problemas propios, para distraer a sus padres de los suyos. Esta solución da lugar a nuevos problemas.

Si quiere hijos saludables, no descuide los cimientos. Trabaje sobre su matrimonio.

¿Cómo puede mejorar su relación? Aquí mencionamos ciertas líneas generales que han funcionado con muchas personas.

– Averigüe qué necesita su cónyuge. No suponga que lo sabe. A menudo, aquello que pensamos que son sus necesidades en realidad no lo son… Sea cuidadoso tratando de no proyectar sus propias necesidades sobre su cónyuge. Repase sus suposiciones.

– Exprese sus necesidades. La comunicación abierta es el mejor camino para una relación saludable. Muchos suscribimos la filosofía de que si es necesario pedir algo, ya no vale. En consecuencia, a menudo vivimos en un mundo de interminables frustraciones y necesidades insatisfechas. Recuerde, su cónyuge no lee su mente.

– Dar a conocer sus necesidades puede ser algo que nunca aprendió Ud. en su infancia. Quizás estaba demasiado ocupado cuidando a los demás. O quizá, las pocas veces que lo intentó, se sintió decepcionado y se prometió no exponerse a ser herido nuevamente. En consecuencia, adoptó esa conducta en su matrimonio y mantiene su herida y su decepción interiormente.

– Conseguir lo que necesite a menudo implica correr algún riesgo. Si no puede correrlo con su cónyuge, ¿con quién espera hacerlo?

– Comience primero con pequeñas cosas. Pídale algún tiempo a solas para hablar. O sugiera una noche romántica en la ciudad. Quizá se de cuenta de que el rechazo esperado tenía que ver más con su pasado que con su presente.

– No analice todo. Algunas veces las relaciones se convierten en la mesa para un pimpón verbal. Este juego consiste en analizar en exceso la relación, ser el psicólogo de la otra persona y en marcar los puntos flacos de cada uno, «procesando» continuamente la relación y todo lo que en ella ocurre.

– Preguntar a alguien: ¿Sabes por qué haces eso? Y lanzarse a una crítica, aliena la otra persona y erige sus defensas. Será mejor atenerse a los propios sentimientos. Un sencillo «Me siento perplejo cuando haces eso» es mucho más eficaz y un «¿Por qué lo haces?», acompañado del deseo de escuchar la respuesta, anima a la comunicación.

– Comparta las responsabilidades de criar a su hijo. Le sorprendería saber el número de padres que se quejan de que su cónyuge no se involucra en los asuntos de los niños, a pesar de que inconscientemente prepararon esa situación. A partir de una profunda desconfianza en la habilidad del cónyuge para asumir su papel de progenitor, se niegan a compartir las responsabilidades de la crianza. Socavan los intentos que la otra persona lleva adelante para crear cierta disciplina, discuten sobre los criterios para resolver los asuntos y se entrometen intencionalmente cada vez que su cónyuge está a solas con el niño.

– Resulta sospechoso que cuando los cónyuges discuten constantemente sobre cómo criar a sus hijos, tanto uno como el otro no puede soportar la idea de abandonar apenas una parte del control. Nuevamente, el tema es el control y no tanto qué es bueno para el niño.

– Manténgase alerta de no minar los esfuerzos de su pareja por participar en la crianza del niño. Cuide que ambos tengan su parte de responsabilidades. Aliéntense mutuamente mediante el apoyo y el reconocimiento.

– Planifique momentos en los que estén juntos, sin los niños. Esta es una necesidad. El mayor reproche que formulan los hombres a sus mujeres después del nacimiento del bebé, es que se sienten descuidados y relegados a un segundo plano. Frecuentemente es cierto, porque las exigencias del cuidado del bebé pueden ser agotadoras. Trate de pasar cada tanto una noche con su compañero, lejos de los niños.

Siempre hay soluciones si nos comprometemos a hallarlas.

Si la comunicación está bloqueada, busque orientación matrimonial. A veces la comunicación se interrumpe. Las personas quedan atascadas en viejos esquemas o detrás de muros defensivos.

Llegados a este punto, necesitan que intervenga un tercero objetivo. Un buen orientador puede ofrecerle apoyo, sugerencias y pasos concretos para atravesar las barreras.

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