Qué es la resiliencia de la que tanta gente habla con la crisis del coronavirus

Resiliencia

Probablemente muchas personas no habían escuchado nunca antes esa palabra: “¿Cómo?, ¿resilencia?”-suelen decir cuando la oyen por primera vez. No no, resilencia no, RE-SI-LI-EN-CIA (permítanme separar la sílaba LIEN en dos para que se entienda bien).

Seguro que otras muchas personas ya la habían escuchado antes…porque la palabra está de moda y se está empleando mucho últimamente con la crisis del coronavirus:
“Siiiii, claro, resiliencia es la capacidad de sobreponerse a las circunstancias adversas…vamos lo que toda la vida hemos llamado la capacidad de superación del ser humano”.

¿Una nueva palabra para denominar la misma cosa?

Efectivamente resiliencia tiene mucho que ver con eso, pero no es es solo eso. Estarán de acuerdo conmigo en que si resiliencia fuera simplemente la capacidad del ser humano de superar las circunstancias adversas…¿qué sentido tendría “inventar” una palabra nueva para denominar la misma cosa?

Lo primero que debemos saber es que además de referirse a otra cosa que tiene que ver con eso pero que no es exactamente eso, la palabra resiliencia no se ha inventado ahora. Resiliencia viene del latín resilio que significa volver. Tradicionalmente se usaba en Física para hablar de la capacidad que tienen ciertos materiales de volver a su estado original después de sufrir un impacto.

El psicoterapeuta infantil John Bowlby , famoso por su Teoría del Apego, fue uno de los primeros en utilizar en los años 80 este término para referirse a la capacidad de algunas personas que viven eventos estresantes, de recuperarse.

Sin embargo, nunca, ni en psicología ni en psiquiatría, se utilizó este concepto de resiliencia en el sentido de volver al estado original en el que las personas estaban antes de esa situación adversa, ya que estas disciplinas consideran que eso nunca ocurre: es decir, una persona que atraviesa un momento vital complejo, jamás vuelve a ser la misma.

Qué es la resiliencia para la psicología

La psicología entiende la resiliencia como la capacidad de los seres humanos no solo de superar las circunstancias adversas, sino de adaptarse positivamente a ellas y salir transformados y fortalecidos. Como vemos, es mucho más que superar las circunstancias adversas. Ser resiliente tiene más que ver con trascender esa situación de dificultad o sufrimiento.

Es curioso porque los ejemplos que se suelen poner de personas resilientes nos hablan de esos famosos casos de superación de hombres, mujeres y niños que vivieron una situación complicada y que no solo lo superaron sino que ese sufrimiento fue lo que les permitió dar un sentido nuevo a sus vidas. Por lo tanto, ser resiliente implica un proceso de aceptación y de integración de ese sufrimiento para luego poder trascenderlo.

La resiliencia es cosas de todos

Dicho así puede parecer que la resiliencia es solo cosa de héroes, pero no es así. La resiliencia es una capacidad que todos los seres humanos tenemos, que todos podemos aprender y trabajar.

Hay muchos casos famosos de resiliencia: Gandhi, Nelson Mandela, Stephen Hawking…. es muy fácil entender el concepto de resiliencia a través de estos ejemplos de personas que consiguieron grandes cosas trascendiendo sus circunstancias adversas, pero para mí tienen un problema estos ejemplos y es que nos pueden llevar a interpretar la resiliencia como algo que no tiene que ver con la gente normal…que no nos pertenece, que es cosa de otros, que es una heroicidad que no va con nosotros.

Prefiero las historias cotidianas de personas resilientes que son igual de inspiradoras

Por eso, a mí personalmente me gustan las historias menos conocidas. Prefiero las historias cotidianas de personas resilientes que son igual de inspiradoras y que creo que ayudan a entender igual de bien qué es esto de superar y trascender las dificultades.

Suelo poner el ejemplo de María, madre de un niño con Síndrome de Ondine, una enfermedad catalogada como rara que afecta al control nervioso autónomo de la respiración. A los niños que la padecen se les practica una traqueotomía al nacer y viven toda su vida conectados a un respirador porque si se duermen dejan de respirar. Difícilmente podemos imaginar el día a día de esta familia, ni su sufrimiento cuando conocieron el diagnóstico y el pronóstico de una enfermedad que vino para quedarse.

María pudo haber optado por el camino de la resignación, que encajaría con narrativas del tipo: “Esto que nos ha pasado es terrible pero no queda más remedio que seguir adelante”. La narrativa de la aceptación y la superación tendría más que ver con frases de este tipo: “Bueno, ya que nos ha tocado vivir esto, vamos a tratar de llevarlo de la mejor manera posible”.

La resiliencia necesita un paso más, que es justo el paso que dio María. Porque ella no solo se sobrepuso a las dificultades, sino que las trascendió y convirtió la enfermedad de su hijo en el sentido de su vida, en su propósito. De hecho, su implicación con la enfermedad ha sido tal que a día de hoy la foto de su hijo es el símbolo de las familias que luchan para dar a conocer el Síndrome de Ondine y conseguir fondos para que se investigue.

La resiliencia implica acción

Más que con la capacidad de superar una situación adversa, resiliencia tiene que ver con la capacidad de crecer con la adversidad, trascenderla y transformarla en algo positivo. La resiliencia no puede quedar por tanto en el campo del pensamiento ni de la intención.

La resiliencia necesita una mirada diferente, efectivamente, pero también necesita acciones concretas. Las personas resilientes son personas que además de aceptar e integrar que en su vida ha ocurrido un acontecimiento adverso, hacen algo con respecto a esa situación difícil que les permite trasformarla en algo positivo.

Reforzando nuestra capacidad de resiliencia

Como decía al principio, la resiliencia es patrimonio de la humanidad. Es una capacidad que tenemos todos, pero que no todos desarrollamos de la misma manera. La resiliencia necesita entrenamiento y para la mayoría de psicólogos hay una serie de actitudes que podemos trabajar y que nos pueden ayudar a desarrollarla:

  • Cultivar la inteligencia emocional: aprender a reconocer, aceptar y gestionar las emociones que sentimos, lo cual implica aprender a identificar sus señales en nuestro cuerpo y escucharlas con curiosidad.
  • Atención plena: darnos cuenta de cuáles son nuestros patrones de comportamiento automáticos y reactivos ante las cosas que ocurren.
  • Hacernos preguntas y configurar una lista de qué otras acciones o estrategias no automáticas podemos llevar a cabo para reducir nuestro malestar
  • Buscar el sentido y propósito de esas acciones conscientes que hemos puesto en la lista.
  • Aceptar nuestra propia vulnerabilidad, permitirnos equivocarnos y asumir que todos tenemos derecho a sufrir.

Son hábitos que requieren cierto grado de auto indagación. Por eso, en psicología se habla de entrenar la resiliencia. No es algo que se tiene o no se tiene: es una capacidad que si no se trabaja a través de esa introspección, difícilmente se desarrolla.

Resiliencia en tiempos de coronavirus

Cuando los psicólogos, los lideres de opinión o algunos políticos como Angela Merkel nos hablan de que debemos afrontar la crisis del coronavirus con resiliencia, no se refieren a que debemos tratar de superar este momento para poder volver a la normalidad como si no hubiera pasado nada.

Ser resilientes en tiempos de coronavirus se refiere más de bien a cultivar de manera consciente, como individuos y como sociedad esa intención de trascender, de transformar y de crecer en la adversidad.

Ser resilientes en tiempos de coronavirus se refiere a sacar partido a esta situación en el sentido más profundo y espiritual, a no quedarnos en el “resistiré” sino a indagar, ir un poco más allá y darnos cuenta de qué oportunidades de cambio y transformación nos está señalando esta crisis. Y por supuesto, no quedarnos en la esfera del pensar, sino pasar cuanto antes al actuar. Porque sin acción no hay resiliencia.

 

 

Original. 

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