Muere Olga, la hija con síndrome de Down, del escritor Josep Maria Espinàs

Desde aquellos tiempos en que un hijo con el síndrome de Down o alguna discapacidad psíquica era una herida dolorosa (si no vergonzosa) que se escondía en la intimidad familiar (tiempos en los que a Josep Maria Espinàs le podía llegar un anónimo en el que se le reprochaba la “barra” de ir cantando con los Setze Jutges por los escenarios “teniendo una hija“ con síndrome de Down, a los del discurso de Jesús Vidal por el Goya a ‘Campeones’ o las historias de superación de jóvenes Down con estudiós superiores han pasado muchas cosas. Una de ellas, la publicación, en 1986, de ‘El teu nom és Olga’, 17 cartas que el escritor dedicó a la mayor de sus tres hijos. La destinataria de esas misivas, Olga, hija de Josep Maria Espinàs y Lina Luján y hermana de Gemma y Josep Espinàs, falleció la noche del jueves en Barcelona a los 64 años.

En aquel libro Espinàs explicaba que había aprendido a aceptar las particularidades de cada uno a partir del ejemplo de entender a su hija y defendía el derecho de ella a tener unos padres normales y que la tratasen como adulta. Eran tiempos en que se utilizaba (el propio autor lo hacía) términos como subnormal o mongólico. Aunque otro eufemismo, “deficiente psíquico”, aún le irritaba más. “Estás identificada contigo misma, tienes buenas relaciones con la gente, eres de una bondad y una generosidad extraordinarias y te sientes –y lo dices- feliz. No sé ponerte, pues, entre los deficientes psíquicos”. El mismo titulo del libro señalaba a la necesidad de hablar de la persona, no de las etiquetas. “Soy yo. Olga”, escribía Espinàs que decía siempre su hija.

En Sant Jordi del 2016, EL PERIÓDICO ofreció a sus lectores una reedición de ‘El teu nom és Olga’, con una fotografia en portada en la que aparecían padre e hija. Fue el resultado de una larga sesión fotogràfica que el autor de la imagen, Julio Carbó, recuerda bien.  “Fue muy entrañable, se veía una estima entre ellos tremenda; a ella le hizo muchísima ilusión que le hiciesen las fotos dando besos a su padre, era su ídolo”.

Josep Maria Espinàs con su hija Olga, a mediados de los años 60.

La de Olga Espinàs no fue aún la generación de lucha por la autonomia y la incorporación al mundo laboral de los chicos con síndrome de Down. Espinàs se preguntaba si podria haber hecho más para proporcionarle una educación más pràctica. Desde niña, vivió en una escuela especializada de Sarrià, la Fundació Boscana, mientras pasaba los fines de semana y las vacaciones en casa, hasta que el empeoramiento de su estado de salud y la llegada del alzhéimer lo hizo imposible en los últimos años. La relación con su padre fue muy especial: “compartían la misma pasión por la música y el sentido del humor”, explicaba hoy la editora de Espinàs, Isabel Martí. Una escena definitoria: paseando por la calle, Olga, que sí tenia fuertes sentimientos religiosos, carraspeaba mirando a su padre cuando pasaba por delante de una Iglesia. “Sí, una Iglesia”, respondía este. “Cuando los dos estemos allí arriba, ya veremos quién tiene razón, si tú o yo”, le chinchaba. El recordatorio que se distribuirá este viernes en el funeral de Olga Espinàs (Sancho Dávila, 12.05 h.) recoge una de las últimas frases del libro. “Amb el teu fil de veu hem entonat, estimada Olga, el cant de la vida”.

Así ha anunciado la muerte de Olga Espinàs la editorial La Campana, al mismo tiempo que ha enviado un abrazo a la familia Espinàs; con las siguientes frases del final de ‘El teu nom és Olga’. «Besos, como siempre, hasta diez. Así, mientras yo te daba los diez besos, aprendías a contar. Y tú siempre has querido corresponderme -bromista y tierna- dándome 11. Gracias por todo, querida Olga».

 

Original.

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