Lección de vida en Ceuta: un día con los artistas con parálisis cerebral del Programa de Ocio Inclusivo

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En una esquina de la Plaza de Maestranza de Ceuta, frente al monumento que parece una jarra de cerveza, hay un espacio lleno de luz y de emociones puras; un lugar en el que no cabe el odio ni la envidia, donde el arte envuelve todo en una necesaria cámara lenta dentro de un mundo que va muy rápido. Traspasar la cristalera del PROI (Programa de Ocio Inclusivo) es una lección de vida y un castigo al ego; es el final de una carrera de 3.000 metros con obstáculos en el que aquellas personas a las que un día les dijeron que «no podían» hoy ya han saltado todas esas barreras y prejuicios.

Una lección de superación es ver como a Abderrahim su grave discapacidad motriz no le impide ser un artista en mayúsculas, con un toque de pincel que más quisieran muchos pintores. En su lienzos dibuja paisajes como el hogar de sus padres, Larache (Marruecos), calcando a la perfección cada detalle. A su lado, el joven Agustín, que tiene parálisis cerebral, traza siluetas precisas con el lápiz atado a su cabeza. También está Dina, siempre sonriente, que juega con la luz en sus retratos con ayuda de una cámara adaptada a su silla de ruedas.

Hace cinco años, Lola Bruzón, logopeda del Colegio Público De Educación Especial San Antonio, tuvo la idea de montar una asociación para ofrecer una alternativa de ocio para los jóvenes que viven en Ceuta que tienen parálisis cerebral o alguna discapacidad motriz.

«Era necesario trabajar y fomentar el ocio inclusivo y el arte como medio de expresión y terapia para estas personas que están excluidas de la sociedad«, explica Lola. «Muchos de estos chicos y chicas nunca habían ido al cine ni salido a tomarse un helado a la calle. Vienen de familias con una situación muy desfavorable y sus vidas estaban encasilladas en sus casas».

El PROI cuenta con 12 usuarios que participan todas las semanas en talleres de pintura y fotografía adaptada. Los que no pueden hablar se comunican a través de la mirada y de un sistema de pictogramas: un álbum en el que hay varios cromos con distintos dibujos de las herramientas que emplean en los talleres.

«Valoramos el movimiento funcional de cada persona y a partir de allí se hace un trabajo de adaptación. Les dotamos de todos los medios que necesitan. Para fotografiar, por ejemplo, ponemos las cámaras en la sillas de ruedas y con un pulsador atado hacen la foto. Y en los talleres de pintura, si no pueden manejar los pinceles con las manos, usan la cabeza», cuenta Lola. «Esto les ayuda a mejorar su nivel físico, el control de los movimientos, a aumentar su capacidad creativa y su autoestima. Se sienten protagonistas de lo que hacen cuando ven sus obras expuestas en alguna exposición, y la gente acude y las compra».

El director de los programas del PROI, el fotoperiodista Tarek Ananou, muestra los trabajos fotográficos que han hecho los chicos. Destacan los retratos a los subsaharianos que viven en el CETI (Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes) de la ciudad autónoma. Les han fotografiado dentro del centro y corriendo en la playa. Ambos colectivos han creado un vínculo especial. Por primera vez en su viaje migratorio, los subsaharianos no se sienten juzgados.

«También hacen muchas otras actividades, como participar en carreras solidarias con sillas adaptadas, hacen gimnasia rítmica y talleres de musicoterapia», explica Tarek.

Los que acuden al PROI tienen entre 20 y 35 años. En el centro hay tres trabajadoras sociales que ejercen de monitoras para los chavales. «Este proyecto pretende conseguir una plena inclusión en la sociedad de personas jóvenes con parálisis cerebral mediante la realización de talleres adaptados de expresión artística», cuenta Desiré, una de las monitoras. «En Ceuta, una vez que terminan la escuela, a estos jóvenes siempre se les ha excluido, dejándolos sin ninguna ocupación. Es necesario cubrir su derecho al ocio porque siempre ha existido un vacío social en sus vidas».

 

 

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