La Obediencia

No es ningún descubrimiento  afirmar que muchos hijos no obedecen a sus padres. El hecho de que los hijos no hagan caso de las indicaciones de los padres crea  en ellos una sensación de impunidad frente a las normas que desorienta completamente su conducta y les priva de la seguridad que da contrastar su manera de actuar con otros criterios externos. Además produce en los padres una frustración y una desesperanza difícilmente compatible con su tarea educativa.

Mandar es dar ordenes, exigir es conseguir que obedezcan las normas, nuestras indicaciones razonables o sus propias decisiones. La exigencia es una disciplina externa

que proponemos o acordamos con nuestro hijo con la finalidad de que se transforme en auto exigencia. Si la exigencia es coherente y estable, crea en ellos una sensación de seguridad a la vez que les ayuda a desarrollar determinados hábitos y costumbres que les

permitirán enfrentarse a nuevos retos. Por otro lado, si nuestras propuestas van acompañadas de razones, desarrollan aquellas facultades intelectuales que tienen que ver con el pensamiento consecuencial y causal.

Es importante dar preferencia a la exigencia en conductas relacionadas con su trabajo (fundamentalmente los estudios), con la convivencia, con el desarrollo de virtudes personales (reciedumbre, prudencia, sobriedad…) y con los buenos hábitos.

 

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