Guías para el manejo de niños violentos


Se ofrecen a continuación unas recomendaciones generales sobre el manejo de la conducta violenta que presentan algunos niños. Estas guías pueden ser útiles para padres, maestros y otros adultos que tengan que relacionarse con niños con esta característica.

Establecer las reglas.
Es fundamental establecer las reglas de conducta de forma clara, específica y concreta. Si no se establecen los límites de la conducta y no se define lo que se puede y lo que no se puede hacer, mal se ha de esperar que el niño se someta a un modelo determinado de comportamiento.

Hay padres que olvidan que sus hijos, al igual que ellos y que todo ser humano, nacieron sin noción alguna de cómo han de comportarse. Por lo tanto, desconocen la diferencia entre lo permisible y lo inadmisible, entre lo obligatorio y lo optativo, entre lo elogiable y lo punible. Una parte esencial de la misión de padres y madres es enseñar a los hijos las normas que rigen el comportamiento. El conocimiento de las «reglas del juego» les puede permitir a estos desenvolverse adecuadamente en los ambientes y situaciones por los que tengan que pasar a lo largo de sus vidas.

Los niños con tendencia a reaccionar violentamente ante las contrariedades necesitan aún más que otros conocer lo que se espera de ellos y cómo han de comportarse. El primer paso que hay que dar para tratar de modificar su conducta es establecer tan claramente como sea posible las reglas de conducta que deben seguir. Y se les deben repetir todas las veces que sea necesario, especialmente cuando se les reprende por haber transgredido alguna de ellas.

Respeto y calma.
Cuando nos dirijamos a un niño con problemas de conducta violenta, es necesario hablarle con respeto. Respeto por su condición de persona y su dignidad humana. ¿Cómo se le puede exigir respeto a quien no se está tratando con respeto? Se le ha de señalar la falta cometida, pero sin ofenderlo o humillarlo.

Hablarle de esta forma no sólo allana el camino para que tome conciencia de la falta que ha cometido, sino que le provee un modelo de conducta aceptable…

Hablar con respeto implica hablar con calma. Una de las mayores dificultades que tienen una buena cantidad de adultos para manejar situaciones conflictivas con niños opositores y violentos es controlar su propio coraje. Por fácil o difícil de lograr que sea esto, es una realidad que la comunicación requiere de calma y autocontrol. Y la calma excluye el coraje. Por otra parte, el adulto que se dirige con coraje a un niño que se ha comportado con agresividad, le está prohibiendo que actúe como él se está permitiendo la licencia de actuar. ¿Incongruente e ilógico, verdad?

Evitar confrontaciones.
Es altamente recomendable hacer todo lo posible por evitar tener confrontaciones con niños violentos. La confrontación equivale en estos casos a una pelea segura, que es el terreno que se debe evitar a toda costa. En la pelea se desata el coraje sin límite y se facilitan la ofensa y el insulto. En la pelea tiene grandes probabilidades de darse todo lo que nunca debería producirse. Además, quien pelea con estos niños se está poniendo a su misma altura y está incurriendo en el mismo error que quisiera erradicar del niño.

Resaltar los logros y éxitos.
En términos generales y válidos para todas las personas con que nos relacionemos, es preferible hacer mención de sus logros, habilidades y cualidades positivas, antes que exponer sus debilidades y deficiencias. Cuando hacemos esto último, solemos caer muy fácilmente en la acusación y acusar no conduce nunca a desenlaces positivos ni ayuda a solucionar los problemas que tenemos entre manos.


Si bien lo anterior se aplica a todas las relaciones, es un factor importante a tener en cuenta en el caso de los niños con propensión a la violencia. Estos niños sufren trastornos emocionales y cognitivos que les dificultan manejar adecuadamente la frustración. Enfrentarlos a acusaciones no les ayuda a superar estos trastornos y suele tener el efecto de enconar su resentimiento y provocar sus explosiones emocionales. Si se les mencionan sus fortalezas y cualidades positivas, se les está ayudando a revalorizarse como seres humanos.

La utilidad de estas guías generales, que pueden ampliarse mucho más, no se limita al mundo infantil. Pueden aplicarse fructuosamente también en nuestras relaciones con los adultos con tendencia a las reacciones violentas, que, por cierto, no escasean.

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