Educa a invidentes… ¡sin cobrar nada!

San Luis Potosí, México – «Trabajar sin amor es una esclavitud», es la frase escrita en un pizarrón a la entrada de la biblioteca de braille del Instituto para Ciegos y Débiles Visuales Ezequiel Hernández Romo, donde su director Alejandro Fernández Montiel, de 32 años, nos muestra los libros de español, matemáticas, historia, literatura, entre otros, que la institución a su cargo ofrece a los alumnos, actualmente 65 niños y jóvenes, que acoge mientras adquieren los conocimientos necesarios para ser autosuficientes y reincorporarse a la sociedad.

Con una enorme sonrisa, Alejandro nos guía hasta el pasillo de la escuela donde un pequeño que se divierte dando vueltas, detiene su juego y se dirige sin titubear hacia nosotros al escuchar el clic de la cámara fotográfica. Ahí, entre risas, Alejandro charla con nosotros para explicarnos los motivos por los cuales decidió dedicar su vida a mejorar la de aquellos niños.

-¿Recuerdas cómo fue que empezaste a ayudar a débiles visuales?

“Donde estudié la secundaria es una obligación hacer servicio social, y se debe cubrir cierto número de horas. Así que busqué una escuela del gobierno que recibía personas ciegas y débiles visuales; en ese entonces tenía 14 años”.

-¿Por qué decidiste crear tu propio instituto?

“Colaboré en la escuela por dos años, cuando en realidad mi servicio social requería sólo 100 horas. Ahí conocí a un niño con debilidad visual de tres años que se convirtió en alguien muy especial para mí, pues él no tenía padres y yo le di ese apoyo que necesitaba. Cuando cumplí 16 años no pude soportar algunas cosas que sucedieron en el lugar (las cuales no quiso relatar), por lo que le prometí a aquel niño que crearía mi propio instituto donde él y otros niños pudieran aprender, jugar y ser tratados con las mismas oportunidades”.

A un costado, Chuy, ciego de nacimiento y uno de los cientos de niños a los que Alejandro ha otorgado estudios de primaria, secundaria y preparatoria desde 1997, cuando fundó el instituto con sólo 17 años, pasa los dedos sobre el estante y coge su libro favorito: Las mil y una noches, para después salir al patio, donde lee los cuentos a dos niños que toman un descanso antes de ir a sus clases de inglés.
Fuente: Tvnotas.com.mx

 

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