Diez cosas que asustan de tener hijos

Varios bebés

Pocas decisiones en la vida deben causar tantas dudas, inquietudes y miedos como la de tener un hijo. Dejar egocentrismos de lado, poder responder a exigencias de todo tipo, incrementar una persona más a la economía familiar, elegir al compañero correcto para la paternidad y planear una nueva cotidianeidad laboral son parte de las cuestiones que más suenan en los potenciales padres de hoy.

#1 Estar a la altura de las circunstancias
Estar preparado, poder responder todas las dudas del niño, lograr educarlo como es debido, ser un ejemplo para el chico, no repetir los errores de la familia de origen, que se sienta orgulloso de su familia, que tenga durante su adultez la menor cantidad de reproches posibles. Muchas son las dudas que una pareja se plantea a la hora de decidirse a ser padres. Aunque probablemente la mayoría de ellas no tengan respuestas concretas ni inmediatas, el momento de ponerse serio y pensar en traer un hijo al mundo conlleva reflexiones imposibles de evitar.

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#2 Cumplir con las demandas económicas del niño
Cuando un nuevo integrante llega a la familia cambia absolutamente todo. Entre estas modificaciones, el presupuesto no queda afuera. La salud, alimentación y educación del niño imponen nuevos gastos que deben ser tenidos en cuenta a la hora de la planificación familiar. Además, debe entenderse que, si bien los adultos pueden resignarse a que hay cuestiones materiales que no podrán adquirir, esto no es así de fácil para los chicos. Así, las demandas de los menores, que poco saben de cuestiones capitalistas, pueden ser mayores a la capacidad del bolsillo familiar.

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#3 Temor a no poder protegerlo de situaciones de riesgo
“Que le pase algo” debe ser una de las frases más repetidas entre los miedos puntualizados por padres o potenciales progenitores. Hay hechos y circunstancias inevitables en la vida de los chicos, pero esto no quita que el temor se apodere de los adultos que tienen un menor a su cargo. Lastimaduras, peleas, robos, accidentes, hechos de inseguridad y hasta tragedias forman parte del catálogo asustadizo de los mayores. No vivir pendiente de esto de manera enfermiza ni traspasarle al niño los miedos del adulto es absolutamente recomendable para el sano desarrollo de su vida.

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#4 Tener la certeza de que es para siempre
Pocas decisiones en la vida son tan importantes y definitivas. Para las separaciones de pareja, existen los divorcios; para los cambios de hogar, hay mudanzas; incluso los tatuajes pueden borrarse con un tratamiento láser. Sin embargo, tener un hijo es lo único que realmente le da valor a la palabra “siempre”. Allí no hay arrepentimiento ni vuelta atrás. Toda la vida, un ser que, si bien no dependerá de sus padres en la adultez, será producto de las buenas y malas actuaciones, tanto de su papá como de su mamá.

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#5 Poder equilibrar la vida junto al niño con lo laboral
La vida actual exige largas horas de trabajo, tanto para hombres como para mujeres. Las madres que únicamente se dedican al cuidado de la casa y de los niños ya casi no existen. No se trata sólo de una exigencia externa ni de una necesidad económica: realizarse en cuanto a la vida profesional es algo lógico para esta época. Ahora bien, un niño demanda tiempo, dinero y atención que, antes de llegar a la vida de sus padres, era repartida en otras cuestiones. Poder equilibrar los tiempos enfocados a ambas cosas es un desafío que, de lograrse, asegura parte del éxito de la vida cotidiana familiar.

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#6 Tener que renunciar a gustos y costumbres
Reconocer que la paternidad impone renunciar a muchas cosas y dejar de lado todo tipo de egoísmo e individualismo no siempre es fácil. Menos simple aún es decirlo en voz alta, como si estuviese impuesto que la llegada de un niño a la vida familiar anula todo tipo de necesidad y deseo personal. Aunque no suene bien, es necesario expresar y asumir que muchas cosas deben dejarse de lado a la hora de la planificación familiar. Estar dispuestos a ello es la única manera de tomar la decisión y no convertir la vida de ese niño en un caos.

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#7 Aceptar que es la definitiva entrada a la adultez
“Para ser padre, primero hay que dejar de ser hijo”, se escucha a menudo respecto a potenciales planes familiares, sobre todo en gente que pareciera no estar preparada para ello. Es imprescindible tener en cuenta que, una vez llegado un niño al seno familiar, el único chico será él. Cualquier actitud infantil o caprichosa debe dejarse de lado desde ese momento. Tener un hijo a cargo supone una manera más sensata y responsable de vivir la vida. Todo lo bueno y lo malo que la adultez conlleva se hace presente con la llegada de un hijo.

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#8 Saber que se incrementarán las obligaciones
La escolaridad, la recreación, la alimentación, la vestimenta, la salud y demás cuidados aparecen en la vida familiar de repente. Pocas son las veces que estas exigencias pueden postergarse y, adaptarse a esta nueva manera de vivir, puede ser difícil. Se incrementan las horas dedicadas a otro y se reduce notablemente el tiempo para uno mismo. Más allá de lo tedioso que pueda resultar parte de esto, no es menos cierto que muchas de estas actividades pueden ser placenteras, son parte del día a día del niño y son fundamentales en la relación con sus padres.

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#9 Elegir al compañero correcto para ser el otro progenitor
Las relaciones pueden romperse, los matrimonios pueden acabarse y el amor, simplemente, puede esfumarse con el tiempo. Lo único que no tiene retorno, respecto a los lazos de pareja, es el fruto que de ellos nace: los hijos. No importa cuán distanciados estén, ni siquiera si existe el odio de por medio: siempre el padre seguirá siendo el padre y lo mismo con la madre. Pensar seriamente, poniendo sobre la mesa cada virtud y cada defecto del compañero a elegir para tamaña responsabilidad, es una tarea inevitable que ahorrará luego muchos problemas.

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#10 Saber que, en algún momento, se van a independizar
“¿Qué va a ser de ti, lejos de casa?”, se preguntaba Joan Manuel Serrat en aquella canción que describía su pesar cuando su hija dejó la casa familiar. El sentimiento es inevitable. Aunque ambiguo, porque el crecimiento de los hijos supone también felicidad, cala hondo en el corazón de los padres. Cuando los hijos abandonan el hogar para ir en busca de sus propios planes, tanto la madre como el padre deben aprender a vivir de otra manera. “Nada ni nadie puede impedir que sufran, que las agujas avancen en el reloj, que decidan por ellos, que se equivoquen, que crezcan y que, un día, nos digan adiós”, resume el español en otra de sus obras.

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