Depresión infantil

Curiosamente, a pesar de ser un problema frecuente, la depresión infantil es poco conocida. Aunque muchas veces no seamos conscientes de ello, la depresión puede afectar también a los niños. Sin embargo, su falta de madurez los hace más vulnerables, ya que no siempre saben explicar sus sentimientos o emociones. Por ello, es importante prestar atención a aquellos niños que presentan un mayor riesgo de sufrir depresión; este sería el caso, por ejemplo, de quienes han perdido un familiar, o quienes viven en un entorno familiar desestructurado.

Puesto que cada niño es diferente, es necesario conocer muy bien al menor para poder identificar si está sufriendo este problema, ya que no hay que confundir la simple tristeza con un auténtico trastorno depresivo. Así, conociendo los patrones de comportamiento habituales del niño, podremos identificar si realmente está desarrollando un desorden emocional.

La depresión infantil afecta entre un 3% y un 5% de los niños, según la Organización Mundial de la Salud; aunque pueda parecer mucho, esta cifra es muy similar al porcentaje de adultos que sufren depresión. Sin embargo, esta cifra sí que se incrementa en el caso de los adolescentes, donde llega hasta el 8%.

Aunque la depresión infantil puede ser tomada en ocasiones como un problema de poca gravedad, conviene no subestimarla. Se trata de un problema severo, que puede conllevar un importante impacto en la calidad de vida del niño; así, este desorden puede afectar aspectos tan diversos como el rendimiento escolar, el entorno familiar o las relaciones sociales del menor, pudiendo ocasionar por lo tanto un gran nivel de malestar.

¿A qué se debe la depresión infantil?

Al igual que en el caso de los adultos, no se conocen con exactitud las causas de la depresión infantil. En cualquier caso, se cree que los factores de base son los mismos, principalmente los elementos genéticos y ambientales.

Los factores genéticos o hereditarios están bastante claros, ya que está comprobado que un niño cuyos padres padecen o han padecido depresión tiene mayor probabilidad de desarrollar este desorden. Del mismo modo, algunos factores ambientales, como el estrés o la ansiedad, también se sabe que son relevantes.

Adicionalmente a estos factores, en el caso de los niños se cree que existen también algunas causas de especial importancia. En este sentido, cada vez está más demostrada la relevancia del entorno familiar y del apego con los padres. Así, una de las causas más frecuentes de la depresión infantil se produce cuando el niño no se siente querido. Además, existen otros elementos ambientales relacionados con la crianza que pueden propiciar la depresión infantil, como por ejemplo:

  • Actitud autoritaria o distanciamiento emocional de los padres.
  • Estilo educativo excesivamente estricto.
  • Sentirse desautorizado, desaprobado o humillado por los padres o las figuras de referencia.
  • Violencia o malos tratos en el hogar, ya sea al niño o entre los padres.
  • Sobreprotección hacia el niño.
  • Duelo por pérdida o separación de alguno de los padres o de un ser querido.
  • Experiencias traumáticas.
  • Problemas en las relaciones sociales con otros niños.
  • etc.
¿Cuáles son los principales síntomas de la depresión infantil?

Aunque los elementos de base de la depresión son los mismos en el caso de adultos y niños, los síntomas en cada uno de estos casos no son igual de evidentes. A diferencia de los adultos, los niños pueden tener dificultad en expresar qué emociones sienten, ya que no disponen aún de la suficiente madurez, vocabulario o experiencia. Esto suele hacer más complicado un correcto diagnóstico del desorden depresivo.

Por otro lado, cada niño es particular y puede sentir y expresar sus emociones de un modo u otro. Debido a esto, no se puede hacer un único catalogo cerrado de síntomas que señalen inequívocamente la presencia de depresión. Por estos motivos, tan solo podemos hablar de comportamientos típicos, que pueden servir como señal de alarma. Algunos de estos comportamientos serían los siguientes:

  • Alteraciones anímicas, con un estado de ánimo triste, melancólico o irascible.
  • Aislamiento social, retraimiento o timidez, tanto con la familia como con los amigos.
  • Pérdida de interés respecto a actividades que tradicionalmente le gustaban.
  • Problemas de conducta, falta de disciplina o actitud desafiante.
  • Apatía, cansancio o falta de energía a la hora de desarrollar tareas o actividades.
  • Llanto frecuente sin una causa aparente.
  • Sentimientos de baja autoestima o falta de confianza en sí mismo.
  • Cambios de peso, pérdida de apetito o problemas con la alimentación.
  • Dificultad para realizar esfuerzos intelectuales o para concentrarse.
  • Somatización, aparición de dolencias físicas (de cabeza, de estómago, mareos, etc.) sin una causa que los justifique.
  • Problemas o alteraciones del sueño, como insomnio, hipersomnolencia, pesadillas, etc.
  • Preocupaciones constantes, incluso sin motivo, que pueden dar lugar a ansiedad, estrés, miedos, etc.
¿Qué tipos de depresión infantil hay?

Aunque en la clasificación DSM-V se clasifican distintos tipos de depresión, esta diferenciación tiene sentido sobre todo en el caso de los adultos; por este motivo, cuando hablamos de depresión infantil, a efectos prácticos no se suele emplear una categorización tan cerrada.

De este modo, en el caso de los niños, tan solo se suele diferenciar entre depresión mayor y estado depresivo. El estado depresivo sería el más común, el que se daría la mayor parte de las veces. También se le conoce como depresión leve o distimia. Consistiría en la existencia de varios de los síntomas anteriormente mencionados, con una intensidad moderada, y una duración reducida. Por lo general, este tipo de depresión leve afecta solo de manera parcial a la calidad de vida del niño.

La depresión mayor, por su parte, se daría únicamente cuando los síntomas se producen con severidad y durante al menos dos semanas. Este tipo de depresión suele tener unos efectos mucho más acusados, perjudicando muy severamente la calidad de vida del menor. Además, se ha demostrado que los niños que han sufrido una depresión mayor tienen mayor probabilidad de volver a padecer depresión en la edad adulta.

¿Cómo se trata la depresión infantil?

Como ya se ha explicado, diagnosticar una depresión infantil puede resultar difícil. Por ello, es importante acudir a un profesional que pueda realizar un diagnóstico adecuado ante la menor sospecha de depresión. Esto se debe a que, de no identificarse a tiempo el problema, puede ir agravándose con el paso del tiempo.

Una vez realizado un correcto diagnóstico, se iniciaría el tratamiento, que ha de desarrollarse por psicólogos especializados; por este motivo, no es adecuado que la intervención la desarrollen personas sin experiencia específica en el tratamiento de niños.

En el caso de depresión leve o moderada, el tratamiento consistirá únicamente en la utilización de psicoterapia. Este abordaje permitirá al niño comprender y manejar sus emociones y conductas, lo que le facilitará controlar su estado de ánimo. Tan solo en el caso de que se trate de depresión mayor, sería necesario recurrir al empleo de medicamentos; estos suelen consistir en antidepresivos, y han de estar siempre sujetos a prescripción y control médico.

Por otro lado, suele ser muy común que la intervención no se limite únicamente al niño. De este modo, se trabaja también con los padres, para enseñarles a comprender y manejar la situación de su hijo. Así, es fundamental su implicación, para asegurar que saben cómo reaccionar ante la depresión del niño.

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